Entre el bien y el mal.
-Íbamos caminando
la muerte tú y yo... - dijo Lucía.
-¿Pero cuando fue
eso? - preguntó extrañado Miguel.
-Bueno, fue el...
No estoy segura, creo que hace dos días...
-No lo recuerdo.
-Bueno, el caso es
que íbamos hablando de la trayectoria que había llevado tu vida, y la verdad es
que a veces te has ganado lo que tienes.
-¿Dices que me
merecía el tiro que me pegaron? - preguntó Miguel con los ojos como platos.
-A ver te lo
merecías, no de esa forma, pero te lo merecías... Me explico, no te merecías
que te matase una bala perdida de un tiroteo entre bandas, más bien merecías
que el padre de alguna de las niñas de las que abusaste te matase por venganza,
pero también hay que ver que luego ese hombre pagaría por lo que hizo, y el
pobre no se lo merece. Así que le damos un punto a favor a Dios por ponerte en
aquel lugar aquel día, al menos en eso fue sabio...
-¿Pero que me
estás contando? ¡Yo no me merezco estar muerto!
-¿No lo mereces?
¿Me vas a hacer que te recuerde todo lo que le hiciste a aquellas niñas?
-En el juicio
quedó demostrado que lo hice bajo un transtorno mental, no era dueño de mis
actos...
-Claro... No eras
dueño de tus actos ni consciente de lo que hacías, sí eso dijo tu abogado. Pero
creo que las fotos, videos y recuerdos que la policía encontró en tu casa no
dijeron mucho a tu favor.
-Pues mira, todo
eso que hallaron en mi casa me ayudó a reforzar la idea de que no estaba en
plenas facultades cuando lo hice. ¿Acaso a que persona en su sano juicio se le
ocurriría guardar pruebas incriminatorias en su casa?
-Fácil, a un
enfermo. Pero no a un enfermo de esos que quería demostrar tu abogado, sino a
una persona retorcida, malvada, fría, sin sentimientos...
-¡Oye! - protestó
Miguel.
-¿Qué? ¿Te he
herido los sentimientos?
-Pues sí.
-Vaya, que contrariedad...
-dijo Lucía irónicamente, y después prosiguió. - Siempre pensé que los
violadores pederastas no tenían sentimientos, porque bueno... Hay que tener una
gran falta de escrúpulos para hacer lo que hacéis.
-Mira, ya me estás
enfadando. Me declararon culpable, así que ya no hay más que decir.
-Pues mira que yo
creo que sí, porque es verdad que te declararon culpable, pero también
aceptaron que sufrías una demencia transitoria y desdoblamiento de personalidad
cuando cometiste todas aquellas aberraciones, y lo único que hicieron fue
mandarte a un hospital psiquiátrico.
-Bueno, cumplí mi
condena ¿no?
-Yo creo que no...
Deberías haber entrado en la cárcel y cumplir al menos los 30 años que marca la
ley. Aunque en cuanto los demás presos supiesen lo que habías echo, no durarías
ni cinco minutos...
-¡Pero he estado
encerrado en un centro donde me vigilaban a todas horas! Y me medicaban casi
cada cinco minutos. Y me hacían exámenes psicológicos para ver si estaba bien,
y al final conseguí salir de allí...
-Ah, claro,
perdona... Es que yo no me daba cuenta de que con dos años y medio se pueden
pagar las culpas de 7 violaciones a menores de 14 años, en las cuales, una de
ellas resultó muerta... - respondió Lucía con los ojos casi en llamas a causa
de la ira.
-Mira, creo que no
estoy aquí para que me juzguéis...
-Jajajaja... Pues
ahí te equivocas de pleno.
-¿Qué? No te
entiendo - se preocupó Miguel.
-Pues que has
hecho cosas terribles, pero también has salvado muchas vidas. Has sido uno de
los mejores cirujanos del momento, y hasta yo pienso que fue una lástima que
ocurriese esto, pero debías pagar por lo que hiciste... Y por eso estás aquí,
para que te juzguemos...
-¿Vais a juzgarme
vosotros? - preguntó asombrado Miguel.
-Es una cuestión
de principios, tenemos que hacerlo para ver si finalmente vas al cielo o al
infierno.
-Ya, claro... Dios
que quiere arriba por las vidas que salvé como médico, y en cambio me quieren
abajo por lo que hice, ¿verdad? - añadió con una sonrisa.
-Pues te vuelves a
equivocar - dijo Lucía mostrando un semblante malicioso y borrando la sonrisa
de Miguel. - Estás aquí porque Dios no te quiere en el cielo por lo que les
hiciste a las niñas, y no se te quiere en el infierno porque salvaste
demasiadas vidas como médico.
-¿Qué quieres
decir con eso? ¿Que no se me va a juzgar por lo que hice?
-Bueno... Más bien
vamos a ver quién se lleva la condena de tener que quedarse contigo, por eso
todavía estás aquí...
-¿Y mi abogado?
-No mira, es que
aquí no tienes abogado. Aquí un ángel y un demonio tratarán de demostrar que tu
sitio está en el otro lado, porque deberías de ser consciente de que no te
quieren en ninguno de los dos. Y debería añadir que es la primera vez que pasa
que un alma no es deseada en ninguno de los dos lados... - y añadió como si
pensase en alto. - A mí eso me haría sentirme muy mal... jajajajaj...
Miguel no sabía
cómo reaccionar. Hacía dos días que había muerto y la verdad no se había parado
a pensar en lo bueno y malo que había hecho durante toda su vida. Cuando estaba
vivo no le importaba, además cuando lo arrestaron y lo mandaron para el
psiquiátrico pensó que se había librado de todo, pero no había pensado en esto.
Era una idea absurda, pero allí estaba, en espera de oír cómo se peleaban por
ver quien tenía que joderse y quedarse con él...
-Por cierto - dijo
Lucía extendiendo la mano hacia él. - Esta es mi tarjeta, cuando termine el
juicio, a lo mejor te hace falta llamarme...
-Lucía Fer - leyó
Miguel entre susurros.
-Tú puedes
llamarme Luci - y se marchó guiñándole un ojo.
*Mi frase.