lunes, 29 de enero de 2007

CuentaCuentos nº 12 "El fin de todo"

Hay que haber leído antes Que más se podía hacer El comienzo de todo en ses orden

El fin de todo

    “Recuerdo tu sonrisa de niña esculpiendo la mía, te recuerdo tan claramente mamá...

    Laura estaba acostada junto a Ricardo, y por sus mejillas resbalaban unas brillantes lágrimas, en parte dulces y en parte amargas. Junto a Ricardo había recordado a sus padres, olvidados tanto tiempo atrás... Ahora tenía una nueva vida. Era una mujer nueva. Por primera vez desde hacía muchos años Laura era feliz. Ella y Ricardo habían conseguido escapar, y los últimos cuatro años fueron un regalo para ambos. Quería hacerle un obsequio, algo que a él realmente le encantase.

    Tras unos cuantos días supo exactamente qué podía regalarle. Iba a comprarle un ejemplar nuevo del libro que él leía en aquella cafetería en la que años antes se habían conocido, además estaba de suerte, el autor iba a estar por allí cerca firmando ejemplares, celebrando la vigésima edición de su libro. “Si llueve” ese era el título del libro, una serie de relatos escritos por José Alberto, uno de los cuales daba título al libro y era una obra maestra. Fue a aquella enorme librería y cuando tuvo su ejemplar esperó a que fuese la hora. Se puso a la cola y pidió que se lo dedicasen a nombre de Ricardo. Seguro que le hacía mucha ilusión...

    Iba de camino a casa, con su ejemplar perfectamente envuelto, y pensando en la cara que pondría Ricardo al verlo. Dobló la esquina de su calle, y un gran estruendo la sacó de sus pensamientos. Levantó la cabeza para confirmar sus peores sospechas. Su casa había volado por los aires. Echó a correr y al llegar cayó de rodillas sollozando. La policía y los bomberos llegaron pronto, pero sólo pudieron confirmar la muerte por quemaduras del hombre que estaba dentro de la casa... Ricardo había muerto pero... ¿Por qué? Su teléfono sonó, pero no supo que allí hallaría la respuesta.

    -Mi querida Laura, hemos tardado en encontrarte, pero al fin lo hemos logrado, y fíjate cual sería mi sorpresa al encontrar vivo a Ricardo... Bueno, no me ha quedado más remedio que concluir lo que tú no pudiste en su día, pero tranquila, tu secreto está a salvo conmigo, además te tengo un trabajito... Ven en cuanto puedas.

    Laura no sabía qué decir. Después de aquello la conversación se cortó sin que tuviese tiempo de decir nada. En su corazón la rabia volvía a latir, el coraje volvía a formar parte de ella y su único deseo era la venganza... No lo pensó dos veces. Se cogió un avión, no sin antes concertar una cita con un amigo que podía venderle un par de armas. El vuelo se le hizo eterno, y el trayecto hasta la zona de contacto aún más, pero nada le importaba más que saciar su ira, tenía que aplacar todo el dolor que sentía.

    Se compró dos armas, Un fusil de asalto y una pistola semi-automática. La pistola la guardó en la cintura de su pantalón, pero el fusil ni se molestó en ocultarlo. Ya no le importaba nada. El odio volvía a guiar sus pasos. Volvía a ser aquella despiadada asesina que años antes había matado a tanta gente, pero al contrario que aquella vez, ahora sí recodaba a sus padres, todo el dolor que pasó en el orfanato, y cómo le arrebataron el amor de su Ricardo, y recordar todo esto la hacía aún más peligrosa.

    Llegó a la nave industrial en la que  preparaba los negocios sucios su antiguo jefe. Se coló por una ventana, sin mayor complicación y comenzó con su venganza. Caminó por aquellos pasillos de mercancías. Unos pasos delante de ella había dos guardias. Sin pensárselo dos veces descargó una ráfaga de balas  con el fusil. Les disparó a las piernas. Cayeron al suelo antes de poder reaccionar. Se acercó a ellos y los remató. Iban a pagar todo el daño que le habían hecho.

    Minutos después se encontró con cinco guardias más, pero ya estaban avisados de su presencia. Los tiros la habían delatado, pero nada importaba ya... Rodó por el suelo y consiguió herir de muerte a dos de ellos, sólo le quedaban tres. Subió por unas cajas, y desde la altura consiguió disparar a dos de ellos antes de que el tercero le alcanzase con una bala. Se derrumbó con el dolor, pero había conseguido matar a aquel cabrón.

    De su costado salía un montón de sangre, pero no podía quedarse quieta. No había llegado hasta allí para rendirse. Dejó el fusil, ya que se le había acabado la munición. Cogió un cuchillo de uno de los cadáveres y siguió adelante por aquel sin fin de pasillos. Al fin vio a aquel hijo de puta. Había dos matones con él, pero estaban todos de espaldas, y con sigilo no le sería difícil acercarse y matarles... En el más absoluto silencio se acercó a uno de ellos, y con un rápido movimiento le partió el cuello. Al oír el ruido su compañero se giró, pero Laura ya se había abalanzado sobre él. Le asestó cuatro puñaladas en el pecho. Tiró el cuchillo al suelo. Estaba cubierta de sangre, alguna era suya (la mayor parte), pero también estaba cubierta de la sangre de todos aquellos a los que había matado.

    -Sabía que vendrías mi pequeña niña, pero no imaginé que vendrías así. Pensé que te había hecho un favor librándote de ese estorbo de Ricardo. A su lado no me valías para nada, eras inútil, pensé que me lo agradecerías, pero veo que no...
    -Estoy aquí para matarle jefe. Podría haberme dejado vivir feliz, pero su rencor y necesidad de dominio fue superior a usted. No me eche la culpa de lo que va a pasar, porque esto se lo ha buscado usted solito...

    Sacó el arma con una mano, en la otra sujetaba un objeto que la había acompañado durante todo el viaje.

    -Debe darse la vuelta –dijo Laura.- No quiero dispararle por la espalda, pero lo haré si no me deja más remedio…

    Él se dio la vuelta, y pudo ver en un reflejo el arma que llevaba. Después todo fue como a cámara lenta. Sintió el disparo, y luego un fuerte dolor en el pecho. El objeto que llevaba se le resbaló de las manos, pero aún así ella aguantó de pie.

    -Muy bien cabrón, tuvo su oportunidad, pero no supo aprovecharla. Y esto es de parte de Ricardo.

    Una bala salió de su pistola directamente a la cabeza de su antiguo jefe, que se desplomó al instante. Laura permaneció en pie el tiempo suficiente para verle morir, luego la oscuridad se hizo sobre ella y cayó rendida al suelo, muerta. Matar formaba parte de la naturaleza de Laura, había vivido matando, y había muerto por amor... Yacía boca arriba. Tenía dos heridas en su cuerpo. Su sangre manaba copiosamente y caía sobre aquel objeto que había traído con ella...

    “Si llueve”, ese era el título del libro que su sangre estaba empapando... “Si llueve”, e irónicamente comenzó a llover...”  


    *Frase Homenaje a Brian.

lunes, 22 de enero de 2007

CuentaCuentos nº 11 "El comienzo de todo

Hay que haber leído antes Que más se podía hacer

El comienzo de todo

    "Al cerrar los ojos, despertó. Sé que suena extraño, pero así fue. Cuando cerró los ojos lo vio todo claro, por primera vez en mucho tiempo se volvía a sentir viva, y sabía exactamente  lo que tenía que hacer... La conocéis bien, ella es Laura, y este es el comienzo de su historia. Laura se quedó huérfana a los tres años. Tuvieron un accidente de coche en el que murieron sus padres, y cuando la encontraron al día siguiente estaba abrazada al cadáver de su madre.

    Se la llevaron de allí y no dijo ni una palabra. No mostraba emoción alguna, como si todo aquello no fuese con ella. Por más que le preguntaron nunca dijo nada. No encontraron a nadie que pudiese hacerse cargo de ella y tuvo que ingresar en un internado, lo que no mejoró las cosas. Allí, las otras niñas la maltrataban un día sí y otro también. Nadie hacía nada por ayudarla, y si se defendía la castigaban. Por muy mal que se sintiese o por muy dolorido que tuviese el cuerpo jamás dijo una palabra. Cada año que pasaba era peor. Las palizas continuaban y como nunca decía nada, las profesoras y la directora no la estimaban lo más mínimo.

    Años después y recién cumplidos los 18, Laura salió del orfanato. No tenía nada ni a nadie, y no sabía que hacer. Fue a un albergue, y estuvo allí un par de días, pero no fue bien. A la gente le ponía nerviosa que jamás dijese nada, y eso la hizo crearse muchos enemigos. Pasó un par de noches en la calle, durmiendo en portales o bajo puentes, al frío. Una de esas noches, en las que dormía bajo las estrellas se despertó sobresaltada. A su lado había un hombre desconocido. Intentó gritar, ¿pero para qué? Allí, apartada, nadie oiría sus gritos. Aquel hombre se abalanzó sobre ella e intentó violarla. Laura no sabía que hacer, no tenía fuerza para resistirse.

    Al cerrar los ojos, despertó. Ya no era una niña indefensa, era una mujer. Toda su vida la había pasado entre palizas y vejaciones, pero ya no más... ¡Ni una más! Sacó fuerzas y logró escaparse de su atacante. Estaba llena de rabia, llena de dolor. Tenía el resentimiento por todas las palizas que le habían dado, por todo el daño que le habían hecho. La ira había borrado a sus  padres de su cabeza, en su corazón ya no quedaba ni un resquicio de amor.

    Cogió una piedra y cargó contra su atacante. Le golpeó tan fuerte que cayó al suelo al momento, pero no cesó ahí. Siguió golpeándole una y otra vez mientras sentía la sangre en sus manos y su corazón empezaba a calmarse. Paró. Había matado a un hombre, y no sentía nada... Así fue su primera vez, pero no sería la última.

    Días después se enteró de que aquel hombre pertenecía a una banda organizada y que se pensaba que podía haber sido un ajuste de cuentas. Cuando salía del comedor social tres hombres la cogieron, y la metieron en un coche y se la llevaron, no sin antes vendarle los ojos. La llevaron hasta su jefe, que resultaba ser el jefe del hombre que ella había matado.

    Aquel hombre la miró de arriba abajo, le hizo varias preguntas, entre ellas, la edad que tenía, y al fin preguntó por qué había matado a su hombre. Laura contó lo sucedido. Al “jefe” le hizo gracia, pues se puso a reír, y tras una charla le ofreció dinero y protección a cambio de que le hiciese unos trabajitos. Nadie sospecharía de una inocente y hermosa muchacha. Laura aceptó, ya era hora de sacarle partido al dolor y al rencor. Así se convirtió en la mejor asesina a sueldo. La más hermosa y la más mortífera.

    Un par de años después, tuvo que trasladarse por motivos de trabajo. Se cogió un piso y empezó a hacer una vida normal. Todos los días almorzaba en le mismo lugar, y a ser posible, en la misma mesa. Muchas veces había coincidido con la misma gente, personas de costumbre, como ella. Un día al salir notó como si alguien la persiguiese. Casi al doblar la esquina la cogieron por el hombro. Se giró y casi le asesta un golpe a aquel hombre. El pobre, pálido, le ofreció lo que tenía en su mano. Era su pañuelo, se lo había dejado atrás...

    Le pidió disculpas, y para demostrar su arrepentimiento lo invitó a cenar. No sabía muy bien porqué, pero aquel hombre tenía algo especial. Salieron un par de días más. Definitivamente él era especial. Ricardo era el único hombre que la había tratado con respeto y que no había intentado propasarse con ella. Sin darse cuenta recordó aquel sentimiento, amor, y también recordó las caras de sus padres. Junto a Ricardo todo tenía otro color, pero no iba a abandonar su trabajo por nada del mundo...

    Así fue la vida de Laura, y el resto de la historia... Ya la conocéis..."


    *Frase de Cendra.

martes, 16 de enero de 2007

CuentaCuentos nº 10 "Cómo conocí al SdlH"

Cómo conocí al SdlH

    “Hoy voy a contaros algo que nadie sabe. Yo conozco al SdlH. Sí, sé quien es, dónde se oculta y porqué… ¿Y cómo? Os preguntareis, y os lo voy a contar... Todo empezó a raíz de la nueva casa de los CuentaCuentos y el foro... Tenía comunicación directa con él, le mandaba mensajes y me respondía... Un día, por algún rincón del foro encontré una pregunta que jamás me había formulado... “¿Quién es el Señor de las Historias?” Desde ese instante mi cabeza no podía arrancar ningún otro pensamiento que no fuese imaginarme su rostro, sus manos...

    A partir de ahí y para saciar mi curiosidad puse todas mis artes detectivescas y mi sexto sentido en alerta. Iba a encontrarle ¡costase lo que costase! Aún no sé muy bien por que imaginé que el SdlH sería un CuentaCuentos más. ¿Qué mejor forma de ocultarse que estar a la vista?

    Primer paso: despejar la gran duda... ¿Hombre o mujer? (Para mí esto era como la pregunta ¿Qué vino antes el huevo o la gallina?) En el mundo de los cuentos todo es posible, hasta lo que nunca imaginamos... Tras arduas indagaciones (y tirando mucho del instinto) di por sentado que el individuo es varón (o sea, un hombre) ¿Y ahora?

    Segundo paso: (y el más jodido) tratar de encontrar una pista por la cual empezar a tirar del hilo... Así que empecé a visitar los blogs de todos los participantes... Días después y tras mucho pensar un agudo dolor de cabeza (imagíname dándome de cabezazos contra el ordenador...) y un par de sospechosos rondaban a mi alrededor.

    Tercer paso: (tercer paso... tercer paso... ¡Ah! ¡Sí!) Ahora vigilar cada movimiento y cada mensaje que mis sospechosos dejaban pro el foro. De esto saqué una gran conclusión: “la gente de este foro está tan colgada como yo” y una conclusión pequeña, que estaba cerca de mi objetivo, pero que el ordenador no me iba a dar la solución. Tras dos semanas de indagaciones y varios sospechosos descartados ya sólo quedaban dos candidatos. No podía equivocarme... Además mi tenía una corazonada sobre uno de ellos. Desde el principio algo en mi interior me decía que le había encontrado, pero no quería precipitarme. Así que continué  con mis investigaciones.

    Cuarto paso. Respirar un poco, dejar el ordenador a un lado y ver el móvil. Allí me encontré un montón de llamadas perdidas y mensajes, así que llamé y respondí para dar señales de vida.

    Quinto paso: volver a Internet y terminar con las indagaciones de una vez o morir en el intento... Así que me puse manos a la obra. Al fin y por casualidades del destino encontré la gran pista que confirmó mis sospechas. Una foto y un comentario abrieron ante mí un mundo nuevo, en el que lo veía todo más claro (además acababa de limpiar las gafas, jajaja...)

    Pues puse manos a la obra y empecé a pensar como abordar el tema a partir de ahora. Al fin le había encontrado y me iba a dar el gusto de saborearlo… Comencé con mi plan, el cual me llevaba a hacerme amiga de “él” sin dejar mis cartas al descubierto y sin darle a saber que conocía su secreto.

    Pasamos unas semanas hablando en el foro y por el MSN. Nos llevábamos genial y decidimos quedar un día para tomarnos un café. Nos vimos en un bar y fueron unas horas súper divertidas... Empezamos a quedar más a menudo y cambiamos el café por unas cañas. Mientras, mi plan cobraba forma y empezaba a tener cuerpo. Cerca estaba el momento crucial. Una noche, tras unas cuantas cañas y unos bailes en la discoteca le invité a mi casa, (el lugar donde soy más fuerte y donde podía ejecutar mi plan sin temor). En casa le invité a una copa y al final de la noche acabamos en la cama... (No os podéis imaginar lo salvaje que resultó).

    Cuando despertó tenía dolor de cabeza y no podía moverse… Le tenía atado a la cama, y tendría que confesarlo todo. Cogí una pluma de ave y empecé a hacerle cosquillas por todo el cuerpo, le di descargas de corriente, le dejaba caer cera caliente de una vela sobre el pecho... Tras varias horas al fin confesó. Él era el Señor de las Historias. Después se desmayó, extenuado. Cuando volvió en sí ya le tenía en otra habitación, y no estaba solo. Allí había más camas con otros hombres, atados al igual que él. Pudo reconocer a Hellraiser, Aarón, Victorvolador, Disonante... Todos estaban allí porque necesitaba conejillos de indias para mis experimentos... A todos les había cogido con el mismo método, unas cañas, la última en mi casa, un revolcón... No quiero entrar en detalles, pero chicas, me parece que me he quedado los mejores especimenes. Hell es apasionado, Victorvolador un dulce corderito, Aarón... ¡Indescriptible!

    Al principio sólo les necesitaba para practicar para el gran momento, luego quise conservarlos, tendría mi propia colección de CuentaCuentos, pero me faltaba “él”, el Señor de las Historias. Ninguna colección estaría completa sin él y al fin le tenía, sólo para mí... Ahora ya se han acostumbrado, y saben que si se portan bien les dejaré conectarse un rato en el ordenador... Después de tanto tiempo ya puedo fiarme de ellos, y sólo les tengo puesto un collar que detectaría si intentasen escapar, y si eso ocurriese lo pagarían todos. Han aprendido las reglas y se comportan, mis chicos son buenos chicos...

    ¿Por qué os cuento esto? No sé, quizá porque las historias mueren si no son contadas. Y quiero deciros algo... Quiero ampliar mi colección, así que andaros con ojo y no os fiéis de nadie, porque cualquier día, al doblar una esquina, allí estaré y despertareis aquí, sin poder escapar...”

    *Frase Anónima.

martes, 9 de enero de 2007

CuentaCuentos nº 9 "Que más se podía hacer"

Que más se podía hacer

    "Matar formaba parte de la naturaleza de Laura. Desde pequeña la muerte siempre la había rodeado. Sus padres murieron siendo ella una niña y al no haber nadie que se hiciese cargo de ella ingresó en un internado. Allí pasó los peores años de su vida, y cuando al fin salió estaba llena de rencor. Sólo conocía el dolor y la muerte y lo convirtió en su profesión. Laura era una asesina a sueldo. Mataba por encargo y ponía sus servicios a los pies de quien pudiese pagarle. So sentía remordimientos y eso la convertía en la mejor.

    Estaba sentada en el parque, en el banco de siempre esperando que le entregaran el nombre de su siguiente víctima. De algún desdichado que no sabía que su hora se acercaba y que estaba agotando sus últimos días de vida. Pasaron a su lado y dejaron caer un papel al suelo. Rápidamente lo recogió y se dispuso a leer el nombre de su próximo encargo... Su corazón le dio un vuelco y un gran dolor le recorrió el pecho. El nombre que allí leyó era el del hombre que hacía meses le había devuelto la sonrisa. ¡No se lo podía creer! Tenía que matar a Ricardo... Eso ponía. Tenía que matar al único hombre que había amado, el único que la sabía hacer feliz.

    ¿Qué podía hacer? A él no podía... Pero, ¿había otra solución? Durante un buen rato estuvo en el parque, pensando, pero no encontró ninguna otra solución... Corrió hasta su casa, montó su arma y decidió cual era el siguiente paso. Hizo la llamada y concertó la cita. Se sentó a esperar sin creerse lo que estaba a punto de hacer. Cuando sonó el timbre se dirigió a la puerta, quitó el seguro de la pistola y recibió a su visitante con un certero tiro entre los ojos. Cayó al suelo, muerto... Ya había hecho la mitad del trabajo, pero aún quedaba mucho por hacer...

    Cogió el cadáver y le borró las huellas con ácido. También le sacó un par de dientes. Como todos sus encargos, tenía que quedar irreconocible. Luego lo metió en el coche y se encaminó a un descampado. Allí le prendió fuego hasta que casi se había consumido. Volvió a casa, y como pensaba, se encontró a la asistenta entrando en casa y pegando un grito al encontrar la sangre. Corrió hacia ella y le pegó un tiro a bocajarro. Hizo sus maletas mientras el ácido borraba cualquier detalle que pudiera delatar que no era ella. Antes de irse dio un último vistazo y prendió fuego a su casa...

    Se dirigió a la estación de tren lo más rápido que pudo. No podía perderlo... Tenía que desaparecer... Al llegar a la estación se subió al vagón y se metió en un compartimento vacío. Recordaba todo lo que había hecho, pero no podía ser de otra forma. Al rato de ponerse el tren en marcha unas manos taparon sus ojos y unos labios rozaron su mejilla. Al girarse allí estaba él, Ricardo estaba bien, y lo único que le importaba era huir de allí. Jamás les volverían a ver...

    Gracias a dios Ricardo no hizo muchas preguntas cuando Laura le llamó. Hizo las maletas rápidamente y salió disparado a la estación. Hizo todo lo que ella le pidió porque sólo deseaba estar con ella... Laura lo sentía por las personas inocentes que había perdido la vida por ella, pero lo único que tenía era a Ricardo, y no iba a perderle por nada del mundo..."


    *Frase de Brian.

miércoles, 3 de enero de 2007

CuentaCuentos nº 8 "Aquel día algo iba a cambiar"

Aquel día algo iba a cambiar

    "A veces mi alegría se convierte en desgracia. ¡No! Esa frase no va con ella. María es una mujer tremendamente positiva. Ella prefiere pensar que a veces su desgracia se convierte en alegría. Aquella mañana amaneció  con la sensación de que algo bonito le iba a pasar. María solía tener este tipo de sensaciones y casi no se equivocaba. Es una mujer con mucha sensibilidad y pero también es muy solitaria.

    María tuvo un gran amor, de esos que te dejan huella, pero todo acabó una noche en la que ella le encontró con otra mujer y decidió que no volvería a sufrir por él. Le dejó en ese mismo instante y aunque tardó meses en olvidarle, en poder sacarle de su corazón, hoy es una mujer completamente nueva. Se levantó y fue a ducharse. Al salir de la ducha sonó el timbre y fue a abrir. Era un repartidor. ¡Alguien le había mandado un ramo de rosas! Leyó la nota: ‘Reúnete conmigo esta noche en el embarcadero, te espero a las 9.30. No busques excusas, déjate guiar por tu corazón él te dirá qué hacer.’

    ¡Era un admirador secreto! María había soñado, como tantas otras mujeres, mil veces con algo así. Siempre pensó que era algo muy romántico, pero... ¿Qué haría? ¿Y si era él? Después de tanto tiempo en su corazón sólo había odio y no quería verle. Al cabo de un rato desechó la idea. Él no tenía tanto cerebro como para pensar algo así. Al fin decidió que acudiría a la cita, pero tenía que estar espectacular. Fue de compras y a la peluquería. Escogió un hermoso vestido azul que resaltaba sus ojos y su cuerpo rebosante de curvas femeninas.

    Estaba muy nerviosa, todavía no tenía muy claro si acudir o no, pero... No podía quedarse con aquella duda para siempre, ¿quién sería su amor secreto? Empezó a arreglarse cuando sonó el teléfono. Era Joaquín que quería quedar para tomar un café. Le dijo que no podía, que ya tenía planes. Se disculpó y colgó. Joaquín siempre había estado a su lado, apoyándola  cuando más lo necesitaba, y siempre estuvo ahí cuando lo pasó tan mal por culpa de su ex. No se merecía quedar colgado...

    Iba a pasar de la cita con el hombre misterioso y quedar con él, se lo merecía. Le llamó, pero tenía el móvil apagado. Lo intentó un montón de veces, pero ninguna de ellas fue capaz de contactar con él, quizá el destino quería llevarla hasta el misterioso enamorado que le había enviado rosas. Se encaminó a su cita. Por su cabeza pasaban millones de pensamientos. ¿Quién sería? ¿Le conocía? Todas estas dudas le asaltaban el corazón y cuando se acercó al embarcadero sus latidos se pusieron a mil. Había una mesa colocada con dos cubiertos y velas. Había también otro ramo de rosas y una nota. Cuando se acercó leyó: ‘Tú eres la rosa más hermosa de mi jardín, si alguien te cortase no podría soportarlo, lo doy todo por ti.’

    Su corazón no podía más. Las piernas le temblaban y decidió sentarse. Bebió de la copa de champaña que tenía ante ella. Estaba muy nerviosa. Una mano se puso sobre sus ojos, unos labios rozaron su mejilla y una rosa acarició su rostro y su boca... ¡Quería verle ya! Se levantó sin darse la vuelta, y cuando se giró su corazón saltó de alegría. ¡Frente a ella estaba Joaquín!

    ¡Estaba tan diferente! De traje, todo repeinado y olía tan dulce... No podía apartar los ojos de él. ¿Qué le pasaba? Nunca se había sentido así. Joaquín le cogió la mano y miles de mariposas empezaron a revolotear en su estómago...

    -María, yo te amo. Te amo desde el primer día que te vi. No me atreví a decírtelo por temor a ser rechazado, pero no puedo más, yo...

    María puso un dedo sobre sus suaves labios interrumpiendo sus palabras y se descubrió susurrando con una voz melosa y arrebatadora.

    -Bésame. No digas nada más. Sólo bésame.

    Al verle allí, frente a ella, María supo que le quería. Entendió por qué tuvo la sensación de estar traicionándole, y por qué iba a pasar de aquella cita por él.

    -Te llamé pero no me contestaste…
    -Lo sé, y eso me dio aún más fuerzas.

    El tacto de sus labios era dulce y cálido y no quería separarse de ellos, y no volvería a hacerlo. Un par de años después María y Joaquín se casaron y casi un año más tarde tuvieron sus gemelos. María era la mujer más feliz del mundo y recordó aquella mañana en la que sintió que algo especial iba a pasarle...”


    *Frase de Yolanda.