domingo, 25 de diciembre de 2011

CuentaCuentos nº 95 "La entrevista de trabajo"

La entrevista de trabajo

    "Había luces tenues detrás de la puerta que parecía entreabierta... ¿Qué era lo correcto? ¿Entrar o esperar a que le llamasen? Suponía que el protocolo en este tipo de casos ese esperar hasta que te digan que puedes entrar, pero ya se estaba poniendo un poco nerviosa allí sentada. Ella era muy supersticiosa, el edificio tenía 15 plantas ('la niña bonita'), irónicamente estaban en la planta 13 y ella temía que todo saliese horriblemente mal, pero tal y como estaban las cosas, no se podía permitir el lujo de ponerse a pensar en el número de planta del edificio. Cuando sonó su móvil y se lo ofrecieron ni siquiera se lo pensó dos veces y aceptó, que había tardado más de dos meses en que le concediesen la entrevista de trabajo.

    Estando allí sentada se hizo un mapa mental de todo lo que la rodeaba. La mesa de la secretaria, los dos ficus que estaban en las esquinas, la máquina de agua, el timbre de la alarma anti-incendios, la salida de emergencia... En ese instante se abrió por completo la puerta del despacho y salió la secretaria. Se acercó al escritorio y le dio sus datos. No tuvo que esperar mucho más tiempo antes de que la muchacha se comunicase a través del interfono con su jefe y le anunciara que ella estaba allí y la hiciese pasar. Mientras arrimaba la puerta del despacho escuchó como le avisaba a su jefe que se iba a tomar dos horas de descanso para comer y hacer unos recados. Y entonces puso en alerta todos sus sentidos...

    El despacho era grande y tenía mucho ventanal, pero tenía los estores bajados, tanto que prácticamente no entraba luz del exterior y por eso estaba la luz encendida. 'No nos pueden ver desde el exterior' pensó y un escalofrío recorrió su cuerpo. En su mente sólo podía ver la salida de emergencia. Se acercó al escritorio y el joven empresario le ofreció asiento, así que se sentó frente a él y comenzaron a hablar sobre el trabajo que le ofrecía, aunque él parecía más interesado en su escote que en sus estudios. Sin que él se diera cuenta metió la mano en su bolso y tocó el spray antivioladores.

    Él se levantó de su sitio, se acercó un poco más a ella y se sentó en la mesa. Siguió contándole más detalles sobre el trabajo. Por lo visto, su secretaria se iba y necesitaba una nueva. Y por lo que ella creía era más importante la talla de sujetador que la experiencia. Entonces él alargó la mano y la puso sobre su rodilla mientras le decía que estaría encantado de verla día tras día y que estaba seguro de que se llevarían muy bien. Ella soltó el spray antivioladores y agarró las esposas que llevaba en el bolso. Se acordó de Gina. Estaba en el hospital, en coma, tras una paliza que le habían dado en un callejón. La policía no quiso hacer nada porque claro, Gina era una prostituta y según ellos algún chulo la habría puesto en su sitio por no traer dinero suficiente. Ella sabía la verdad. Ningún chulo le había hecho aquello, sino que había sido un cliente. Uno que había pagado mucho porque decía que tenía unos gustos 'un tanto especiales'.

    Suerte que ella y Gina siempre se cubrían las espaldas y tomaban nota de los clientes con los que estaría la otra. Rápidamente sacó las esposas y lo encadenó al escritorio. Se acercó a la puerta del despacho, que hasta ese momento sólo estaba arrimada y la cerró por completo. Tenían dos horas por delante juntos.Después haría sonar la alarma anti-incendios y se marcharía por la salida de emergencia. Pero no quería adelantarse a los hechos, porque no quería perderse ni un detalle de todo lo que iba a pasar. Cuando Gina saliese del coma, querría todos los detalles..."


    *Frase de MundoYas.

domingo, 18 de diciembre de 2011

CuentaCuentos nº 94 "Farah"

Para lee este relato es necesario haber leído Encuentro en el Ahal , Acto de rebeldía , Tomando las riendas y Buscando el lado bueno de las cosas para ver la historia completa.

Farah

    "Tenía la sensación de haber escuchado tantas veces esa Canción... Farah había pensado desde pequeña que cuando se enamorase tendría que sentir algo especial, que una melodía especialmente maravillosa sonaría a su alrededor para que ella supiese que él era el adecuado para ella. Tantas noches había soñado con cómo sería esa canción que sin haberla escuchado nunca su corazón ya estaba marcando el ritmo... Ahí estaba su tuareg, el hombre de los ojos de jade. Sí, había decidido que siempre le llamaría así, porque eso había sido lo que la enamoró, lo que la ayudó a dar el paso, a revelarse ante su Baaba con tan insólita petición. Sabía que no tenía más que un día, su promesa estaba presente en su cabeza, pero no en su corazón. Mirándole no parecía pasar el tiempo.

    Se perdía en sus manos fuertes, en la frescura que desprendía, en cada pliegue que su ropa hacía sobre su cuerpo, en el mar de jade que eran sus ojos y cada vez se adentraba más y más en sus deseos. Intentaba acallarlos, pero jamás había sentido algo así por nadie y no sabía lo fuerte que podía a llegar a ser el... Lo increíble que podía ser el... ¿El qué? ¿Estaba dispuesta a decirlo? Porque si no era capaz de admitirlo, lo mejor sería que en ese mismo momento diese media vuelta, volviese al ehe junto a su baaba y aceptase lo que él hubiera decidido para su futuro. Pero no es lo que ella quería. ¿Entonces por qué no podía si quiera pensarlo? Decir la palabra en alto. Quizá porque hasta ese momento tampoco había pensado nunca en el rechazo, en lo importante que era para ella ser aceptada, deseada por alguien, por un hombre, por su imghad de ojos de jade. Hasta ese momento siempre había huido de las tradiciones, de ser una más, de ser como las demás y en ese momento temía que todo eso fuese lo que la pudiera separar de su tuareg.

    Pero Farah no estaba dispuesta a rendirse. No. Había llegado hasta allí y tenía que terminar con aquello, fuese del modo que fuese, y para eso antes tendría que aceptarse ella misma y aceptar sus sentimientos. Se sentó en el suelo, junto a una hoguera pequeña mientras se paraba a ordenar sus pensamientos. Sin darse cuenta, ya no estaba sola. Él y sus ojos de jade ocupaban el lugar opuesto junto al fuego. La miraba entre las llamas. Se sentía arder, como si en realidad estuviese sentada sobre el mismo fuego. Le miraba fijamente, sólo podía ver una ínfima parte de su rosto. Él le devolvía la mirada. Así estuvieron gran parte de la noche. Farah sentía como su corazón se había acompasado a la forma de respirar de él y de repente lo vio. Si no estuviera estudiando lo poco que podía ver de su rostro jamás se hubiera dado cuenta. Él en una fracción de segundo desvió sus ojos de jade al suelo y al mismo tiempo notó como aparecían pequeñas arrugas a los lados de sus ojos, mientras los entrecerraba un poco y lo poco que veía de sus mejillas se habían hinchado y sonrojado. Él había sonreído...

    -Amor...

    Y tras esta palabra Farah cayó rendida sobre la arena. No sabía cuanto tiempo llevaba ya sin dormir y su cuerpo tomó el control. Todos y cada uno de sus sueños estuvieron dedicados a él. Al tuareg, a sus ojos, al amor que sentía por él... Sí amor, lo sabía con toda seguridad y ahora le tocaba luchar por él...

    -Farah, despierta. ¿Estás bien hija?
    -¿Baaba, dónde estoy?
    -Tranquila, estás en el ehe. Te desmayaste. Delirabas. No has comido bien y casi no has dormido los últimos días, no sé ni como lograste mantenerte en pie tanto tiempo.
    -Padre, encontré al imghad, solo tengo que hablar con él y...
    -Farah, hija, han pasado tres días.
    -Pero...
   -¿Recuerdas nuestra promesa? Un día y después, pasase lo que pasase, aceptarías mi decisión.
    -Sí baaba.

    El corazón de Farah se detuvo en aquel instante. No dejó de latir, pero si de sentir. Sabía que tenía que cumplir con su promesa. Ojalá no se hubiera desmayado. Ojalá le hubiera dicho lo que sentía a su tuareg. Ojalá no tardase tanto en reconocer que estaba enamorada. Enamorada... Ahora que había conocido el amor tenía que esconderlo bien profundo dentro de ella, para que nadie lo notase, para que nadie pudiera destruirlo o arrebatárselo... Comió algo que le trajo su madre. Sin decir nada la abrazó. Su madre sabía exactamente por lo que ella estaba pasando y no necesitaban decirse nada. La reconfortó que ella estuviera allí para apoyarla. Deseó volver a ser una niña. Deseó haber acatado las normas desde niña. Deseo no haberse enamorado. Y entonces un dolor en el pecho la devolvió a la realidad. No. Era mejor haber amado que no haberlo hecho nunca, al menos tendría un buen recuerdo para el resto de su vida.

    Se preparó con sus mejores galas y salió fuera del ehe. Tenía que reunirse con su padre para que le presentase al que sería su esposo. Sacó fuerzas y guardó su lágrimas y caminó con paso vacilante hasta donde todos la esperaban, aquel era un acontecimiento que nadie quería perderse. Llegó junto a su padre con la mirada perdida en la arena, se sentía incapaz de levantar el rostro porque sabía que podía esconder las lágrimas, pero no la tristeza.

    -Farah, hija mía. He elegido lo mejor que he podido al hombre que será tu esposo. A partir de ahora él será el que cuide de ti y te trate como te mereces.
    -No se preocupe baaba, sé que ha sido así...
    -Sólo una cosa más, por si sirve de algo, quiero que sepas que él fue el que te trajo al ehe cuando te desmayaste.
    -Padre...
    -Farah, por favor, quítate el niqab.
    -¡Pero eso va contra las leyes!
    -Por favor, hija... Muy bien, y ahora recuerda lo mucho que te quiero, y conoce al hombre que será tu esposo...

    Farah no terminó de escuchar la frase de su padre. Estaba viendo por primera vez el rostro del hombre con el que se iba a casar, pero ella ya estaba perdida en el mar de sus ojos de jade..."



    *Frase de Fernez.

domingo, 11 de diciembre de 2011

CuentaCuentos nº 93 "El viaje de Persant"

El viaje de Persant

    "-No sabía que en la guerra hay monstruos más terribles que el hombre... ¿Así que eso es lo primero que te ha dicho? ¿Y no te ha dado ninguna explicación más?
    -No, me ha dicho que viniera a avisarle de que ya había llegado, que le transmitiese esa frase y que le esperará en la puerta sur de la muralla en cuanto usted pueda ir.
    -Belleus, no me gusta nada el significado de esa frase, sobre todo porque no consigo llegar a comprender su significado.
    -Hay muchas cosas que no sabemos majestad. Sus dominios se extienden más allá de donde alcanzan a ver nuestros ojos, pero no nos hemos aventurado a explorar más allá.
    -Lo sé Belleus, por eso envié a Persant y sus hombres. Para que explorasen el mundo y a su vuelta nos contasen qué hay más allá de mis tierras. Y creo que si queremos saber algo más deberíamos reunirnos con él cuanto antes.
    -Sí majestad, lo prepararé todo para ir hasta la puerta de al muralla.
    -Muy bien, muy bien. De momento... ¡GRACIA! ¿Por dónde andará metida esa sirvienta? ¡GRACIA!
    -Aquí estoy mi señor, perdone por la tardanza, ¿qué se le ofrece?
    -Quiero que prepares seis de los mejores aposentos del castillo para Persant y sus cinco hombres. Han hecho un viaje muy largo y peligroso y quiero que esta noche estén cómodos.
    -Muy bien señor, ahora mismo lo...
    -Gracia, espera. Majestad, tengo algo que decirle. Persant ha llegado solo. Ha dicho que todos sus hombres han caído en esa batalla tan horrible que han vivido.
    -¿Todos? ¿Cómo puede ser eso posible?
    -Pues no sabría decírselo ahora majestad, pero seguro que Persant tendrá a bien contarle todo lo que le ha sucedido a él y a sus hombres.
    -Bien Belleus, pues vamos hacia allá cuanto antes. Y de todos modos Gracia, prepare una habitación para Sir Persant, que esta noche será mi invitado de honor, no quiero que le falte de nada.
    -Como ordene majestad.

    Y justo con los últimos rayos de luz sobre el cielo el rey Urien y su fiel ayudante Belleus salen del castillo acompañados de la guardia real en dirección a la puerta sur de la muralla, donde acordaron reunirse con Persant. A lo lejos el rey puede ver una columna de humo que se elva silenciosa. También distingue la fogata de la que proviene y recortada sobre el fuego ve la sombra del caballero que con paso firme se ha levantado y les espera entre las sombras. Cuanto más cerca le tiene más detalles puede distinguir en él. Su aspecto desaliñado, sus ropas sucias y rotas, unas ojeras marcadas y un brillo en los ojos que parecían querer contar al mundo todo lo horrible que habían visto. Parece cansado, muy cansado. Y en estos ocho meses que había estado fuera parecía haber envejecido por lo menos 10 años. No conseguía imaginar que cosas tan horribles pudo haber sufrido un hombre para terminar en ese estado tan lamentable.

    -Persant, mi más fiel caballero. ¿Qué te ha hecho la vida?
    -Majestad, más allá de los lindes de estas tierras he visto cosas que casi no puedo ni creer pese a haberlas tenido delante. He luchado por aumentar sus bienes y riquezas por el mundo inhóspito, hasta casi desfallecer. De hecho, en la última batalla presencié la masacre de todos mis hombres. En principio pensamos salir victorioso de la contienda, teníamos el factor número de nuestra parte. Él era uno y nosotros 6, pero no podíamos llegar a imaginar todo el horror que uno sólo de esos seres podía desencadenar. Ellos dieron su vida por protegerme y fueron cayendo uno a uno, cuando sus cadáveres se amontonaban a mis pies me juré que sus muertes no serían en vano...
    -¿Y qué pasó? ¿Conseguiste darle muerte?
    -Sí majestad. Finalmente y tras una escaramuza a muerte conseguí encontrar su punto débil y acabar con su vida.
    -¿Y cómo ha sido el camino de regreso?
    -Pues pensando que no iban a creer mi historia de lo sucedido, he tenido que ingeniármelas para traer el cadáver.

    Y dicho esto, Persant se acerca a la hoguera, coge una rama ardiendo y la lanza hacia la oscuridad. Poco a poco el círculo de paja seca que había preparado comienza a arder alrededor del cadáver, oculto hasta ese momento, a la vista de todos. En los ojos de todos se podía leer el asombro. No se movió nadie, parecía que hasta la brisa había dejado se soplar. El primero en romper el hielo fue el rey.

    -En serio, no podía imaginar que pudiera haber algo más terrible que una horda de rateros y forajidos.
    -Pues lo tiene ahí delante de sus ojos majestad.
    -¿Y cómo dices que lo llamas?
    -Dragón..."



    *Frase de Brian E. Hyde.

domingo, 4 de diciembre de 2011

CuentaCuentos nº 92 "Con toda mi alma"

Con toda mi alma

    "Deseaba que fueras tú, lo deseaba con toda mi alma. No puedes llegar a imaginarte cuanto... Tu imagen fue lo primero que vino a mi mente cuando desperté en medio de la noche. ¿Y si algo había salido mal en la entrega? Ya te había dicho que aquel tío era muy peligroso, pero aún así decidiste ir solo. Según tú, dos personas esperándole en plena noche podían apabullar al traficante. No estaba de acuerdo contigo, a mi parecer dos ofrecen más respeto que uno, pero era tu contacto y tú el que decidías. Hacía tres años que compartíamos piso y uno que éramos 'socios'. Pronto nos habíamos hecho con aquella zona de la ciudad y nadie osaba hacernos frente. Tú con tu mala leche y tu fama de busca líos. Yo con mis conocimientos en química y mi cara de no haber roto nunca un plato. Formábamos la pareja perfecta, aunque no éramos pareja. De hecho, tus intereses y los míos iban en caminos opuestos, o viéndolo de otro modo, iban en el mismo camino y hasta ese instante nunca había pensado tanto en ti.

    Al principio pensé que me había despertado como tantas otras veces, pero después escuché un leve sonido en la planta de abajo y fue entonces cuando pensé en ti por primera vez esa noche. ¿A qué hora dijiste que ibas a llegar? Creo que comentaste que sobre las dos de la madrugada. Con pereza saqué un brazo de debajo de las mantas y lo alargué hasta la mesita de noche, donde tenía el móvil a cargar. Pulsé en el botón de desbloqueo y la luz de la pantalla me hizo parpadear un par de veces. Eran las dos y media. Así que me tranquilicé un poco. Ya estabas en casa, así que ya no debería tener motivos para estar preocupado.

    Tenías que ser tú. ¿Qué otra opción había? O quizá era mi cabeza que no quería ver ninguna otra posibilidad. También podía ser. Lo que estaba claro es que no me preocuparon ni lo más mínimo los sonidos del piso de abajo. Ni siquiera temblé cuando unos pasos hicieron crujir las escaleras (no sé cuantas veces te había dicho que teníamos que arreglar aquellos escalones), ni siquiera me sorprendió cuando giraron por el pasillo en dirección a la puerta de mi cuarto.

    Suponía que como cada noche vendrías a contarme lo que habías hecho. Los tratos que habías cerrado, los clientes nuevos que habías conocido y la cantidad de pasta que habías ganado. Incluso podía ser que vinieras a contarme como tantas otras noches, y con todo lujo de detalle, todas las mujeres que habías drogado para después abusar de ellas. No sería la primera vez que te avisaba que ese "vicio" tuyo algún día terminaría por meterte en un buen lío... Era lo único que me venía a la cabeza en la oscuridad de la noche, que fueras tú. Y finalmente, mientras mi sangre se mezclaba con el rojo de la alfombra, me di cuenta de que a quien habían venido a matar era a mí."


    *Frase de CuentaCuentos.