Su mejor amigo
“Colocaba la
trastienda cuando comenzaron a sonar las sirenas… Algo había pasado en
la calle, y saldría para saber el qué. Como tantas otras navidades un accidente
iba a traer unas fiestas no muy felices para alguna familia... Habían chocado
un coche y una moto. Al menos el motorista llevaba puesto el caso y parecía que
el impacto no había sido muy fuerte. Dos ambulancias habían llegado al lugar.
Una atendía a los ocupantes del coche y la otra al motorista. Era un chico
joven, y por más que le pedían que se calmase no podía estarse quieto.
Cuando al fin le
quitaron el casco comenzó a preguntar que cómo estaba el perro. ¿Perro? ¿Qué
perro? Pensó. Alcanzó a oír que se había desviado al carril contrario para no
atropellar a un cachorro, que no vio el coche que le venía de frente y
chocaron, y al parecer su moto al salir despedida le había pasado por encima al
animal. Sara miró a su alrededor. En el suelo, cerca del callejón vio unas
manchas de sangre y pensó que el animal, herido y asustado se habría ido a
refugiar allí.
Se metió en el
callejón, y al fondo, junto al cubo de basura encontró al perrito acurrucado y
temblando... Aparentemente sólo tenía una pata herida, pero quien sabe como
estaría por dentro. Se fijó más en el animal. Se acordó de que ese cachorrito
llevaba unas semanas rondando la calle y que ella varias veces le había dado
algo de comer. Sin pensárselo dos veces cerró la tienda, cogió al animal y fue
en busca de una clínica veterinaria. Tuvo que esperar más de una hora a que la
atendieran, pero envolvió al perrito en una manta y lo acariciaba y le hablaba
para que se calmase.
Cuando le tocó entrar
puso el perrito sobre la mesa, y le contó al veterinario lo que le había
pasado, y luego comenzó a examinarlo. Al cabo de un buen rato el veterinario le
dijo que tendrían que operarle la pata, pero que del resto estaba bien. Le dijo
que fuese a recogerlo el día de Navidad a primera hora.
Pasaron los días y Sara
fue a buscar al cachorrito. Tenía la patita entablillada, pero parecía mucho
más feliz. El veterinario le dijo que todo había salido bien, pero que le
quedaría para siempre una pequeña cojera, y que no podría correr como los demás
perritos. Hasta ese momento Sara no se había parado a pensar en una cosa… ¿Qué
iba a hacer con el cachorro? La verdad es que cuando lo vio herido sólo pensó
en llevarlo a curarse, pero ¿y ahora?
Se pasó buena parte del
día pensándolo, mientras el perrito dormía acurrucado en la mantita en que Sara
lo había envuelto. Al final, después de tanto pensar tomó una decisión. Cogió
una caja, lo metió dentro y la cerró... Más tarde, en su casa, después de la
cena, no podía dejar de pensar en el pobre perrito, metidito en aquella caja.
Seguro que estaba muerto de miedo, pero no podía ser de otra forma...
Todos se fueron al
salón a tomar café con pastas. Era el día de Navidad y la casa estaba llena de
gente y de alegría. El árbol resplandecía con todas sus luces y adornos. De
pronto, un ruido sobresaltó a todo el mundo.
-¿Qué ha sido eso?-
preguntó Sara.
-Viene del árbol mamá-
se apresuró a contestar Antón, su hijo.
-Pues ve a ver...
Sara le sonrió a su
hijo, que salió disparado directo hacia el árbol. Enseguida encontró una caja
que se movía y que estaba calentita al tacto. Antón la abrió y se encontró con
la dulce cara del cachorrito. Lo sacó de la caja, lo abrazó, lo achuchó y se lo
enseñó a todo el mundo. Después se acercó a su madre.
-Gracias mamá. Lo
cuidaré mucho, mucho, te lo prometo. Pero dime, ¿qué le ha pasado en la patita?
-Le han hecho daño y no
tenía quien le cuidase... Entonces me acordé de ti y pensé que os podríais cuidar
mutuamente y haceros compañía. Lo que pasa es que no podrá correr como los
otros perritos por culpa de su herida, pero por lo demás será como los otros.
-No importa mamá. Yo
iré a su paso, y si se cansa lo llevaré en brazos. No importa que no pueda
correr como los otros perritos. No me importa porque es “mi perro” y eso es lo
único importante para mí.
Antón jamás se separó
de su perrito al que llamó “Veloz”. Y aunque no podía correr demasiado siempre
que Antón le llamaba o le necesitaba Veloz estaba allí para ayudarle...”
*Frase de Arena.