miércoles, 27 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 7 "Su mejor amigo"

Su mejor amigo

    “Colocaba la trastienda cuando comenzaron a sonar las sirenas… Algo había pasado en la calle, y saldría para saber el qué. Como tantas otras navidades un accidente iba a traer unas fiestas no muy felices para alguna familia... Habían chocado un coche y una moto. Al menos el motorista llevaba puesto el caso y parecía que el impacto no había sido muy fuerte. Dos ambulancias habían llegado al lugar. Una atendía a los ocupantes del coche y la otra al motorista. Era un chico joven, y por más que le pedían que se calmase no podía estarse quieto.

    Cuando al fin le quitaron el casco comenzó a preguntar que cómo estaba el perro. ¿Perro? ¿Qué perro? Pensó. Alcanzó a oír que se había desviado al carril contrario para no atropellar a un cachorro, que no vio el coche que le venía de frente y chocaron, y al parecer su moto al salir despedida le había pasado por encima al animal. Sara miró a su alrededor. En el suelo, cerca del callejón vio unas manchas de sangre y pensó que el animal, herido y asustado se habría ido a refugiar allí.

    Se metió en el callejón, y al fondo, junto al cubo de basura encontró al perrito acurrucado y temblando... Aparentemente sólo tenía una pata herida, pero quien sabe como estaría por dentro. Se fijó más en el animal. Se acordó de que ese cachorrito llevaba unas semanas rondando la calle y que ella varias veces le había dado algo de comer. Sin pensárselo dos veces cerró la tienda, cogió al animal y fue en busca de una clínica veterinaria. Tuvo que esperar más de una hora a que la atendieran, pero envolvió al perrito en una manta y lo acariciaba y le hablaba para que se calmase.

    Cuando le tocó entrar puso el perrito sobre la mesa, y le contó al veterinario lo que le había pasado, y luego comenzó a examinarlo. Al cabo de un buen rato el veterinario le dijo que tendrían que operarle la pata, pero que del resto estaba bien. Le dijo que fuese a recogerlo el día de Navidad a primera hora.

    Pasaron los días y Sara fue a buscar al cachorrito. Tenía la patita entablillada, pero parecía mucho más feliz. El veterinario le dijo que todo había salido bien, pero que le quedaría para siempre una pequeña cojera, y que no podría correr como los demás perritos. Hasta ese momento Sara no se había parado a pensar en una cosa… ¿Qué iba a hacer con el cachorro? La verdad es que cuando lo vio herido sólo pensó en llevarlo a curarse, pero ¿y ahora?

    Se pasó buena parte del día pensándolo, mientras el perrito dormía acurrucado en la mantita en que Sara lo había envuelto. Al final, después de tanto pensar tomó una decisión. Cogió una caja, lo metió dentro y la cerró... Más tarde, en su casa, después de la cena, no podía dejar de pensar en el pobre perrito, metidito en aquella caja. Seguro que estaba muerto de miedo, pero no podía ser de otra forma...

    Todos se fueron al salón a tomar café con pastas. Era el día de Navidad y la casa estaba llena de gente y de alegría. El árbol resplandecía con todas sus luces y adornos. De pronto, un ruido sobresaltó a todo el mundo.

    -¿Qué ha sido eso?- preguntó Sara.
    -Viene del árbol mamá- se apresuró a contestar Antón, su hijo.
    -Pues ve a ver...

    Sara le sonrió a su hijo, que salió disparado directo hacia el árbol. Enseguida encontró una caja que se movía y que estaba calentita al tacto. Antón la abrió y se encontró con la dulce cara del cachorrito. Lo sacó de la caja, lo abrazó, lo achuchó y se lo enseñó a todo el mundo. Después se acercó a su madre.

    -Gracias mamá. Lo cuidaré mucho, mucho, te lo prometo. Pero dime, ¿qué le ha pasado en la patita?
    -Le han hecho daño y no tenía quien le cuidase... Entonces me acordé de ti y pensé que os podríais cuidar mutuamente y haceros compañía. Lo que pasa es que no podrá correr como los otros perritos por culpa de su herida, pero por lo demás será como los otros.
    -No importa mamá. Yo iré a su paso, y si se cansa lo llevaré en brazos. No importa que no pueda correr como los otros perritos. No me importa porque es “mi perro” y eso es lo único importante para mí.

    Antón jamás se separó de su perrito al que llamó “Veloz”. Y aunque no podía correr demasiado siempre que Antón le llamaba o le necesitaba Veloz estaba allí para ayudarle...”



    *Frase de Arena.

martes, 19 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 6 "Una y otra vez"

Una y otra vez

    Viernes 27 de Octubre.

    “El sábado comenzará todo otra vez... Y volveré a hacer lo mismo una y otra vez sin descanso. Ya no sé como escapar de aquí. Bueno, os lo contaré todo desde el principio. Mi nombre es Daniela y tengo 17 años. Y desde hace casi un año vivo condenada a vivir la misma semana. Sí, habéis oído bien.. Cada sábado a levantarme he retrocedido una semana y me veo obligada a continuar en este bucle que me está volviendo loca.

    Al principio trataba de salir como fuese. Pensé que habría  cometido algún error enorme que debía reparar antes de seguir adelante, pero pese a que me convertí en una persona modelo nada, sigo aquí. Luego perdí la esperanza y cada semana la vivo como un tormento. Además debo ser la única que se percata de lo que ocurre, porque más de una semana, al tratar de convencer a los demás de lo que pasaba he terminado en un centro psiquiátrico, pero no me preocupa, sé que el sábado estaré en mi cama, con mucho dolor de cabeza y una semana incierta por delante…

    Ahora que casi me he acostumbrado a esta locura procuro tomarla con diversión. ¿Cómo? Os preguntareis. Pues cada semana la vivo distinta. A veces soy la mejor hija del mundo, otras veces soy el mismísimo diablo, a veces regalo todas mis pertenencias a los más necesitados o mato a esa persona que me crucifica la vida. Nada importa lo que haga, porque todos los sábados amaneceré en mi cama, con mi gato al lado y el olor de las tortitas que prepara mi madre para desayunar. Os puedo asegurar que a mi corta edad ya lo he vivido absolutamente todo, no me queda nada por experimentar y eso me hace concebir la vida de otra forma. Puedo verme desde todas las perspectivas posibles sin el miedo a arruinar mi vida, con la claridad de que todo volverá a empezar. Y aunque parezca irónico, ese sábado que nunca llega, ese sábado que me quita el sueño y me acongoja es el día de mi cumpleaños.

    Llevo casi un año  de mi vida desperdiciado sin envejecer y sin cumplir un año más. ¿Qué será de mí si nunca se termina este sufrimiento? ¿Qué me espera?
¿Suicidio? Ya lo había pensado y no funciona. El maldito sábado vuelvo a estar en mi cama... Y esta carta que nadie leerá y que mañana desaparecerá para dar paso a otra semana infernal sin fin. Ya no sé  que más hacer y no encuentro ayuda ni solución... Recuerdo las discusiones que tenía con mi madre. No pierdas el tiempo, me decía, sólo hay un momento para hacer las cosas, no tendrás una segunda oportunidad.

    ¿Que no? ¡Ja!  Una segunda, una tercera, una cuarta... ¿Todas las oportunidades que yo quiera! Ahora recuerdo, no sin cierta ironía, la última bronca que tuve con ella. Me decía que al cumplir los 18 tendría más responsabilidades que asumir, que ya no sería una niña, que sería una adulta y que me tratarían como tal. Discutí con ella y luego, a solas en mi cuarto rogué no tener que cumplir los 18. No quería hacerlo, y por eso ahora estoy así. Por mi estupidez y mi egoísmo.

    Ahora… Ahora lo daría todo por poder cumplirlos, ¡aunque me desbordasen las responsabilidades! Bueno, voy a acostarme que me espera una semana muy dura. Mañana posiblemente este papel ya no esté aquí, y aunque me hubiese encantado compartir con alguien mis reflexiones no podrá ser.
   
    Sábado por la mañana.

    Aunque no sé muy bien como, los papeles siguen aquí. Igual que mi ya normal dolor de cabeza y el olor a tortitas de mi madre... Otra semana más atormentadora, pero ahora con testigo,  estas hojas que aunque no hablen me apoyan. Oigo ruido. Como siempre mi hermano pequeño viene a despertarme...


    ... ¡Todo ha cambiado! ¡No sé como pero ha cambiado! Hace un rato mi hermano y mis padres han entrado en mi habitación con una tarta enorme y cantando el cumpleaños feliz.. Cuando los he visto no he podido evitar ponerme a llorar de felicidad y mi madre, abrazándome me dijo:

    -Cualquiera diría que ayer no querías cumplir años.

    Ya ves, todo un año tratando de volver a donde estaba y sólo tenía que desear cumplir años, Juro que jamás se me ocurrirá pedir algo así. Celebraré todos y cada uno de mis cumpleaños y estaré agradecida por poder continuar con mi vida.”


    *Frase Anónima.

martes, 12 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 5 "Aquel mágico lugar"

Aquel mágico lugar

    "El sonido de los árboles me tranquiliza, pensó Iván, por eso decidió huir al bosque. Cuando llevaba un rato caminando llegó a la cascada. Aquel lugar le llenaba de paz. El sonido del agua, el ulular del viento en las copas de los árboles, todo aquel verde, el manantial... Huía del dolor. Huía de sus recuerdos. Huía de ella. Huía de si mismo... Había roto con su novia y todo a su alrededor era dolor. Sabía que ella sufriría y eso le hacía más daño, pero no podía continuar así. En aquel lugar se respiraba tanta paz... Lo había encontrado por casualidad, un día, huyendo de la realidad y del dolor, y desde aquel momento, siempre que se sentía oprimido o cuando necesitaba pensar iba por allí.

    Este día ni se había propuesto ir por allí, pero sus pies le llevaron hasta el lago, en el que tantas veces había llorado y al fin, encontrado paz y tranquilidad. Inmerso en sus pensamientos no se dio cuenta de que le observaban. Unos ojos curiosos no le dejaban ni un momento. Le miraban intensamente, sin perderse ni un sólo movimiento. Entonces Iván hizo lo de siempre. Se quitó la ropa y se introdujo en aquella agua tibia que le ayudaba a borrar todo el dolor de su corazón.

    Nadó en dirección a la cascada. Se puso debajo y según el agua caía sobre sus hombros las penas iban desapareciendo y haciéndose más y más pequeñas. En aquel momento tampoco vio como el agua se ondulaba en su dirección, ni la sombra que se acercaba a él sigilosamente. De repente algo rozó su pie. Se sintió intranquilo. A su alrededor no vio nada, pero distinguió una silueta en el agua a lo lejos. Se acercaba a él lentamente. Intentó nadar hacia la orilla, pero sus músculos no le respondían. Empezaba a tener verdadero pánico. Del agua y a su lado emergió la mujer más hermosa que jamás había visto. Sólo el hecho de verla le aliviaba la opresión que había sentido segundos antes.

    -¿Quién...? ¿Quién eres?- consiguió balbucear
    -Yo no tengo nombre, sólo existo porque tú así lo has querido.

    Diciendo esto se sumergió otra vez en el agua, dejando ver a medida que se introducía en el agua su esbelto cuerpo y su cola de pez... ¿Cola de pez? ¿Pero qué...? No podía ser. Tenía que ser una ilusión creada por su cerebro. Ella volvió a salir a su lado. Tenía los ojos verdes más hermosos que había visto en toda su vida, no podía dejar de verlos y perderse en su profundidad.

    -¿Quién o qué eres?
    -Tú me has creado. He nacido de todas esas lágrimas que has derramado en estas aguas. Estoy aquí porque tú me has dado vida. ¿Qué soy? Una sirena...
    -¡No puede ser! Las sirenas no existen.
    -Tócame- cogió su mano y la acarició- yo existo porque tú quieres que exista. - Estoy aquí para que todas tus penas desaparezcan de una vez por todas.
    -¿Cómo?
    -Sólo bésame. Todo quedará atrás. El dolor, la tristeza, las noches eternas... Serás feliz, no sentirás más este dolor que no te deja vivir.

    Sin pensarlo dos veces Iván la besó y su dolor desapareció para siempre con ella. Sintió como si un sueño muy profundo se apoderase de él, y se dejó arrastrar. Cuando despertó ya no estaba en el bosque entre los árboles, estaba en un hospital. Le dijeron que lo habían encontrado al borde de la cascada, con síntomas de hipotermia, pero que todo estaba bien ahora.

    Todo había sido un sueño, pero el dolor se había marchado de verdad, no estaba allí con él y eso le hacía feliz. Cuando le dieron el alta y salio del hospital encontró algo en su ropa... Un pequeño colgante de marfil, ¡el colgante que ella tenía al cuello! ¿Entonces...? No importaba, todo estaba bien ya.

    Muchas más veces volvió al lago, pero aunque no la volvió a ver sabía que ella estaba allí para sacarle todas las penas del corazón... Cuenta la leyenda que si derramas tus lágrimas en aquellas aguas y crees en ella, se aparece la sirena, que con su dulce canto se lleva toda la tristeza y la melancolía, dejando tras de si un remanso de paz en los corazones de todos aquellos que se acerquen por allí..."


    *Frase de Javier.

martes, 5 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 4 "No quería regresar"

No quería regresar

    "Cierra los ojos por un momento. Sólo por un momento, para recuperarte... nada más...

    Esto es lo último que pensó Marcelo antes de caer en un profundo sueño. Acababa de tener un accidente con el coche, él y su novia. Aquella mañana se habían quedado dormidos, y para cuando despertaron  ya era muy tarde. Marcelo y Susana trabajaban en la misma oficina, así se habían conocido y enamorado. Salieron de casa a toda prisa y enfilaron la carretera que les llevaría al trabajo. Marcelo, que normalmente conducía con prudencia iba un poco más rápido de lo permitido. Cuando llegó a un cruce no pudo frenar a tiempo y otro coche les envistió lateralmente.

    -Cierra los ojos por un momento- se dijo.- Sólo un momento- y al cerrarlos la oscuridad se apoderó de su vida.

    Cuando al fin recobró la consciencia no sabía dónde se encontraba, pero se sentía liberado. Tenía una sensación agradable... A su espalda resonó una voz que lo sobresaltó.

    -Hola Marcelo, ¿qué haces aquí?

    Cuando se giró sólo vio a una niña muy pequeña que le miraba con ojos interrogativos.

    -¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?

    Se fijó más atentamente en la niña y comprobó que de su espalda salían unas alas chiquitinas... ¡No podía ser! Estoy soñando, se dijo.

    -¿Que no ves que estamos en el limbo y yo soy un ángel?
    -¿Y qué hago aquí?
    -Recuerda Marcelo, recuerda. Has tenido un accidente de coche, has cerrado los ojos por un momento para huir del dolor y no los has vuelto a abrir.
    -¿Y Susana? ¿Está ella bien?
    -Sí, pero sufre mucho porque no vuelves a su lado. Se siente muy sola...
    -Lo siento, pero no quiero volver. Allí sólo encontraré sufrimientos y dolor. Aquí en cambio, todos es paz a mi alrededor.
    -Sí, pero piensa en todo lo que te pierdes si te quedas aquí. Susana no volverá a sonreír. No cumplirás tu promesa de casarte con ella antes de que acabe el año. Te quedan tantas cosas por vivir que es una pena que te quedes aquí.
    -Si tantas maravillas hay en el mundo, ¿qué haces tú aquí?
    -Esperar que llegue mi turno de ir a la tierra. Llevo mucho tiempo esperando una oportunidad y quiero que mi vida sea lo más feliz posible, y ya me queda poco para conseguirlo...
    -No pierdas el tiempo conmigo, no vale la pena. Mejor piensa en qué vas a hacer allí abajo. No todo es tan bonito y hay mucho dolor.
    -Pero merece la pena aunque sólo sea por sentir el aire en mis mejillas y mi pelo, conocer el amor, tener una familia.
    -Pero también hay cosas malas, y sufrirás mucho para poder conseguir unos pequeños momentos de alegría...
    -Ya, pero merece la pena. Si te quedas aquí no volverás a ver a tu familia, ni podrás formar una nueva. ¿Cómo crees que estará Susana? Se pasa las horas sentada al borde de tu cama esperando que reacciones y despiertes, No puedes hacerle esto.
    -Susana... la quiero tanto... no quiero que sufra, pero...
    -No hay peros... Desde que estás así no se separa de ti, apenas come, y no sale, está a punto de enfermar y no le es indicado...
    -No quiero que sufra...

    Todo empezó a dar vueltas y más vueltas. Sentía como si cayese en un enorme pozo sin fondo del que no podía escapar, dónde no tenía nada a lo que aferrarse...

    -No quiero que sufras Susana...

    Estas fueron las primeras palabras que Marcelo pronunció en semanas. La cara de Susana se iluminó, llamó al doctor y empezó a llorar... Cuando el doctor se fue Susana se acercó a su cama, y le cogió de la mano.

    -Marcelo, mi amor. Tengo algo importante que decirte. Estoy embarazada.

    Marcelo no sabía qué decir. Puso su mano sobre la barriga de Susana y comenzó a llorar. Aquel ángel tenía razón, si se hubiese quedado allí jamás habría sido tan feliz. No tardó mucho en recuperarse y cumplió su promesa. Se casó con Susana antes de que acabase el año y antes de que se notase el embarazo. Cuando supo que era una niña se acordó de aquella pequeña que tanto le había ayudado e insistió en ponerle de nombre Ángela.

    Con el nacimiento de su hija su vida dio un cambio radical, pero siempre le rodeaba la felicidad. Por causas del destino, o por lo que había vivido, a Marcelo, su hija Ángela se le parecía cada día más a aquella niña que le hizo abrir los ojos. En su quinto cumpleaños, tras apagar las velas de la tarta, Ángela abrazó a su padre y le dijo muy bajito al oído:

    -¿Ves cómo valía la pena vivir?

    Después le dio un beso y se alejó canturreando hacia sus amigos. Marcelo se quedó muy callado y pensativo, y aunque no volvió a hablar de aquello con Ángela, sabía que su hija le había ayudado a que pudiese verla crecer..."


    *Frase de Mj.

miércoles, 29 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 3 "en la biblioteca"

En la biblioteca

    "Las palabras vuelan, lo escrito permanece. Se lo habían dicho en el colegio, pero nunca hasta ahora había pensado en lo acertada que era esa frase. Miles de libros se alzaban ante él, ansiosos de estar en sus manos y que David les diese vida por unas horas. Al fondo de la sala tenían cómodos sofás en los que poder sentarse durante largos periodos de tiempo a leer y embargarse... Allí, en los sofás, había una niña. Debía tener su misma edad. Tenía sobre sus piernecitas un grueso libro que leía con mucha atención, tanta, que  no se percató de la presencia de David hasta que sus ojos hicieron un alto en la lectura. Le encontró en un sofá cercano, también con un libro y absorto en aquel mar de letras que lo transportaba muy lejos de allí... Coincidieron muchas veces en aquellos mismos sillones y pasaron meses hasta que cruzaron la primera palabra. Un día, sus descansos coincidieron y sus miradas se cruzaron. Empezaron a hablar y entablaron amistad. Sólo se veían en la biblioteca, puesto que era lo único que les unía y el sitio dónde se habían conocido y que tantas historias increíbles les había regalado. Lentamente pasaron los años y David y Mercedes seguían viéndose en la biblioteca. Siempre la encontraba en el mismo sillón, leyendo incesantemente un libro tras otro, como si no tuviese más preocupaciones en su vida...

    David había empezado el instituto, lo que le dejaba pocos ratos libres para acudir a la biblioteca, pero siempre que lo hacía ella le esperaba allí, con su radiante sonrisa y aquellos ojos tan deseosos de saber más y más. Muchas veces le había preguntado por su vida. Mercedes le dijo que desde pequeña no asistía al colegio, y que todo lo que necesitaba saber lo tenía allí. Su familia era muy sencilla y no se podían permitir los gastos de enviarla a colegios, así que recibió el carnet de la biblioteca como regalo, y empezó a empaparse con todos los libros que tenía a su alcance. David desistió de preguntar nada más. La cara triste que se había reflejado en el rostro de Mercedes le había hecho pasar un mal rato. No quería hacerle daño, empezaba a sentir algo más que amistad por ella, y cada instante que tenía libre, cada momento, lo pasaba en la biblioteca junto a ella... Varias veces le había pedido que saliesen a tomar algo, pero ella se negaba una y otra vez a dejar los libros. Un día él dejó de insistir y decidió que si ella no quería salir él pasaría los días allí con ella.

    Años después, David ya había ingresado en la universidad y apenas tenía un día libre para pasarse por la biblioteca y ver a Mercedes. Cuando cumplió 22 años fue a buscarla, pero no la encontró. Llevaba más de dos meses sin pasar por allí y quizá Mercedes se había cansado de esperarle... Volvió día tras día allí, pero nada. Parecía que se la hubiese tragado la tierra. Además ni siquiera sabía dónde vivía. Ahora se daba cuenta de que después de tantos años nunca se habían visto fuera de la biblioteca. Ella se negaba y él nunca le había preguntado dónde vivía o dónde pasaba las noches. Para él era normal entrar en aquel lugar y verla donde siempre, en aquel sillón, con un nuevo libro entre sus delicadas manos. Durante los últimos años había ido cambiando ante sus ojos y casi ni se había dado cuenta hasta que comenzó en la universidad y empezó a verla sólo muy de vez en cuando. Fue consciente de lo hermosa que era y lo bien que se lo pasaba con ella. Necesitaba verla una vez más y decírselo. Esperaba que ella sintiese lo mismo que él y poder llenarla de amor y alegría... Pasó allí varias semanas, pero no apareció. Estaba impaciente y angustiado, pero tampoco podía denunciar su desaparición porque no sabía mucho de ella.

    En la facultad le mandaron hacer un trabajo de investigación, y el tema era a elegir. Decidió que escribiría sobre la biblioteca. Año de fundación, responsable de la administración, patrocinadores... Así podría pasar allí más tiempo y tendría alguna excusa que murmurarle a sus compañeros, a los que extrañaba que se encerrase allí durante tantas horas... La biblioteca no era muy antigua, había sido reconstruida en el año 1871. Estaba buscando entre los viejos legajos de una zona particular a la cual, tras años de incesantes visitas, le habían permitido el acceso. Encontró un viejo periódico, arrugado y que casi se caía a pedazos. Era del día en que se había acabado la reconstrucción de la biblioteca.

    Decidió hacer un descanso y ojear aquel viejo periódico por diversión. Leyó la noticia: 'Acabada la reconstrucción de la biblioteca. Hoy se da por terminada la obra de reconstrucción. Por fin volveremos a tener un centro en el que embriagarnos de saber y embarcarnos a nuevos mundos con todos los libros que lleguen a sus estanterías. Todavía hoy, meses después, recordamos a la pequeña Mercedes Paz, de tan sólo 9 años. El día que se produjo el incendio no pudo escapar y pereció entre las paredes de la antigua biblioteca, por eso, y en su memoria se colocará una placa conmemorativa que...'

    No pudo seguir leyendo. Nunca se había fijado en el nombre  que estaba escrito en aquella vieja placa hasta ahora, y jamás lo habría asociado con su adorada Mercedes. Sintió una mano en su hombro, y un aliento frío en la nuca. Al girarse la volvió a ver, como tantos otros días, radiante, aunque una sombra de tristeza se había apoderado del brillo de sus ojos.

    -Nunca encontré el momento ni el valor para decírtelo...
    -Pero...
    -No hables. Ahora sólo escúchame... Desde que se levantaron estas paredes estoy aquí. No sabía qué hacer o a dónde ir y empecé a leer estos libros. Me di cuenta de que cuando leía era visible para los demás, mientras que si intentaba salir de aquí me desvanecía en el aire. Tú fuiste la primera y única persona que me dirigió la palabra y eso me llenó de alegría. ¡Llevaba tantos años sin hablar con nadie! Aunque habían pasado muchos años jamás cambié ni crecí hasta que te conocí a ti. Tenías la misma edad que yo cuando me morí y gracias a ti empecé a madurar, y aunque en el fondo sigo siendo una niña, mi aspecto físico ha ido cambiando contigo. Ahora que sabes todo esto supongo que no volveré a verte. No te preocupes, siempre te estaré agradecida.
    -Yo no sé qué pensar. Necesito tomar el aire.

    David fue a dar un paseo y no volvió por la biblioteca en días, pero al fin pudo tomar esa decisión que no dejaba libre a su corazón. Se esforzó en las clases para acabar la carrera, y luego luchó con todas sus fuerzas para conseguir aquel puesto de trabajo... Había decidido ser bibliotecario allí mismo. Así siempre podría estar junto a su amada Mercedes, a la que podría mirar hasta que la muerte le llevase a sus dulces brazos, para poder estar juntos al fin, por toda la eternidad."


    *Frase de Scry.

martes, 28 de noviembre de 2006

"El hada de los sueños"

El hada de los sueños

"Otro día más amanece nublado… Erea estaba apoyada en la ventana, viendo la lluvia caer, y el mundo que la rodeaba. Ese mundo al que siente que no pertenece, en el que por momentos se siente como una extraña. A veces le gustaría estar muy lejos de allí, en algún lugar que no conozca, donde pudiese ser una persona anónima, donde no se sintiese una extraña en su propio cuerpo… Tiene muy buenos amigos que la comprenden y apoyan, pero a veces pese a estar rodeada de mucha gente se siente aún más sola.
En muchas ocasiones sus amigos la miran en silencio… A veces parece una frágil muñeca de porcelana y otras es tan fuerte como el más resistente de los metales. Erea siempre se sintió diferente a los demás y eso la llenaba de alegría. ¿Por qué conformarse con ser luciérnaga pudiendo ser estrella? Se lo repetía constantemente, era su lema. Ser diferente no es malo, al contrario, es lo que te distingue de todos los demás. Como todos, tienes sus manías y excentricidades y eso la hace maravillosa…
Cuando mira por la ventana el mundo que se extiende a su alrededor no entiende qué hace aquí. Se siente como si este no fuese su lugar. El único lugar en el que se encuentra realmente cómo es en sus sueños. En ellos es tan libre para hacer todo lo que desea… En ellos se recrea todas las noches. Durante el día cuenta las horas que quedan para que la oscuridad la envuelva de nuevo y la transporte a esos lugares en los que es tan feliz.
Un día quiso aferrarse a sus sueños. ¡No quería despertar! Maldecía a la mañana por haber llegado y deseaba que siempre la noche la envolviese. Cuando despertó aún era de noche, seguro que había sido un sueño, como tantas otras veces e intentó dormirse otra vez, pero había algo distinto en ella. Era tan chiquitina, tan pequeñita que cogería en las manitos de un niño. Se sentía libre, más libre que en el mejor de sus sueños y la sensación era tan real… A su espalda dos pequeñas alas se movían al compás de los latidos de su corazoncito. Erea… ¡Era una Hada! Ahora entendía porque durante los días se sentía atrapada entre aquellas paredes y dentro de aquel cuerpo. Ahora entendía muchas cosas.
Se preguntaba muchas cosas, entre ellas si todavía estaba soñando. Si era así no quería despertar. Jamás se había sentido tan libre como en ese momento. Dió unas vueltas por toda la habitación para comprobar que casi sin esfuerzo controlaba sus alitas y que podía volar y desplazarse sin peligro. Decidió que no podía quedarse encerrada allí ahora que al fin comprendía la verdad. Salió a la calle, casi desierta a esas horas tan tempranas. Volaba entre la gente, pero nadie se percataba de su presencia salvo los niños.
Voló hacia las casas de todas las personas que conocía. Todos dormían y les susurró unas palabras al oído, que luego se convertirían en unas sonrisas dulces en los rostros de aquellos que dormían. Así pasó toda la noche y antes de que despuntase el alba Erea había regresado a su cuarto, y se recostó sobre aquella enorme almohada para que su pequeño cuerpecito recuperase las fuerzas.
El sol la deslumbró. Intentó volar, pero no pudo. Era de día y volvía a ser la misma de siempre. ¡Todo había sido un sueño! Pero tan hermoso… Se encontró con muchos conocidos y todos le dijeron que habían soñado con ella y que se habían levantado de muy buen humor y con ganas de seguir adelante. Se sorprendió mucho. Si no había sido un sueño… ¿Entonces qué?
Así pasaron muchas noches, y siempre era igual. Al principio sólo visitaba a los conocidos, luego empezó a visitar a gente que no conocía para obsequiarles con sueños dulces y hermosos. Erea era feliz así. Al fin había encontrado su razón de ser. Ese
motivo por el que luchar cada día, pero no podía contárselo a nadie, no la creerían. Sus amigos la veían cada día y se sorprendían al verla siempre tan feliz y tan triste al mismo tiempo. Siempre con una sonrisa en los labios, una frase alentadora en el corazón y un hilo de tristeza en sus ojos.
Quizá penséis que esto es sólo un cuento, pero es realidad. Una noche, estando yo en cama, preparándome para dormir, una lucecita entró en mi habitación y se posó sobre mi almohada. Era ella. Estaba un poco triste porque no podía contar a nadie lo que le pasaba y por qué era tan feliz. Se extrañó de que yo pudiera verla y comenzó a visitarme por las noches. Le prometí que contaría su historia, que por siempre jamás sería un cuento, el de la Hada de los sueños.
Y esta es su historia. Ahora es totalmente feliz regalando sueños e inspiración a todas aquellas personas que creen en ella... Erea es esa Hada chiquitina que todos, alguna vez, hemos visto de pequeños. Esa Hada que nos visita por las noches y nos regala sus más dulces sueños."

martes, 21 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 2 "En la oscuridad"

En la oscuridad

    “El centro comercial quedó en penumbra. Sebastián estaba encerrado y no había forma de salir. Bueno, pensó, pasaría allí la noche y por la mañana reanudaría su vida con normalidad. Buscó una cama en la que poder dormir. Cuando ya se estaba preparando escuchó un ruido. No le dio importancia, pero al cabo de un rato volvió a oír otro ruido. Con todos los sentidos alerta, y entre las sombras se encaminó hacia una de las escaleras.

    No sabía que es lo que realmente esperaba encontrar, pero no vio nada. Necesitaba adivinar de dónde procedía aquel ruido que tanto le crispaba los nervios... Siguió buscando entre la oscuridad lo que fuese que causaba aquellos ruidos, a veces metálicos, a veces como de madera, y otras sonaba a cristal. Cuando iba a doblar una esquina escuchó los ruidos otra vez. Se asomó con precaución y lo que vieron sus ojos ¡era algo increíble!

    Coches, muñecos, peluches... ¡Todos tenían vida! Se movían por el centro comercial como si fuesen reales, con si fuesen personas o coches de verdad. No daba crédito a sus ojos. Al querer retroceder tropezó con unas cajas y provocó un estrepitoso ruido. Los muñecos se giraron y fueron en su dirección. No sabía qué hacer. Empezaba a sentir mucho miedo. Aquello no podía ser real. ¡No podía estar ocurriendo! Echó a correr sin saber muy bien a dónde. Tenía que escapar de todas esas miniaturas que le perseguían. Al doblar una esquina se topó con un grupo de muñecos, uno de los cuales tenía cara de estar asustado. Parecían tan reales...

    Encontró un sitio donde esconderse y esperar a que amaneciese. Echó un par de horas en su escondite, pero un ruido a su espalda hizo que se le erizase la piel. Al girarse se encontró un enorme peluche gruñendo y avanzando en pos de él. Sebastián se giró para huir, pero sus ojos no encontraban una salida... Estaba totalmente rodeado por muñecos y juguetes. Un grito escapó de su boca antes de que aquella jauría se le echase encima.

    Al despertar se sintió muy reconfortado y oía el bullicio de la gente. Cuando quiso marcharse sus piernas no le respondieron. Se vio las manos, eran de plástico y también sus piernas... ¡Era un muñeco! Desde ese día pasa las horas inmóvil en las estanterías del centro comercial, aprovechando las noches para vagar eternamente y esperando que una nueva víctima se quede atrapada para que le haga compañía por siempre jamás."



    *Frase Anónima.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 1 "Las cálidas alas de un ángel"

Las alas de un ángel

    "Las cálidas alas de un ángel acariciaban mi rostro - pensó. Fue una visión tan hermosa... Entonces volvió en si. Estaba frente a la ventana, viendo la lluvia caer, con el corazón hecho un nudo. Recordó que esa misma mañana había ido a trabajar, como tantos otros días en los que la lluvia azotaba la ciudad. La gente corría bajo su paraguas, y algunos que habían salido sin nada con lo que resguardase de la lluvia corrían para guarecerse bajo balcones y salientes.

    Recordó que no había mucho por hacer en el trabajo, así que salió antes, y sin llamar a su novio, decidió pasar por su casa a darle una visita. Cuando llegó no llamó al timbre, cogió sus llaves y entró. Se descalzó para no hacer ruido y se acercó a su habitación. Estaba muy ilusionada pensando en darle una sorpresa, pero todo se desvaneció cuando, al entrar en la habitación, le vio en la cama con otra. Las lágrimas se asomaron en sus ojos. Salió corriendo de allí.

    No sabía a dónde ir. La lluvia le calaba la ropa, pues con las prisas, se había dejado el paraguas en su piso. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la puerta de su casa, y entró justo cuando el teléfono comenzaba a sonar. No quería cogerlo. No quería hablar con nadie en ese momento. Saltó el contestador. Era él, y dejó un mensaje.

    - Cariño, he visto tu paraguas aquí, y también tus zapatos. No sé que es lo que habrás visto para salir corriendo, pero te juro que todo tiene una explicación. Llámame.

    Estaba frente a la ventana, mojada, y con los pies descalzos. Hasta ese momento ni se había dado cuenta de que también sus zapatos se quedaron atrás. Y así pasó varias horas hasta que se decidió a llamarle. No estaba y saltó el contestador.

    - Lo que he visto no tiene más explicación que la obvia. No me llames porque no estaré aquí. Y esta es la última vez que oyes mi voz. Adiós.

    Se encaminó al baño. Llenó la bañera y cogió su toalla. También colocó lo que acababa de coger al lado de la bañera... Se metió en el agua templada y se relajó. Cogió lo que tenía al lado de la bañera, se lo acercó a la muñeca y un río de color púrpura empezó a recorrer su brazo...

    Poco a poco el sopor la transportó a su último sueño. Las cálidas alas de un ángel acariciaron su rostro... y entonces recordó que estaba muerta..."

    *Frase de Dark_Angel.