lunes, 26 de febrero de 2007

CuentaCuentos nº 16 "Donde reside la magia"

Donde reside la magia

    “El silencio de la noche fue su aliado, como tantas otras noches durante todos aquellos años. Uxío y Sabela tenían 16 y 14 años respectivamente. Se conocían desde que eran unos niños pequeños, sus familias siempre habían sido vecinas, y siempre pasaban los veranos juntos en el pueblo. Salían a pasear y a jugar por los alrededores, eran los mejores amigos del mundo, y juntos habían superado muchos malos momentos, pero también compartieron momentos de felicidad.

    Aquel año Sabela veía que algo había cambiado. Uxío no era igual que siempre con ella. No la miraba como antes, en su mirada se escondía algo diferente... Concretamente aquella noche, Uxío estaba más raro que de costumbre. La llevó hasta el lugar más hermoso del bosque. Aquel claro en el que habían jugado desde niños. Donde se habían contado tantas cosas...

    Uxío le pidió que llevase un bolígrafo y dos papeles. No sabía para que, pero la verdad es que le encantaba cuando le daba sorpresas. Estuvo un buen rato mirándola en silencio, como si quisiese guardar en su mente todos sus rasgos, y al fin le dijo.

    -Nos vamos a vivir a otro lado, lejos. No sé cuando volveremos a vernos.
    -¿Qué? Pero ¿y eso?
    -A mi padre le han ofrecido un trabajo mejor y nos mudamos. Ahora que me voy me doy cuenta de muchas cosas, entre ellas de que te voy a extrañar, miña Sabela. Por eso quiero que hagamos algo...

    Sacó dos saquitos pequeños, de esos que te dan en las joyerías, y los llenó de tierra. Sabela sabía lo que iba a hacer, a ella le habían hablado de aquel ritual, y ahora entendía el porqué de llevar el bolígrafo y las hojas. Cuando al fin los tuvo llenos se quedó unos segundos absorto en los ojos de Sabela, en los que las lágrimas ya comenzaban a brotar. Cogió el bolígrafo y el papel que ella le extendía y con letra clara escribió: “Esta tierra que nos une, que me liga a este lugar. Esta tierra volverá a traerme a ti. O teu neno, só teu... Sempre.”

    Sabela estaba mirando como Uxío escribía aquellas palabras, las de aquel hechizo que su abuela le había contado. El hechizo lo usaban los enamorados para volver a estar juntos si tenían que separarse. Casi ni se dio cuenta de cuando Uxío le tendió el bolígrafo.

    -Ahora cuando cogí el bolígrafo la mano me tembló, me tiembla todo el cuerpo... -  y mientras escribía leyó en voz alta. – “Esta tierra que nos une, que me liga a este lugar. Esta tierra volverá a traerme a ti. A túa  nena, só túa... Sempre.”

    Al acabar de escribir se dio cuenta de que Uxío la estaba mirando y antes de él pudiese decir nada ella se inclinó y juntó sus labios con los suyos. Un inocente roce, pero para ellos, un pedacito de cielo. Metieron las notas dentro de los saquitos con la tierra, y ella se quedó con el que tenía el papel firmado por él y él con el que contenía la firma de ella. Así quedarían unidos por la magia, para siempre. Se cogieron de la mano y comenzaron a caminar.

    -Pronto me olvidarás, y no seré más que un vago recuerdo en tu memoria, conocerás a chicas hermosas, y pronto ya no te acordarás de mí…
    -Que equivocada estás nena, miña nena. Siempre pensaré en ti. Y esta tierra me llevará otra vez hasta ti, algún día. Ya lo verás.

    Aquel día se separaron con otro beso y comenzaron su camino por separado. Uxío en otra ciudad y ella donde siempre. Con el paso de los años no volvió a saber nada de él y ella termino marchándose a la capital para finalizar sus estudios. Ella se hizo fotógrafa y él terminó siendo un importante hombre de negocios. Diez años después estaba Sabela haciendo un reportaje fotográfico sobre la naturaleza cuando se apareció un hombre corriendo. No la vio y no pudo esquivarla tirándola a ella y todo su equipo al suelo.

    -Pero ¿de qué vas? A ver si te fijas un poco por donde andas.
    -Que culpa tengo yo de que te hayas puesto aquí, nena.
    -¡Y aún por encima me llamas nena! Esto ya es el colmo... ¡Imbécil!

    Se fue de allí muy enfadada, necesitaba un sitio que la calmase. Decidió volver unos días al pueblo. Hacía años que no iba por allí, y quizá era el momento de regresar. Al llegar al pueblo miles de recuerdos la asaltaron y su corazón fue alegre y triste al mismo tiempo. Eran tantas las cosas que había dejado allí enterradas... Se fue a descansar un rato, y decidió que luego recorrería otra vez sus calles y los alrededores, todos aquellos sitios en los que había sido tan feliz. Por la tarde salió con su cámara. Sentía la necesidad de hacerle fotos a aquel lugar y quizá pudiese utilizarlas para su reportaje. Estaba allí sola, con la naturaleza y una paz la invadía por completo. No se dio cuenta de que alguien se aproximaba corriendo hasta que volvió a caerse al suelo. Al girarse su sorpresa no podía ser mayor…

    -¿Tú también por aquí? ¿Te has decidido a arruinarme el fin de semana? Porque si es así, me lo dices y me voy y nos ahorramos los dos mucho tiempo.
    -Yo simplemente he venido a intentar relajarme un poco, nada más. Y dime. ¿Cómo has sabido encontrarme? Porque está claro que me has seguido hasta aquí...
    -Sí hombre, ¡lo que me faltaba! Seguirte a ti a algún lado... Antes prefiero tomarme una copa de arsénico que perseguirte por todo el mundo.
    -Bueno, haya paz... Déjame que te enseñe mi lugar favorito de este bosque.
    -Esta bien, pero que ni se te pase por la cabeza que vas a conseguir algo conmigo.
    -Entonces seré yo quien quiera el veneno...

    Caminaron por el bosque y entonces llegaron a aquel lugar tan especial que Sabela no pisaba desde hacía 10 años. Miró a su alrededor y sintió aquel cálido beso que le había robado a Uxío. Su estómago se había revolucionado, pero no dijo ni la más mínima palabra. No iba a compartir con aquel desconocido su más tierno recuerdo. Él la miraba y empezaba a pensar que se había equivocado con ella...

    Ella suspiró y se giró hacia él, que pensó que era entonces o nunca. Se acercó a ella y estrechándola entre sus brazos la besó con pasión, y cuando sus labios rozaron los suyos supo que era ella. Nadie más le había hecho sentir así... Nadie más que Sabela...

    -Miña nena... Diez años soñando con este momento, y ahora que te tengo otra vez todo me parece un sueño.
    -Uxío... Yo... Yo no...

    Ahora fue ella quien le besó con mucha más pasión que antes, no quería dejarle escapar, aquella vez no, sería diferente. Se besaban como si el mundo no existiese para ellos. Se tumbaron allí en el suelo, en aquel lugar tan hermoso que les había unido para siempre, y decidieron unir sus almas también. Uxío y Sabela hicieron el amor allí mismo, sin importarles nada más. Necesitaban sentir sus cuerpos, era algo que los dos habían soñado durante años. Cuando acabaron se quedaron un buen rato abrazados y besándose. Ella se movió un momento y sacó algo del bolsillo de su pantalón. Se lo enseñó a Uxío. Era aquel saquito con la tierra. Él también lo llevaba en el bolsillo del pantalón y se lo enseñó a ella. Se rieron y volvieron a besarse en un abrazo que les pareció eterno...

    -Ámote miña nena, só miña...
    -Sempre meu amor...

    Sus labios se juntaron en el más tierno de los besos.

    -Quérote meu neno, só meu...
    -Sempre meu ben...

    Aquella tierra meiga les había unido otra vez y no volvieron a separarse jamás. Esta es la historia de Uxío y Sabela, de cómo el amor llega y de todo el poder de la magia de esta, mi tierra. Esta es simplemente una historia más. Pero quien sabe, para alguien podría ser real...”


    *Mi frase.

lunes, 19 de febrero de 2007

CuentaCuentos nº 15 "La magia de Tierras Meigas"

La magia de terras meigas

    “-Brotaba pintura de entre sus dedos, así creaba los más bellos paisajes que...
    -A ver nena, ¿quieres que me crea eso?
    -¿Cómo? Vamos a ver Hell. Me estás contando que a pesar de estar aquí en Galicia conmigo y después de todo lo que te he contado ¿aún no aceptas que ésta es tierra de meigas?
    -Bueno, Níobe, es difícil de creer lo que me estás contando, sólo eso.
    -Pues esto no puede quedar así, ¿me entiendes? No puedes irte de Galicia con ese pensamiento.
    -¿Y qué vas a hacer?
    -Pues demostrarte que todo esto es cierto.
    -¿Y cómo?
    -Eso ya lo verás...

    La conversación quedó ahí. Seguimos sentados en los sofás del Jucamar. Hell había llegado a Cangas el día anterior y yo había intentado enseñarle toda la magia que escondía mi tierra, pero por lo visto tendría mucho trabajo por delante. Pensé en llevarle a algún lugar en el que pudiese embriagarse de la magia. Lo pensé mucho, y al fin creí dar con el lugar perfecto. Al día siguiente le llevé hasta “Chan D’Arquiña”. Es un lugar hermoso. Está lleno de árboles enormes y mesas de piedra bajo las sombras de aquellos majestuosos gigantes.

    Decidí que podíamos pasar allí todo el día, que conociese los bosques gallegos, lo que se escondía tras cada árbol, tras cada hoja, debajo de cada piedra. Paseamos entre los árboles y mientras le iba contando historias que yo conocía desde niña. Historias de duendes, meigas y brujos… Luego nos sentamos a comer. Charlamos, intercambiamos opiniones, y entonces vi en sus ojos un brillo especial.

    Hell comenzaba a creer que la magia residía entre todo aquel paisaje, y eso me llenaba de alegría. Le contaba todo lo que podría sobre la historia de Galicia, sobre sus cuentos y tradiciones. Me escuchaba con la atención de un niño. Necesitaba que a la hora exacta Hell ya no tuviese dudas. ¡Tenía que creer! Si quería darle un recuerdo inolvidable, algo que jamás le abandonase, tenía que hacer todo lo posible para que saliese todo a la perfección. Después de comer nos tumbamos en una manta, a mirar el cielo y escuchar todos los rumores que nos ofrecía el bosque. Dormimos una apacible siesta, y cuando despertamos ya casi era la hora.

    Cogí a Hell de la mano y le llevé hasta el dolmen que había allí cerca. Casi se cernía sobre nosotros el atardecer y aquel era el momento justo. Empezaba a haber poca claridad y aquel era un sitio mágico. Me acerqué a él y le dije.

    -Venga Hell, ahora te voy a demostrar que todo lo que te he contado es verdad.
    -Bueno, dime como, nena...
    -Ven, acércate. Pon las manos como si quisieses hacer un pequeño cuenco.
    -¿Así?
    -Muy bien, ahora cierra los ojos. Déjate llevar por todos los sonidos que te rodean. Deja fluir tus pensamientos y luego, sopla suavemente sobre tus manos.
    -A ver...

    Hell cerró los ojos. Estuvo un rato así, y luego sopló. Sintió un cosquilleo en las manos y abrió los ojos. De repente, una luz empezaba a brillar entre sus manos. Fue cambiando de intensidad, cada vez era más fuerte y también cambiaba la tonalidad. Los ojos de Hell mostraban incredulidad, pero al mismo tiempo había en ellos la misma expectación que en los de un niño. La verdad es que era increíble verle así.

    -Nene, cierra las manos, es el momento.
    -Muy bien.

    Cerró las manos y empezó a sentir como aumentaba el calor en ellas. Estaba nervioso y ansioso. Sabía que tendría mil preguntas, pero todas ellas estaban a punto de ser contestadas.

    -Abre las manos.
    -Estoy nervioso...
    -No pasa nada, sólo ábrelas.

    Al abrirlas, sus ojos se encontraron con lo que menos esperaba. Tenía en sus manos una diminuta personita que poseía alas de mariposa. Era hermosa y nos miraba con mucha curiosidad.

    -Nena, ¿esto...?
    -Hell, ¿te dije que estabas en tierra de meigas, no?
    -Sí, pero, ¿y esto?
    -Acabas de crear una Hada, un nuevo ser del bosque. Has creado una vida a partir de la tuya. No intentes buscarle explicación.
    -Esto es lo más mágico que me ha ocurrido jamás. Todavía no puedo creerlo, ha sido... Uffff, no puedo explicarlo. ¡Me siento genial!
    -Te dije que te lo demostraría, ¿no?
    -No volveré a dudar, nena.

    Pasamos el resto de la tarde y parte de la noche admirando a aquella Hada diminuta que descansaba en las manos de Hell. Luego la vimos alejarse volando y nos volvimos a Cangas.  Sé que suena increíble, pero si crees, todo es posible... ¿verdad?”


    *Frase de Beleita.

lunes, 12 de febrero de 2007

CuentaCuentos nº 14 "Cuando se apagó la luz"

Cuando se apagó la luz

    “A las ocho menos cinco se apagaron las luces... La verdad es que se lo habían comentado el día anterior, pero ya no se acordaban. Héctor e Irene trabajaban en un bufete de abogados. Se conocían desde hacía años. Cuando eran pequeños iban juntos a todas partes, y cuando no podían verse pensaban el uno en el otro. No se separaban ni a sol ni a sombra... Todos sus amigos pensaban que terminarían juntos, y casi lo hicieron.  El verano antes de irse a la universidad se prometieron esperarse, y sellaron la promesa con un beso, pero ambos sabían que aquella promesa jamás la cumplirían...

    Acabaron estudiando la misma carrera, pero en universidades distintas, muy lejos una de la otra y con el paso del tiempo se olvidaron mutuamente. Fueron los mejores de sus respectivas promociones, y todas las buenas agencias de abogados se los rifaban, pero quiso el destino que se encontrasen años después en la misma compañía. Cuando Irene vio a Héctor le reconoció al momento y esperaba que a él le pasase lo mismo, pero estaba equivocada. Les presentaron y ella le mostró su mejor sonrisa de “venga, sabes de sobra quien soy, dime algo”, pero no funcionó. Héctor la saludó como a una compañera más. Ni siquiera había estado atento al nombre, porque sino habría sabido quien era. Fue horas después cuando al fin Héctor la reconoció...

    Irene estaba inclinada sobre una mesa, intentando coger unos papeles, y Héctor no pudo evitar pasar la vista por sus elegantes caderas y sus largas piernas. Cuando Irene se giró le vio con mala cara (aún estaba enfadada), se acercó a él y dándole un esquivo capón que nadie más había visto le dijo.

    -Deja de hacer el tonto, que ya somos grandecitos campeón... - Y se alejó de allí.

    ¿Campeón? Así le llamaba Irene, pero aquella mujer no podía ser... Se giró para verla una vez más, y entonces se cruzó con aquellos carnosos labios y supo que era ella. Nadie más podía poseer aquella hermosa sonrisa. Se dirigió hacia ella con paso firme, pero con el corazón en un puño. La verdad es que durante los largos años de universidad había pensado mucho en ella, pero no recordaba por que no la había llamado.

    -¿Irene? ¿Irene Somoza? ¡Dios, no puedo creer que seas tú! Cuanto has cambiado...
    -Pues tú no has cambiado ni un poco. Sigues siendo Héctor  Cabral, el mismo imbécil del que no volví a saber nada.

    Irene se marchó dejándole con la palabra en la boca. Los días siguientes fueron una tortura, pero al final consiguieron hablar y se dieron cuenta de que todavía sentían algo el uno por el otro. Que tenían algo pendiente, pero algo que jamás podría ser... Héctor estaba casado, e Irene se casaría en unos meses. Volvieron a ser los mismos amigos de antes. Se lo contaban todo, se ayudaban mutuamente y los dos llevaban el peso de ese sentimiento imposible.

    Aquel día, cuando se apagaron las luces a las ocho menos cinco, Héctor e Irene estaban juntos. Iban de camino al archivo y no se había acordado de que a esa hora apagarían todos los aparatos electrónicos del edificio hasta que el ascensor se paró en seco y la oscuridad los envolvió...

    Irene estaba nerviosa. Desde que habían vuelto a encontrarse había tratado por todos los medios no estar a solas con él, pero todo había sido en vano. El destino les había jugado una mala pasada... ¿O no? Héctor la cogió suavemente de la cintura y la hizo girarse hasta estar frente a frente. El corazón de Irene empezó a latir más fuerte al notar el cuerpo de Héctor contra el suyo. Él la besó dulcemente y le dijo al oído.

    -¿Me deseas? Yo a ti sí... Nos lo debemos, ¿no crees?
    -Claro que te deseo, yo...

    Irene no pudo acabar la frase, porque los labios de Héctor ya se habían posado otra vez sobre los suyos. Hicieron el amor allí mismo. Aprovechando el apagón y que nada funcionaba. Sabían que nadie les molestaría allí. Dejaron fluir la pasión que llevaban dentro. Se entregaron el uno al otro como si fuese a acabarse el mundo. Como si con la llegada de la luz sus mundos volviesen a separarse.

    Con el último beso que se dieron volvió la luz y el ascensor se puso de nuevo en marcha. Todo volvía a la normalidad. Héctor dejaba de ser suyo para ser un hombre casado y ella dejaba de ser suya para convertirse de nuevo en una mujer comprometida. Pero ninguno de los dos pudo olvidar aquel día, en el que la oscuridad fue su cómplice, aquel día en que por fin había unido sus almas..."


    *Frase Anónima.

lunes, 5 de febrero de 2007

CuentaCuentos nº 13 "Crónicas de un encuentro anunciado"

Crónicas de un encuentro anunciado

    “Confusa, se despierta entre sueños una de las protagonistas de esta historia... ¿Quién es esta protagonista? Pues yo... Todo lo que os voy a relatar es totalmente verídico y mañana os mostraré las fotos que lo corroboran... jajajajaj.

    Bueno, todo comenzó cuando me desperté el domingo 4 de febrero... Supuse que debían ser las 9.30 y que pronto me iría a Santiago, pero supuse mal... Sólo eran las 8 de la mañana y no podía dormir... Me levanté de cama, ¿qué hacía si no podía dormir? Pues me preparé y me puse a ocupar mi tiempo... Saqué a los perros, arreglé mi habitación, jugué con la consola un rato... Bueno, que tras unas insufribles horas por fin había llegado el momento de salir dirección a Santiago...

    Me recogieron en casa, y la verdad es que durante el camino estaba realmente tranquila, como si fuese a ver a un amigo de toda la vida, no sabía yo lo mucho que cambiarían las cosas... Una vez llegados a Santiago mis nervios empezaron a hacer acto de presencia, y según íbamos acercándonos a la catedral estaba peor. Llegamos un poco antes, y llamé a Hell para decirle que ya estábamos allí. Una chica pasó por nuestro lado, y la verdad, su cara se me hacía conocida, pero no sabía muy bien porqué... Al rato recordé “¡joder, Tressa!”. Nos vimos y nos saludamos... Mis nervios parecían estar mucho más calmados ahora... Bueno, pensé, al menos no ha sido tanto como yo pensaba... Pero me equivoqué otra vez...

    De repente Tressa dijo, ahí viene, y entonces fue cuando mi estómago dio un total vuelco en mi barriga. Venía por mi espalda y mi cuerpo no reaccionaba para girarse a recibirle. Al fin conseguí imponer mi voluntad y me giré para verle por primera vez... Craso error. El sol me cegó antes de poder verle, así que, muy a mi pesar tuve que girarme de nuevo... Al fin llegó a nuestro lado, y al verle y con el primer hola todos los nervios se habían ido a tomar por saco... Nos hicimos las fotos de rigor y entonces Tressa sacó la gran sorpresa... Había hecho unas camisetas que ponían “Yo soy el Cuentacuentos, ¿y tú?” y debajo nuestros nick... La verdad es que estaban genial y nos tuvimos que hacer las fotos con las camisetas... jajajaja.

    Luego fuimos a desayunar y acabamos (aunque no lo creáis...) en una cafetería súper pija de Santiago capital. Allí intercambiamos regalos y dejamos firmas en ellos para la posteridad... Allí Tressa y yo vimos al que sin ninguna duda tenía que ser el auténtico Señor de las Historias... Un ancianito con bastón que se sentó cerca de nosotros y no nos quitaba ojo de encima... Supusimos que quería venir de incógnito a vigilarnos, pero la verdad, no lo ha conseguido, le hemos calado a la primera... jajajaja.

    Hubo algo más que merece la pena recordar... Hell hizo una llamada a Aarón tras recibir un mensaje suyo, y todos participamos en la conversación… Bueno, ahora que ya he oído la voz del seguidor y admirador del horrible y pesado H-fraseslapidariasbrazosenjarramequitolasgafas-oratio puedo asegurar que creo que Ratoncita, Anya y yo no tendremos problemas en cazarle para torturarle... jajajajaj.

    Más tarde, viendo que era hora de comer salimos huyendo de aquel lugar en el que parecía que nos iban a clavar una pasta por comer allí y optamos por un lugar más económico. Por lo visto en Santiago capital los domingos no trabaja ni dios y sólo encontramos abierto el lugar donde Tressa Y Hell habían estado el día anterior. ¡No pasa nada! El sitio era genial. Nos sentamos en una mesa los cuatro y nos pusimos a charlar como si nos conociésemos de toda la vida... Contamos anécdotas de cada uno y nos hicimos más fotos aún... Por cierto, no os perdáis mañana la foto de “Los hombres de Baco” que os aseguro que no tendrá desperdicio...

    Fue una pena que Tressa se fuese tan pronto, pero bueno, al fin y al cabo, teníamos que disfrutar del día, que a saber cuando nos volveremos a ver. Así que salimos de allí y visitamos un poco el casco antiguo, pero finalmente la sed nos llamó y nos atrincheramos en el “Galeón”. Una cervecería en el casco antiguo, y la verdad, estábamos tan bien que al final acabamos allí la noche. Estuvimos hablando, contando chistes, bebiendo claras... Con deciros que acabé cantando una canción en catalán os podréis hacer una idea. jajajaj.

    Bueno, finalmente cenamos allí y a eso de las 10.30 levantamos el campamento. Hell nos acompañó hasta el coche, no sin antes detenernos a ver la catedral en su estado más mágico. En plena noche, iluminada, con ese resplandor tan suyo, tan irreal. Al llegar el coche aún estuvimos casi una hora contando chistes y hablando, y se hicieron las fotos más locas (que ya veréis mañana) para acabar el carrete. Jajajajaj. Como punto y final, llevamos a Hell hasta el centro, porque al acompañarnos se había alejado bastante de su albergue.

    Nos despedimos con la promesa de vernos otra vez en la macroquedada y con su promesa de venir la próxima vez a mi pueblo, que así podré servirle mejor de guía turística. Bueno, esto ha sido más o menos lo que ha pasado... A lo mejor me he dejado algo en el tintero, pero espero que Hell lo complete."

    Impresión final:
    -Tressa, un cielo de niña, un encanto, y nos hemos prometido, que estando tan cerca (vivimos a 20 minutos) que nos tenemos que ver otra vez para irnos de fiesta.
    -Hell, bueno, que os puedo decir de Hell, es uno de los niños de "mi colección" y ahora tiene un lugar en mi corazoncito gallego. Y decirle que ahora ya tengo banda sonora en el trabajo. ;P


    *Frase de Larisavel.