miércoles, 29 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 3 "en la biblioteca"

En la biblioteca

    "Las palabras vuelan, lo escrito permanece. Se lo habían dicho en el colegio, pero nunca hasta ahora había pensado en lo acertada que era esa frase. Miles de libros se alzaban ante él, ansiosos de estar en sus manos y que David les diese vida por unas horas. Al fondo de la sala tenían cómodos sofás en los que poder sentarse durante largos periodos de tiempo a leer y embargarse... Allí, en los sofás, había una niña. Debía tener su misma edad. Tenía sobre sus piernecitas un grueso libro que leía con mucha atención, tanta, que  no se percató de la presencia de David hasta que sus ojos hicieron un alto en la lectura. Le encontró en un sofá cercano, también con un libro y absorto en aquel mar de letras que lo transportaba muy lejos de allí... Coincidieron muchas veces en aquellos mismos sillones y pasaron meses hasta que cruzaron la primera palabra. Un día, sus descansos coincidieron y sus miradas se cruzaron. Empezaron a hablar y entablaron amistad. Sólo se veían en la biblioteca, puesto que era lo único que les unía y el sitio dónde se habían conocido y que tantas historias increíbles les había regalado. Lentamente pasaron los años y David y Mercedes seguían viéndose en la biblioteca. Siempre la encontraba en el mismo sillón, leyendo incesantemente un libro tras otro, como si no tuviese más preocupaciones en su vida...

    David había empezado el instituto, lo que le dejaba pocos ratos libres para acudir a la biblioteca, pero siempre que lo hacía ella le esperaba allí, con su radiante sonrisa y aquellos ojos tan deseosos de saber más y más. Muchas veces le había preguntado por su vida. Mercedes le dijo que desde pequeña no asistía al colegio, y que todo lo que necesitaba saber lo tenía allí. Su familia era muy sencilla y no se podían permitir los gastos de enviarla a colegios, así que recibió el carnet de la biblioteca como regalo, y empezó a empaparse con todos los libros que tenía a su alcance. David desistió de preguntar nada más. La cara triste que se había reflejado en el rostro de Mercedes le había hecho pasar un mal rato. No quería hacerle daño, empezaba a sentir algo más que amistad por ella, y cada instante que tenía libre, cada momento, lo pasaba en la biblioteca junto a ella... Varias veces le había pedido que saliesen a tomar algo, pero ella se negaba una y otra vez a dejar los libros. Un día él dejó de insistir y decidió que si ella no quería salir él pasaría los días allí con ella.

    Años después, David ya había ingresado en la universidad y apenas tenía un día libre para pasarse por la biblioteca y ver a Mercedes. Cuando cumplió 22 años fue a buscarla, pero no la encontró. Llevaba más de dos meses sin pasar por allí y quizá Mercedes se había cansado de esperarle... Volvió día tras día allí, pero nada. Parecía que se la hubiese tragado la tierra. Además ni siquiera sabía dónde vivía. Ahora se daba cuenta de que después de tantos años nunca se habían visto fuera de la biblioteca. Ella se negaba y él nunca le había preguntado dónde vivía o dónde pasaba las noches. Para él era normal entrar en aquel lugar y verla donde siempre, en aquel sillón, con un nuevo libro entre sus delicadas manos. Durante los últimos años había ido cambiando ante sus ojos y casi ni se había dado cuenta hasta que comenzó en la universidad y empezó a verla sólo muy de vez en cuando. Fue consciente de lo hermosa que era y lo bien que se lo pasaba con ella. Necesitaba verla una vez más y decírselo. Esperaba que ella sintiese lo mismo que él y poder llenarla de amor y alegría... Pasó allí varias semanas, pero no apareció. Estaba impaciente y angustiado, pero tampoco podía denunciar su desaparición porque no sabía mucho de ella.

    En la facultad le mandaron hacer un trabajo de investigación, y el tema era a elegir. Decidió que escribiría sobre la biblioteca. Año de fundación, responsable de la administración, patrocinadores... Así podría pasar allí más tiempo y tendría alguna excusa que murmurarle a sus compañeros, a los que extrañaba que se encerrase allí durante tantas horas... La biblioteca no era muy antigua, había sido reconstruida en el año 1871. Estaba buscando entre los viejos legajos de una zona particular a la cual, tras años de incesantes visitas, le habían permitido el acceso. Encontró un viejo periódico, arrugado y que casi se caía a pedazos. Era del día en que se había acabado la reconstrucción de la biblioteca.

    Decidió hacer un descanso y ojear aquel viejo periódico por diversión. Leyó la noticia: 'Acabada la reconstrucción de la biblioteca. Hoy se da por terminada la obra de reconstrucción. Por fin volveremos a tener un centro en el que embriagarnos de saber y embarcarnos a nuevos mundos con todos los libros que lleguen a sus estanterías. Todavía hoy, meses después, recordamos a la pequeña Mercedes Paz, de tan sólo 9 años. El día que se produjo el incendio no pudo escapar y pereció entre las paredes de la antigua biblioteca, por eso, y en su memoria se colocará una placa conmemorativa que...'

    No pudo seguir leyendo. Nunca se había fijado en el nombre  que estaba escrito en aquella vieja placa hasta ahora, y jamás lo habría asociado con su adorada Mercedes. Sintió una mano en su hombro, y un aliento frío en la nuca. Al girarse la volvió a ver, como tantos otros días, radiante, aunque una sombra de tristeza se había apoderado del brillo de sus ojos.

    -Nunca encontré el momento ni el valor para decírtelo...
    -Pero...
    -No hables. Ahora sólo escúchame... Desde que se levantaron estas paredes estoy aquí. No sabía qué hacer o a dónde ir y empecé a leer estos libros. Me di cuenta de que cuando leía era visible para los demás, mientras que si intentaba salir de aquí me desvanecía en el aire. Tú fuiste la primera y única persona que me dirigió la palabra y eso me llenó de alegría. ¡Llevaba tantos años sin hablar con nadie! Aunque habían pasado muchos años jamás cambié ni crecí hasta que te conocí a ti. Tenías la misma edad que yo cuando me morí y gracias a ti empecé a madurar, y aunque en el fondo sigo siendo una niña, mi aspecto físico ha ido cambiando contigo. Ahora que sabes todo esto supongo que no volveré a verte. No te preocupes, siempre te estaré agradecida.
    -Yo no sé qué pensar. Necesito tomar el aire.

    David fue a dar un paseo y no volvió por la biblioteca en días, pero al fin pudo tomar esa decisión que no dejaba libre a su corazón. Se esforzó en las clases para acabar la carrera, y luego luchó con todas sus fuerzas para conseguir aquel puesto de trabajo... Había decidido ser bibliotecario allí mismo. Así siempre podría estar junto a su amada Mercedes, a la que podría mirar hasta que la muerte le llevase a sus dulces brazos, para poder estar juntos al fin, por toda la eternidad."


    *Frase de Scry.

martes, 28 de noviembre de 2006

"El hada de los sueños"

El hada de los sueños

"Otro día más amanece nublado… Erea estaba apoyada en la ventana, viendo la lluvia caer, y el mundo que la rodeaba. Ese mundo al que siente que no pertenece, en el que por momentos se siente como una extraña. A veces le gustaría estar muy lejos de allí, en algún lugar que no conozca, donde pudiese ser una persona anónima, donde no se sintiese una extraña en su propio cuerpo… Tiene muy buenos amigos que la comprenden y apoyan, pero a veces pese a estar rodeada de mucha gente se siente aún más sola.
En muchas ocasiones sus amigos la miran en silencio… A veces parece una frágil muñeca de porcelana y otras es tan fuerte como el más resistente de los metales. Erea siempre se sintió diferente a los demás y eso la llenaba de alegría. ¿Por qué conformarse con ser luciérnaga pudiendo ser estrella? Se lo repetía constantemente, era su lema. Ser diferente no es malo, al contrario, es lo que te distingue de todos los demás. Como todos, tienes sus manías y excentricidades y eso la hace maravillosa…
Cuando mira por la ventana el mundo que se extiende a su alrededor no entiende qué hace aquí. Se siente como si este no fuese su lugar. El único lugar en el que se encuentra realmente cómo es en sus sueños. En ellos es tan libre para hacer todo lo que desea… En ellos se recrea todas las noches. Durante el día cuenta las horas que quedan para que la oscuridad la envuelva de nuevo y la transporte a esos lugares en los que es tan feliz.
Un día quiso aferrarse a sus sueños. ¡No quería despertar! Maldecía a la mañana por haber llegado y deseaba que siempre la noche la envolviese. Cuando despertó aún era de noche, seguro que había sido un sueño, como tantas otras veces e intentó dormirse otra vez, pero había algo distinto en ella. Era tan chiquitina, tan pequeñita que cogería en las manitos de un niño. Se sentía libre, más libre que en el mejor de sus sueños y la sensación era tan real… A su espalda dos pequeñas alas se movían al compás de los latidos de su corazoncito. Erea… ¡Era una Hada! Ahora entendía porque durante los días se sentía atrapada entre aquellas paredes y dentro de aquel cuerpo. Ahora entendía muchas cosas.
Se preguntaba muchas cosas, entre ellas si todavía estaba soñando. Si era así no quería despertar. Jamás se había sentido tan libre como en ese momento. Dió unas vueltas por toda la habitación para comprobar que casi sin esfuerzo controlaba sus alitas y que podía volar y desplazarse sin peligro. Decidió que no podía quedarse encerrada allí ahora que al fin comprendía la verdad. Salió a la calle, casi desierta a esas horas tan tempranas. Volaba entre la gente, pero nadie se percataba de su presencia salvo los niños.
Voló hacia las casas de todas las personas que conocía. Todos dormían y les susurró unas palabras al oído, que luego se convertirían en unas sonrisas dulces en los rostros de aquellos que dormían. Así pasó toda la noche y antes de que despuntase el alba Erea había regresado a su cuarto, y se recostó sobre aquella enorme almohada para que su pequeño cuerpecito recuperase las fuerzas.
El sol la deslumbró. Intentó volar, pero no pudo. Era de día y volvía a ser la misma de siempre. ¡Todo había sido un sueño! Pero tan hermoso… Se encontró con muchos conocidos y todos le dijeron que habían soñado con ella y que se habían levantado de muy buen humor y con ganas de seguir adelante. Se sorprendió mucho. Si no había sido un sueño… ¿Entonces qué?
Así pasaron muchas noches, y siempre era igual. Al principio sólo visitaba a los conocidos, luego empezó a visitar a gente que no conocía para obsequiarles con sueños dulces y hermosos. Erea era feliz así. Al fin había encontrado su razón de ser. Ese
motivo por el que luchar cada día, pero no podía contárselo a nadie, no la creerían. Sus amigos la veían cada día y se sorprendían al verla siempre tan feliz y tan triste al mismo tiempo. Siempre con una sonrisa en los labios, una frase alentadora en el corazón y un hilo de tristeza en sus ojos.
Quizá penséis que esto es sólo un cuento, pero es realidad. Una noche, estando yo en cama, preparándome para dormir, una lucecita entró en mi habitación y se posó sobre mi almohada. Era ella. Estaba un poco triste porque no podía contar a nadie lo que le pasaba y por qué era tan feliz. Se extrañó de que yo pudiera verla y comenzó a visitarme por las noches. Le prometí que contaría su historia, que por siempre jamás sería un cuento, el de la Hada de los sueños.
Y esta es su historia. Ahora es totalmente feliz regalando sueños e inspiración a todas aquellas personas que creen en ella... Erea es esa Hada chiquitina que todos, alguna vez, hemos visto de pequeños. Esa Hada que nos visita por las noches y nos regala sus más dulces sueños."

martes, 21 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 2 "En la oscuridad"

En la oscuridad

    “El centro comercial quedó en penumbra. Sebastián estaba encerrado y no había forma de salir. Bueno, pensó, pasaría allí la noche y por la mañana reanudaría su vida con normalidad. Buscó una cama en la que poder dormir. Cuando ya se estaba preparando escuchó un ruido. No le dio importancia, pero al cabo de un rato volvió a oír otro ruido. Con todos los sentidos alerta, y entre las sombras se encaminó hacia una de las escaleras.

    No sabía que es lo que realmente esperaba encontrar, pero no vio nada. Necesitaba adivinar de dónde procedía aquel ruido que tanto le crispaba los nervios... Siguió buscando entre la oscuridad lo que fuese que causaba aquellos ruidos, a veces metálicos, a veces como de madera, y otras sonaba a cristal. Cuando iba a doblar una esquina escuchó los ruidos otra vez. Se asomó con precaución y lo que vieron sus ojos ¡era algo increíble!

    Coches, muñecos, peluches... ¡Todos tenían vida! Se movían por el centro comercial como si fuesen reales, con si fuesen personas o coches de verdad. No daba crédito a sus ojos. Al querer retroceder tropezó con unas cajas y provocó un estrepitoso ruido. Los muñecos se giraron y fueron en su dirección. No sabía qué hacer. Empezaba a sentir mucho miedo. Aquello no podía ser real. ¡No podía estar ocurriendo! Echó a correr sin saber muy bien a dónde. Tenía que escapar de todas esas miniaturas que le perseguían. Al doblar una esquina se topó con un grupo de muñecos, uno de los cuales tenía cara de estar asustado. Parecían tan reales...

    Encontró un sitio donde esconderse y esperar a que amaneciese. Echó un par de horas en su escondite, pero un ruido a su espalda hizo que se le erizase la piel. Al girarse se encontró un enorme peluche gruñendo y avanzando en pos de él. Sebastián se giró para huir, pero sus ojos no encontraban una salida... Estaba totalmente rodeado por muñecos y juguetes. Un grito escapó de su boca antes de que aquella jauría se le echase encima.

    Al despertar se sintió muy reconfortado y oía el bullicio de la gente. Cuando quiso marcharse sus piernas no le respondieron. Se vio las manos, eran de plástico y también sus piernas... ¡Era un muñeco! Desde ese día pasa las horas inmóvil en las estanterías del centro comercial, aprovechando las noches para vagar eternamente y esperando que una nueva víctima se quede atrapada para que le haga compañía por siempre jamás."



    *Frase Anónima.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

CuentaCuentos nº 1 "Las cálidas alas de un ángel"

Las alas de un ángel

    "Las cálidas alas de un ángel acariciaban mi rostro - pensó. Fue una visión tan hermosa... Entonces volvió en si. Estaba frente a la ventana, viendo la lluvia caer, con el corazón hecho un nudo. Recordó que esa misma mañana había ido a trabajar, como tantos otros días en los que la lluvia azotaba la ciudad. La gente corría bajo su paraguas, y algunos que habían salido sin nada con lo que resguardase de la lluvia corrían para guarecerse bajo balcones y salientes.

    Recordó que no había mucho por hacer en el trabajo, así que salió antes, y sin llamar a su novio, decidió pasar por su casa a darle una visita. Cuando llegó no llamó al timbre, cogió sus llaves y entró. Se descalzó para no hacer ruido y se acercó a su habitación. Estaba muy ilusionada pensando en darle una sorpresa, pero todo se desvaneció cuando, al entrar en la habitación, le vio en la cama con otra. Las lágrimas se asomaron en sus ojos. Salió corriendo de allí.

    No sabía a dónde ir. La lluvia le calaba la ropa, pues con las prisas, se había dejado el paraguas en su piso. Cuando se quiso dar cuenta estaba en la puerta de su casa, y entró justo cuando el teléfono comenzaba a sonar. No quería cogerlo. No quería hablar con nadie en ese momento. Saltó el contestador. Era él, y dejó un mensaje.

    - Cariño, he visto tu paraguas aquí, y también tus zapatos. No sé que es lo que habrás visto para salir corriendo, pero te juro que todo tiene una explicación. Llámame.

    Estaba frente a la ventana, mojada, y con los pies descalzos. Hasta ese momento ni se había dado cuenta de que también sus zapatos se quedaron atrás. Y así pasó varias horas hasta que se decidió a llamarle. No estaba y saltó el contestador.

    - Lo que he visto no tiene más explicación que la obvia. No me llames porque no estaré aquí. Y esta es la última vez que oyes mi voz. Adiós.

    Se encaminó al baño. Llenó la bañera y cogió su toalla. También colocó lo que acababa de coger al lado de la bañera... Se metió en el agua templada y se relajó. Cogió lo que tenía al lado de la bañera, se lo acercó a la muñeca y un río de color púrpura empezó a recorrer su brazo...

    Poco a poco el sopor la transportó a su último sueño. Las cálidas alas de un ángel acariciaron su rostro... y entonces recordó que estaba muerta..."

    *Frase de Dark_Angel.