martes, 25 de diciembre de 2012

CuentaCuentos nº 107 "Historia de una vida"

Historia de una vida

    "He ejercido muchas profesiones a lo largo de mi vida. Mi primer trabajo fue como peón en una obra y lo único que hacía era acarrear para un lado y para otro lo que iban necesitando: sacos de arena, las herramientas, los arneses de seguridad, capachos llenos de ladrillos y demás enseres... Lo bueno era que a tu hora te ibas para casa, sin importar como estuviera el trabajo y los fines de semana eran sagrados.

    Pero cansado de ser como una mula de carga decidí cambiar de trabajo y encontré uno de camarero. El trabajo en si no era muy difícil: recordar los pedidos, utilizar la máquina del café, equilibrios imposibles con la bandeja, no equivocarte al servir, no tirar nada por encima de ningún cliente, no montar un lío con los precios... Como he dicho antes, no era excesivamente complicado, o al menos no hasta que ya llevas un turno de 10 horas seguidas y sabes que todavía te quedan un par por delante. Tanto tiempo de pie, después de un cierto tiempo termina por matar la espalda de cualquiera. Así que decidí cambiar otra vez.

    Volví a ser un operario, pero esta vez no quería ser el recadero, así que cambié un poco de especialidad y terminé como pintor. Un trabajo interesante. Si tocaba pintar una casa por fuera y llovía, no se podía trabajar. Cuando tocaba un interior daba igual que lloviese, siempre estábamos resguardados y calentitos. Lo difícil aquí era tratar con el cliente: que si ese color no es el que yo quería, que si cuidado no me pintes el rodapié, que si mucho ojo con el aplique, que si no has cubierto bien el suelo y le está goteando desde el techo en su magnífico suelo de madera de roble... Un caos, así que adiviné que se avecinaba otro cambio, y así fue.

    Siempre me habían dicho que los mejores trabajos eran aquellos que se hacían para los ayuntamientos, así que me presenté, rellené una solicitud y me llamaron. Así fue como comencé a trabajar ¡de barrendero! Sí, con exclamaciones, porque cuando me dijeron que el trabajo era mío me emocioné muchísimo, emoción que se desvaneció transcurridas tres semanas desde que empecé. No había sido consciente hasta ese día de lo mucho que ensuciamos y de toda la porquería que tiramos al suelo, incluso teniendo papeleras públicas cada X metros. Aunque esas papeleras a veces da miedo hasta vaciarlas, porque la gente ahí tira de todo y sin preocupación.

    Estuve de barrendero unos tres meses hasta que me ofrecieron un pequeño 'ascenso' ya que otro compañero se había ido de baja y así es como pasé de ser barrendero a ser basurero. Mejor salario, mejor horario, peores condiciones de trabajo. Si creía haberlo visto todo trabajando de barrendero me equivocaba, ¡y de que forma! En la basura sí que me encontré cosas horribles y que no querría haber visto jamás. Y los olores... Ya no olía tan mal la propia basura como el camión en el que iba. Los primeros días tenía que contener las arcadas y tener que bajar a por un cubo era toda una bendición. Como añoraba ser peón en aquellos momentos. Pero aquello duró poco, el compañero volvió de su baja y yo soñaba con volver a mi puesto barriendo las calles, pero resultó que ese puesto ya se lo habían dado a otra persona y me encontré una vez más buscando trabajo...

    Fui escayolista, repartidor de un supermercado, aprendiz en una panadería, limpia cristales, transportista, carpintero, marinero, repartidor de publicidad... Y ahora, con 52 años no hay trabajo para mi. Todos me consideran demasiado mayor o demasiado inútil y me veo obligado a vivir en la calle porque no pude seguir pagando mi casa. Al menos (y de momento) no me falta algo que llevarme a la boca, gracias a las monjitas del el comedor social, aunque no sea gran cosa, siempre hay algo caliente con lo que alejar el frío de mis huesos. Toda una vida rompiéndome la espalda trabajando de lo que fuese, sin rechistar demasiado y sin hacer ascos a ningún trabajo para que ahora me digan que no valgo para nada. ¿Qué será de mi vida en los próximos 10 años?"


    *Frase de Utopía de sueños rojos.

lunes, 17 de diciembre de 2012

CuentaCuentos nº 106 "A mis CuentaCuentos"

A mis CuentaCuentos

    "Nunca había deseado tanto estar de vuelta. Había estado tan ocupada con otras cosas que casi ni recordaba lo que era estar por aquí otra vez, pero ahora que he regresado no creo que pase mucho tiempo lejos de este lugar. Hace ya 6 años que llegué aquí y los buenos recuerdos y las historias se han ido acumulando hasta formar una parte bastante importante de mi vida.

    Cada semana una frase nueva nos pone a prueba y nos reta para que saquemos lo mejor de nosotros y mil mundos imaginaros nos esperan cada lunes, en casa de nuestros compañeros en este viaje. Esos compañeros con los que reímos, con los que soñamos, con los que pasar tardes o noches enteras hablando de relatos, frases y de las cosas que queremos conseguir para el futuro. A fin de cuentas, hablando de magia.

   Compañeros a los que no olvidaré nunca. Porque no quiero que dejes de ser borde. Porque el verde me recuerda a ti. Porque echo de menos esas llamadas nocturnas en los descansos de tu trabajo. Porque siempre serás mi 'Princesa'. Porque siempre tendré un 'portazo' para ti. Porque eres mi burbujiano favorito. Porque es genial cantar contigo en la distancia. Porque por mucho que cambies, te recordaré como 'Mi rubito'. Porque nunca he jugado una partida de Trivial mejor que con vosotros. Porque tengo unos padres al otro lado del charco. Porque te debo un abrazo y no lo olvido...

    Y en esta nueva etapa quiero tener mil recuerdos más como estos, porque con el paso de los años cuando mire atrás, sabré que he estado rodeada de gente increíble. Porque lo sois, todos y cada uno de vosotros valéis vuestro peso en oro y a los que no os conozco, espero tener el placer muy pronto. Y tras bastante tiempo, podemos volver a decir esa despedida que caracteriza a todo aquel que es CuentaCuentos:

    ¡Nos leemos!"



    *Frase de CuentaCuentos.

martes, 10 de julio de 2012

CuentaCuentos nº 105 "Pendergast y Cía."

Pendergast y Cía.

    "Siempre me sorprenderá la fascinación de este hombre por los coches antiguos. Ahora estamos recorriendo Broadway en dirección a la mansión de Riverside Drive en un Buick LeSabre del 60. Pasamos de carril en carril a tal velocidad que cualquier otra persona ya habría chocado, pero él no, tiene un sexto sentido o incluso podría decir que un séptimo.

    Aún recuerdo cuando le vi por primera vez. Estaba tan asustada por todo lo que había tenido que vivir y él me dio un hogar, sin pedir nada a cambio, sin esperar nada. Me enseñó más de lo que podáis imaginar y por eso me convertí en su pupila, porque así podré devolverle todo lo bueno que ha hecho él por mí.¿Que de quién os hablo? Pues de Aloysius Pendergast. Quizá sea el hombre más extraño que haya podido ver en toda mi vida. Trabaja como agente especial en el FBI, y aunque con la herencia de su familia podría simplemente vivir la vida él no es así. Le gusta investigar y cuanto más raro pueda resultar el caso más le intriga. Él y el teniente Vincent D'Agosta han llevado los casos más raros que alguien pueda imaginar.

    Forman una pareja un tanto extraña. D'Agosta ha engordado un poco con el paso del tiempo, pero sigue siendo tan buen policía y tirador como al principio. Nunca se cuestiona las ideas de Pendergast y creo que jamás le ha llevado la contraría y sé que podría hacer cualquier cosa por él, de hecho, ya ha traspasado esa línea un par de veces en todos estos años.

    Y por otro lado está él, Aloysius X.L. Pendergast. No es muy alto, tiene el pelo casi blanco y los ojos de un tono grisáceo especial. Siempre viste de negro inmaculado (a no ser que esté de incógnito) y con lo que vale uno de sus trajes podría financiar una comisaría entera. Y me falta un pequeño detalle que lo hace aún más especial, ¿os he mencionado que es albino?

    Su vida siempre está rodeada por el misterio y creo que uno de sus secretos más importantes soy yo. Por cierto, no me he presentado, mi nombre es Constance."


    *Presentar nuestros personajes favoritos.

Pues aquí os presento a unos amigos muy especiales para mí. Les empecé a conocer hace ya muchos años, cuando salió el primer libro "The relic" en 1995 y ahora estoy a la espera de que salga ya el número 11.
Así que si os gustan los libros policíacos con un pequeño toque inexplicable, os invito a conocerles, porque no os defraudarán.

lunes, 9 de abril de 2012

CuentaCuentos nº 104 "A Popi"

A Popi

"El astro dorado refulge allá en la cima
asomando silencioso como cada mañana
mientras yo pienso en alguna rima
con la que homenajearte esta semana.

Nos conocimos gracias a los CuentaCuentos
tus relatos tenían una pincelada de locura
algunos incluso un poco violentos
y sin descartar algún toque de ternura.

Hace ya tiempo que no hablamos
pero aún recuerdo tu buen humor
y sé que cuando nos veamos
seguirás siendo ese bohemio, ese soñador."


    *Frase de Popi.

lunes, 19 de marzo de 2012

CuentaCuentos nº 103 "Una mala elección"

Una mala elección

    "No estoy en peligro. Yo soy el peligro. Lástima que ellos no lo sepan... Me gustaría saber que hago aquí. Hace cinco horas estaba en una discoteca, con una amiga, se nos acercaron dos tíos con intenciones un poco turbias. De repente llegó la oscuridad y la nada. Después desperté aquí, en este sótano oscuro, tirada de cualquier modo sobre un colchón viejo lleno de manchas de sangre. Ni siquiera me ataron y ese fue su segundo error. El primero fue fijarse en mí. Quizá pensaron que yo era una víctima perfecta, una chica del montón, que no llama la atención. Nadie se daría cuenta de que había desaparecido hasta que ya fuese demasiado tarde. ¡Qué ilusos! Eso es precisamente lo que quiero. Que nadie se fije en mí, ser prácticamente invisible para la gente que me rodea, es el único modo de que nadie recuerde mi presencia allá a dónde voy.

    Hago un recorrido por el sótano. Es pequeño, lúgubre y húmedo. La casa no debe ser muy grande, quizá de dos plantas. Por el estado del colchón no es la primera vez que traen a alguien aquí y por la cantidad de sangre supongo que para esa persona la cosa no terminó muy bien. Si no soy la primera quiere decir que otras veces no les han pillado. Deben ser personas corrientes y su casa no debe ser gran cosa. Sé como piensa este tipo de gente, porque he pensado como ellos miles de veces. Subo los escalones que llevan hasta la puerta, pego la oreja y me quedo muy quieta, respirando lentamente para poder escuchar todo lo que sucede al otro lado. Escucho pasos, pero no están cerca, suenan muy amortiguados, seguramente están en el segundo piso. Mi respiración se convierte en un leve susurro nada más, mi corazón se ralentiza hasta casi no sentirlo en el pecho. Voces. Son dos personas, dos hombres. Discuten, no se ponen de acuerdo sobre quien tendrá el poder esta vez... Les ayudaré con la decisión: yo.

    Rebusco entre el moño de mi pelo, casi deshecho y encuentro una de las pinzas que lo sujetaban cuando salí de casa. Ni se han molestado en registrarme. Demasiado confiados. Acompaso mis movimientos a mi respiración. Meto la horquilla en el ojal de la puerta y tanteándola consigo hacer girar sus engranajes. Escucho como el pestillo cede, pero es un sonido tan suave que ellos no han podido oírlo. Lentamente giro el pomo y me preparo para que la luz me ciegue durante un instante... La cocina. ¡Tan predecible! El sótano da a la cocina, un lugar que puede proporcionar un sinfín de armas a alguien que necesite protección, o en mi caso algo con lo que atacar. Miro a mi alrededor pensando en qué puedo coger. Tengo varias opciones, algunas muy rápidas, pero esto es algo personal. Me han cogido y quieren hacerme daño, tengo todo el derecho del mundo a defenderme, sólo que no me limitaré simplemente a eso... Me decido por un cuchillo de cocina, pero no de esos grandes de la carne, sino uno de esos pequeños. Quiero que esto sea algo cercano, muy cercano. Me tomo unos segundos para pensar en lo que viene ahora. En mi cabeza se van sucediendo imágenes claras de lo que voy a hacer. El escenario y las caras de esos dos hombres son borrosos porque aún no les he visto, pero el resto, mis movimientos, lo que voy a decir, sus gritos... Todo eso está muy claro en mi cabeza.

    Siguen arriba, les oigo. Ya han tomado una decisión. Una pena que yo lo haya hecho antes. Salgo de la cocina y camino por un pasillo hacia las escaleras que dan al segundo piso. Subo peldaño a peldaño, saboreando cada momento, porque sé como va a terminar esto y esa visión me gusta, me reconforta. Lo único que me da pena es que estos dos no van a poder unirse a los demás. A los otros 15 hombres que están enterrados bajo mi garaje."


    *Frase de Aarón.

lunes, 13 de febrero de 2012

CuentaCuentos nº 102 "Más colores"

Recomiendo antes la lectura de Colores

Más colores

    "-¿Siempre tienes que tener la última palabra? ¿Por qué no me dejas en paz? Por una vez me gustaría ser yo quien tuviese razón, quien llevase la última palabra, pero no me dejas. Siempre estás ahí, esperando que todo esté terminando para hacer la aparición. Para decir lo que piensas. Para aventurarte a decir lo que siento... ¿Por qué no me dejas en paz? Te gusta atormentarme, lo sé, pero no entiendo el por qué. Nunca me dices nada, nunca me explicas los motivos que te hacen seguirme allá donde vaya para dar la puntilla a todo lo que digo o hago... Y ahora vienes con tus amigos, quizá porque te da miedo venir tú solo, quizá te asusta lo que pueda hacerte si te pillo desprevenido. ¿Pero me dejaréis en paz alguna vez?
    -Jaime, ¿con quién hablas?
    -¿Cómo que con quién? ¡Acaso no ve doctor esos globos que cuelgan sobre su cabeza!
    -¿Globos?
    -¡Sí! Ahí mismo... Colgados de la lámpara..."


    *Frase de Malena.

jueves, 9 de febrero de 2012

CuentaCuentos nº 101 "Colores"

Colores

    "-El globo rojo trataba de esquivar aquella multitud sobre la acera... Yo mientras tanto, lo miraba embelesado. No podía apartar la vista de él y de repente sucedió. Se rozó con la pierna de alguien y misteriosamente cambió de color. Se volvió de un azul intenso y siguió revoloteando a merced del viento. Un poco más adelante volvió a toparse con alguien más y del azul pasó al amarillo más vivo que había visto nunca. Cada vez estaba más cerca de mí y podía ir admirando sus cambios de color. Rosa, ámbar, morado, ocre, plateado, rojo... Entonces lo comprendí. Aquel globo reflejaba el estado de ánimo de la persona que lo tocaba, reflejaba en cierto sentido, su alma... Estaba ya tan cerca de mí que estiré una mano y lo cogí. De repente, se volvió del negro más profundo que puedas imaginar. Incluso puedo asegurar que perdió ese brillo que tienen los globos, era más bien opaco, triste... Y entonces me desperté. ¿Qué piensa que puede significar esto doctor?

    La consulta se quedó en silencio. Su psicólogo había estado escribiendo todo el rato en aquella libreta. Dejó el bolígrafo y respiró profundamente.



    -Bien, vamos a ver..."


    *Frase de Ninivé.

martes, 31 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 100 "El verdadero misterio de Aristocles"

Os invito a leer antes El secreto de Aristocles y ¿Qué escondes, Aristocles? para que este relato tenga sentido.

El verdadero misterio de Aristocles

    "-No pienses que te voy a pedir perdón, porque no lo haré. No quería arriesgarme a que vieras como llegar hasta el lugar dónde me escondo sin estar seguro de que puedo confiar en ti...
    -Te entiendo, pero al menos podrías soltar un poco las ligaduras de las muñecas, ya no me llega sangre. Y te has pasado con el golpe...

    La cabeza me daba vueltas. El Dr. De la Cuadra me había dejado KO en plena calle y me había llevado a un lugar que no sabía ni dónde estaba. Sé que debería haber sentido miedo, pero en realidad me sentía más a salvo que nunca. Que también ayudaba el hecho de que Aristocles ronroneaba alrededor de las piernas del doctor, lo que confirmaba que se conocían y que al menos le simpatizaba.

    -Ya he comprobado que no llevas armas, así que te soltaré, pero no hagas ningún movimiento extraño, o tendré que tomar medidas.
    -Tranquilo Dr. no haré ningún movimiento brusco.

    En cuanto tuve las manos libres las moví un poco para recobrar la circulación en ellas. El movimiento hizo que Aristocles se fijase en mí y maullando se subió a mi regazo. Comenzó a ronronear y a clavarme las uñas de sus patitas rítmicamente en las piernas. Después dio un par de vueltas y con un bostezo se hizo un ovillo. En cuestión de segundos ya se había dormido.

    -Pues sí que estaba cansado el pobre... - dije mientras lo acariciaba.
    -También puede ser por el hecho que acaba de comerse toda una lata de atún con gambas... - Y levantándose añadió. - Lo que me recuerda... Toma, come algo. Tienes pinta de no haber comido caliente en días.
    -Yo casi podría decir que semanas.
    -Y bueno, cuéntamelo todo. Desde el principio...
    -Se lo contaré todo, al menos lo que yo sé.

    Tras un par de horas de conversación puse al Dr. De la Cuadra al tanto del viaje que habíamos hecho Aristocles y yo. Le conté como lo había encontrado y como después, gracias a Julia, había sabido del final que había sufrido su dueño y a qué se debía. Le narré con todo lujo de detalle todo el tiempo que habíamos escapado de la gente que nos perseguía, de la gente que le quería. Y sobre todo, hice hincapié sobre 'su secreto'.

    -Muy bien doctor. Ya sabe nuestra historia y ahora me gustaría que me ayudase a rellenar los huecos en blanco. ¿Por qué nos buscan? ¿Qué quieren de Aristocles y por qué es tan importante?
    -Veamos. Esteban y yo éramos muy buenos amigos. Compartíamos despacho en la universidad de Salamanca cuando todo esto estalló. Yo era profesor de Biología celular y molecular. Él era profesor de Física Nuclear, aunque su verdadera pasión era la investigación genética. Estaba decidido a encontrar una cura para el cáncer. Su mujer llevaba años luchando contra uno y Esteban no iba a permitir que se la llevase.
    -Dios mío. ¿Y lo consiguió? ¿Es eso lo que quieren?
    -No te adelantes a los acontecimientos. Esteban dedicaba todos sus ratos libres a sus investigaciones. Era muy bueno, de hecho cuando todo estalló estaban a punto de darle un premio por haber desarrollado un biocombustible que revolucionaría todo lo conocido hasta ahora. Eso es lo que buscaban cuando fueron a por él.
    -¿Eso es lo que esconde el Aristocles? ¿La fórmula del combustible?
    -No creo. Los documentos sobre el biocombustible los tenía en su casa y por lo que te contó Julia, se lo habían llevado todo.
    -¿Entonces? No entiendo...
    -Posiblemente entre esos papeles que se llevaron encontraron alguno que hiciese alguna referencia a Aristocles. A lo que le habíamos hecho - se estiró para acariciarle la cabeza al gato. - Y en ese momento el gato pasó a ser más valioso que cualquier combustible del mundo...

    Me quedé mirándole fijamente. Parecía estar cansado, muy cansado. Y ahora la sombra de los recuerdos y la culpa parecía haberle caído encima como una jarra de agua fría. Recordar le estaba haciendo daño, pero necesitaba saberlo todo. Tenía que saber el secreto de Aristocles, porque por él me estaba jugando la vida.

    -¿Qué le hicisteis?
    -Estábamos jugando a ser dioses. Queríamos crear una mutación genética que fuese capaz de entrar en una simbiosis perfecta con cualquier organismo vivo y destruir cualquier tipo de células cancerígenas. Pero para eso teníamos que hacer experimentos y...
    -Aristocles... - y me aferré a él sin poder terminar la frase.
    -Sí, hicimos experimentos con animales. Hubo otros antes que él, pero no sobrevivieron. Él tuvo más suerte.
    -Entonces, ¿Esteban pudo salvar a su mujer?
    -Por desgracia no llegamos a tiempo y mientras esperábamos los resultados de las últimas pruebas falleció de un fallo multiorgánico.
    -Dios. ¿Y entonces...?
    -Aristocles asimiló el gen mutante a la perfección, pero lo que encontramos no era simplemente una cura para el cáncer. Era mucho más que eso. Era la cura de cualquier enfermedad. El gen atacaba a cualquier organismo que fuese perjudicial para el cuerpo. De hecho, hicimos muchísimas pruebas más después para estar seguros. Enfermedades venéreas, cáncer, lupus, venenos... El gato se volvió inmune a todo lo que puedas imaginar, ni siquiera el paso del tiempo podía con él.
    -¿Perdón? Eso no podéis saberlo, cuando le encontré no era más que un cachorrillo.
    -Es que este gato no es el Aristocles original.
    -¿Qué quieres decir con que no es el original?
    -Quiero decir que ese gen mutante lo descubrimos hace 40 años. Al principio pensamos que era una cura para cualquier enfermedad, sin más. Pero empezó a pasar el tiempo. Más del que cualquier gato podría haber durado. Poco antes de que comenzara toda esta revuelta tomamos una muestra de referencia al Aristocles original y... No me gusta lo que le hicimos al pobre gato. Comprobamos hasta dónde podía sobrevivir. Finalmente llegamos a la conclusión de que sólo había dos formas de que muriese: desgarrarle el corazón o cortarle la cabeza.
    -¿Cómo pudisteis hacerle eso al pobre gato?
    -Teníamos que saber hasta dónde habíamos llegado con aquella mutación. Habíamos creado el gen de la inmortalidad. Creo que eso terminó de destruir a Esteban. Decía que si hubiéramos llegado un poco antes su mujer estaría viva. Después se fue y no supe nada más de él hasta tu llamada mencionando a Aristocles. Estoy seguro de que en aquellos momentos se sintió muy solo y lo único que se le vino a la mente fue clonar a Aristocles, su compañero durante todos aquellos años. Lo sé por las marcas características que tiene. Sería demasiada casualidad encontrar dos gatos con las mismas. Además el hecho de que llevase mi número y mi nombre en el medallón me dio la primera pista.
    -¿La primera? ¿Y cuál fue la segunda?
    -'Platón IV:República'. Era la contraseña que usábamos para la carpeta donde estaban los archivos de Aristocles.

    Me quedé en silencio durante un buen rato, tratando de asimilar toda aquella información. Acariciaba a Aristocles pensando en el gato original, tratando de adivinar si él tendría conciencia de todo aquello. Inmortalidad. Por eso le perseguían. ¿Qué otra cosa podría desear más el 'Gran Dictador' que el poder de la vida eterna? Así podría dominar el mundo por toda la eternidad, hacer lo que quisiera y cuando quisiera. Sin pensar en las consecuencias, sin tener miedo al futuro...

    -Entonces... ¿Esto no va a terminar nunca, verdad?
    -¿Qué?
    -Siempre querrán su secreto... - dije con un susurro. - Y yo que le había prometido que no le pasaría nada...

    El Dr. De la Cuadra se levantó, fue a la cocina y al rato volvió con una manzanilla caliente, que puso sobre la mesa, cerca de mí. Cogí el tazón y lo puse bajo mi nariz, dejé que el vapor y el olor a manzanilla me envolviesen. Necesitaba tranquilizarme para intentar ver qué podíamos hacer a partir de ahora.

    -Yo soy viejo. No puedo hacer nada más que esperar mi muerte, pero tú eres joven y fuerte. Si has llegado hasta aquí puedes conseguir todo lo que te propongas.
    -¡No, no puedo! Tarde o temprano estaré tan cansada que no podré seguir escapando más. Y entonces ¿qué será de Aristocles?
    -Tranquila, ya he pensado en eso...

    El tazón resbaló de mis manos, no me respondían. El cuerpo me pesaba tanto y me notaba tan cansada... Los ojos se me estaban cerrando. Por más que intentaba mantenerme despierta no conseguía tenerlos abiertos más que un par de segundos. Todo a mi alrededor se iba volviendo más y más oscuro, hasta que sólo quedó el silencio... Al abrir los ojos tenía un terrible dolor de cabeza. Tardé un par de segundos en despertar completamente. Estaba en una habitación de hotel y Aristocles descansaba tranquilamente a mis pies. ¿Todo había sido un sueño? Entonces mis ojos se fijaron en un sobre rojo que había sobre la mesita de noche, sólo tenía escrito por fuera: Dr. De la Cuadra.

    'Siento haberte drogado, pero era la única forma. Sé que me odiarás por lo que te he hecho, pero de verdad tengo fe en ti y estoy seguro de que encontrarás la paz algún día, para ti y para Aristocles'.


    Con el tiempo el 'Gran Dictador' murió, pero nuestra huida no terminó ahí, ni siquiera cuando todo comenzó a arreglarse y la vida volvía a ser la que era... Detrás de él vinieron otros que querían cogerle, que querían su secreto y sería así por siempre... Una vez le prometí que le cuidaría mientras yo viviese. No fui consciente del alcance de mi promesa hasta el día en que su ADN y el mío se cruzaron, hace ya más de 400 años."


    *Frase de Atenea.

lunes, 23 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 99 "¿Qué escondes, Aristocles?"

Os invito a leer antes El secreto de Aristocles para que este relato tenga sentido.

¿Qué escondes, Aristocles?

    "Hay vergüenzas que un hombre debería llevarse a la tumba, junto con sus secretos. Otros en cambio, como el secreto de Aristocles, no. Hace ya tanto tiempo que estamos escapando que he perdido la cuenta. Estoy sorprendida de que toda esta odisea esté durando tanto. Los dos hemos cambiado mucho durante todo este tiempo. Tuve que aprender a estar siempre alerta, a no confiar en nada ni en nadie y a cuidar de nosotros. Aristocles por su parte tuvo un cambio más drástico. En poco tiempo dejó de ser aquel pequeño cachorrillo que encontré en una cuneta para convertirse en un gato grande y sano. La verdad, con lo poco que fuimos encontrando para comer no entendía como podía desarrollarse tanto.

    Sólo nos tenemos el uno al otro, y poco a poco se convirtió en la única "persona" con la que mantengo conversaciones, pero él nunca me responde. Sé que es un gato y no sabe hablar, pero cada vez estoy más convencida de que me entiende. Sus silencios, miradas y maullidos me dan la respuesta que su boca no puede dar. A veces tengo la impresión de que yo no le encontré por casualidad, sino que tenía que ser así y que él también lo piensa... El día que mataron a Julia comenzó nuestra odisea. Durante un par de meses corríamos de un lugar a otro, sin estar más de un par de días en cada sitio. Teníamos que intentar pasar desapercibidos, pero no era fácil. Desde que había empezado todo esto, aún no había visto a nadie que escapase por ahí con su mascota, así que una chica corriendo de aquí para allá con un gato llamaba mucho la atención. Les tuvimos pisándonos los talones durante más de 6 meses.

    Una noche me despertó con sus maullidos nerviosos, pensé que tendría hambre, pero a través de la ventana de la habitación vi pasar unas cuantas sombras, una de ellas, parecía llevar una pistola en la mano. Nos habían encontrado una vez más. Me levanté en silencio, cogí a Aristocles y me metí en el baño. Para que estuviera más seguro le metí dentro de la bañera, pero no era un lugar que le gustase mucho. Necesitaba algo con lo que defenderme. Tan silenciosamente como pude desmonté la tubería del baño, respiré profundamente y me puse, tubería en alto, al lado de la puerta. Pude escuchar perfectamente como abrían la puerta de la habitación y como se echaban sobre la cama. Empecé a respirar con más calma porque me hacía una idea de lo que vendría a continuación y no me equivoqué mucho. La puerta del baño se abrió de repente, vi aparecer unas manos con una pistola y sin pensarlo descargué un golpe con todas mis fuerzas. Escuché un 'crack' y después aquel tipo cayó de rodillas entre aullidos de dolor. Su brazo estaba doblado en un ángulo casi imposible y por la zona del 'nuevo codo' asomaba ensangrentado, uno de sus huesos.

    Dos hombres más entraron a las carreras en aquel cuarto de baño. Uno de ellos fue hacia la bañera y cogió a Aristocles que se revolvía e intentaba propinarle unos buenos arañazos. El otro se vino hacia mí. Me pilló desprevenida y con los brazos hacia abajo. Me agarró por los hombros, lo que me impedía levantar los brazos para propinarle un golpe con la tubería. Tenía que pensar rápido, no tenía mucha amplitud de movimientos, lo que hacía que cualquier golpe fuese débil, pero entonces lo vi claro. Eché hacia atrás todo lo que pude la tubería y lancé un golpe contra la parte más débil de la anatomía masculina. En cuanto recibió el golpe sentí sus dedos clavarse en mis brazos y el dolor se apoderó de ellos, pero pronto su agarré fue convirtiéndose en algo cada vez más débil. Cuando cayó al suelo le asesté dos patadas más, una nuevamente en las pelotas, la otra en la base de la espalda. Me giré hacia el hombre que quedaba. Tenía a Aristocles firmemente cogido y yo estaba ya fuera de mí en aquel momento. Y blandiendo la tubería y con un grito me tiré contra él.

    -¡Suelta!... ¡A mi!... ¡GATO!

    No sé cuantos golpes le di en la cabeza, porque la ira me dominaba. Sólo sé que cuando terminé donde antes tenía la cabeza, ahora sólo había una masa sanguinolenta que ni siquiera parecía un cráneo. Su cadáver había caído dentro de la bañera y los otros dos se retorcían de dolor sobre el suelo. Sabía que no podía dejarles vivos, ellos habían venido a matarnos, yo simplemente iba a saldar una cuenta. Al que se retorcía de dolor por las patadas le clavé la tubería si miramientos en la cabeza y al instante se quedó quieto. El otro continuaba sollozando y agarrándose el brazo roto. Me acerqué a él y le pisé el brazo, y cuando un aullido de dolor comenzaba a salir de su garganta le propiné una patada rápida y fuerte en el cuello. Todo se quedó en silencio de repente.

    Me senté sobre la tapa del retrete, y tardé un par de minutos en serenarme. Aristocles salió de su escondite y vino corriendo hacia mí, para subirse a mi regazo y que lo abrazase. El pobre había tenido que presenciar todo aquello y aún así no me tenía miedo. Cada vez estaba más segura de que ese gato podía entenderme y comprender que todo aquello lo hacía por su bien. Mientras se revolvía en mi regazo pude ver algo extraño en su chapa identificativa. El muy cabrón se la debía haber roto mientras forcejeaba con el pobre gato. Me la acerqué para poder verla a la luz y descubrí que no estaba rota, sino que se había abierto. No era una simple chapa, sino que era como un medallón.

    Me quedé mirando la nueva inscripción como hipnotizada. El mensaje lo formaban un nombre: 'Dr. De la Cuadra' y un número de teléfono. Salté como un resorte hacia el teléfono. No sabía si las comunicaciones todavía seguían activas, ni siquiera si ese doctor seguiría con vida, pero tenía que arriesgarme, porque quizá él tuviese la respuesta al secreto de Aristocles. Después de tanto tiempo escapando necesitaba saber el por qué de tantas muertes, de tanta persecución. Por qué mi vida había cambiado desde el día en que decidí rescatar a Aristocles de una muerte segura en la carretera. Todos estos pensamientos se agolpaban en mi cabeza mientras en mi oído sonaban atronadores los tonos del teléfono.

    -¿Sí? ¿Hola?
    -Hola... ¿Dr. De la Cuadra?
    -¿Quién es?
    -No sé si lo entenderá, pero tengo a Aristocles...
    -¿Tienes a...? ¿Pero cómo?
    -Lo encontré hace ya meses, en una cuneta, atado al suelo para que un coche le atropellase.
    -¿Y Esteban?
    -Si preguntas por el dueño... Muerto... Igual que Julia... De hecho, no sé como nosotros hemos durado tanto...
    -¿Les han matado a ambos?
    -Por lo que he podido adivinar en este tiempo, a él por el secreto que tenía. A ella por revelarme que el secreto lo escondía Aristocles. Durante todo este tiempo nos han perseguido a cualquier sitio que huíamos. Ahora mismo tengo tres cadáveres en el baño y no tardarán en venir más hombres a por nosotros. Acabo de descubrir este número en el medallón del gato y esperaba que pudieras ayudarnos.
    -¿Dónde te encuentras?
    -En algún sitio cerca de León...
    -Muy bien, mañana estaré a las 12 en punto junto a la Catedral de León. Sólo estaré allí 10 minutos y después me iré, así que intenta estar allí puntual y que no te siga nadie.

    Y ahí se cortó la llamada. Miré a Aristocles, que había venido a sentarse en la cama a mi lado, no sabía quien era aquel hombre, pero había confiado en él desde el primer instante. Quizá se debía a que su nombre estaba oculto en el medallón del gato, pero aún así no debía de bajar la guardia, al menos hasta que supiese cual era toda su implicación en todo aquello. Me levanté y fui a cerrar la puerta del cuarto de baño, porque el olor a sangre comenzaba a marearme. Me giré hacia Aristocles, que seguía tumbado en la cama.

    -Te prometo que te cuidaré mientras viva..."


    *Frase de Sechat.

domingo, 15 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 98 "Después de cocinar"

Después de cocinar

    "-Tenía las manos y la ropa llenas de sangre. Dejé caer el cuchillo al suelo e intenté pensar con claridad, al menos por un momento. Había matado a alguien, pero tenía motivos, ¿verdad? - En el silencio de aquella cocina me daba la razón a mí misma, quería pensar que sí, que había hecho todo aquello por una buena motivación. Pero en el fondo creo que ni yo misma me lo creía...

    A mis pies estaba el cuerpo de la abuela. Tenía el cuello cercenado y sangraba copiosamente, ya había un charco enorme junto a su cuerpo, todavía con vida. Se notaba que estaba agotando sus últimos minutos de vida porque no dejaba de convulsionar. Me quedé mirándola un buen rato sin decir nada, viendo como se le iba la vida, hasta que por fin dejó de moverse. Pero tenía mis motivos, tampoco había sido algo premetitado, sino que surgió de la nada. Yo había estado preparándote la comida con cariño y con esmero y de repente llega ella diciendo que esa no es comida para un niño pequeño el día de su cumpleaños. ¿Y qué sabrá ella? Si te quiero preparar acelgas te las preparo y te las vas a comer sin rechistar, porque ya sabes que no me gusta que me lleven la contraria... Ya lo decía el psicólogo, que tenía cierto problema con la autoridad, pero yo no lo creo.

    -El problema lo tienen los demás, que siempre me están cuestionando. ¿Por qué se empeña la gente en decirme que me equivoco? ¿Es que no se dan cuenta de que son ellos los que se equivocan siempre? Así que allí estaba, en medio de la cocina con el cadáver de la abuela en el suelo por haberme llevado la contraria ¡y ahora vienes tú y me dices que no te gusta la comida que te he preparado! 

    Notó que su hermano pequeño había comenzado a llorar y mientras tapaba como podía las manchas de sangre que tenía en la sudadera le dijo dulcemente:

    -No llores, sólo era una historia para que te comieras las acelgas..."


    *Frase de Roc. Idea de Jara, frase al final.

lunes, 9 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 97 "El secreto de Aristocles"

El secreto de Aristocles

    "Abrió la puerta muy despacio y contuvo la respiración, a sus espaldas yo también la contenía, creo que lo hacíamos todos, a la espera de saber lo que podíamos encontrar al otro lado. Hacía ya mucho tiempo que la palabra normalidad había escapado de nuestro vocabulario y ahora, todo era caos. Primero llegaron las revueltas, después la revolución y por último la gran guerra. Ya no existían los gobiernos, la ley marcial era lo que imperaba ahora mismo y todos estaban bajo el mando del 'Gran Dictador'. Nadie sabe su nombre real, nadie le ha visto en persona, pero todo el mundo le conoce. Cuando durante los primeros meses de la guerra comenzaba a salir por televisión prometía que nos sacaría de todo esto y tengo que admitir que le creí. Y ese fue mi mayor error.

    Creerle me dio esperanza. Una esperanza que no me hizo luchar, que me hizo pensar que todo se arreglaría y que marcó el rumbo de mi vida. Que me llevó a compartir coche con tres personas que hasta hace más bien poco eran totales desconocidos, pero que tras dos semanas juntos en medio de aquel infierno, ya eran como mi familia. De hecho, eran lo único que tenía... Y ahí estábamos, robando otro coche más, cruzando una autopista como podíamos, sorteando a otros coches y personas que trataban de hacer lo mismo que nosotros. Desde que habían empezado a poner 'fronteras' entre provincias y a separar a la gente por su clase social, todo se había ido a peor, sobre todo en las zonas donde dejaban a los que ellos consideraban 'parias'. Y allí me habían dejado a mí. No sé por qué me separaron de toda la gente que conocía y me llevaron a otra zona, una mucho peor que en la que estaba y allí me dejaron. No me quedó más remedio que apañármelas sola durante una buena temporada, después conocí a Juán, Eva y Noa.

    Intentábamos cruzar una de las fronteras, cuando el carril por el que íbamos se paró. Los coches dejaron de avanzar y comenzó el recital de gritos, bozinazos y golpes. En el otro carril no pasaba lo mismo, allí cuando pasaba un coche, lo hacía a toda velocidad. Y entonces lo vi. Tenía una cuerda atada al cuello que lo mantenía sujeto al asfalto, demasiado cerca del borde de la carretera, en cualquier momento podrían atropellarlo. ¿Pero quién ataría allí a un gatito pequeño? Algo saltó dentro de mí y antes de poder darme cuenta ya había salido del coche y cruzaba imprudentemente el otro carril de la autopista en dirección a aquel gato. Con la pequeña navaja que llevaba solté la cuerda que estaba sujeta a una argolla, lo que demostraba que alguien le había dejado allí a propósito para que muriese. ¿Acaso un pequeño gato ocupaba tanto?¿Daba tantos problemas? Estaba muy asustado con todo el ruido que había alrededor y se pegó a mi cuerpo buscando refugio. Estaba tan absorta mirándole que no me di cuenta de que los bocinazos casi habían cesado. Sólo un coche continuaba pitando y era el de mis amigos. Nuestro carril había comenzado a avanzar otra vez y me estaban llamando.

    Intenté cruzar para llegar hasta ellos, pero comenzaron a pasar coches a toda velocidad por el carril que nos separaba y lo único que pude hacer fue ver como se iban alejando poco a poco y no quería quedarme allí sola. Me metí el gato dentro de la chaqueta y comencé a correr por el arcén esquivando a la gente que me topaba por el camino. No me siento orgullosa de mi comportamiento, pero otras veces me lo habían hecho a mí y había aprendido que si quería sobrevivir tenía que ser dura y fuerte. Corrí a toda velocidad por la autopista en dirección a la frontera que tenían montada allí. En unos minutos la cerrarían y no la abrirían hasta el día siguiente y no quería pasar la noche en medio de la oscuridad rodeada de extraños. El gato estaba asustado dentro de mi chaqueta, tanto que me clavaba sus pequeñas uñas, lo que me hacía descargar adrenalina y correr más. Creo que él fue el que consiguió que llegase a la frontera segundos antes de que cerrasen. Conseguí pasar, pero mis amigos no estaban allí. Pensé que se habrían quedado a esperar a ver si conseguía llegar, pero no fue así. Quizá no pensaron que fuera a lograrlo, pero allí estaba, había conseguido cruzar, pero estaba sola y pronto anochecería. Tenía que encontrar un sitio para pasar la noche.

    Conseguí llegar hasta un viejo motel de carretera, si ya antes parecían siniestros, después de la guerra parecían auténticos palacios del terror, pero aún así cualquiera de ellos era mejor opción que dormir a la intemperie y a merced de cualquier loco que se pudiera cruzar en mi camino. Encontré al dueño y conseguí una pequeña habitación a cambio de limpiar todas las instalaciones al día siguiente. No fue un mal trato. Es increíble ver hasta qué punto ha llegado la economía tras las revueltas. El euro no tiene ningún valor y hemos vuelto a los trueques como el modo más válido de conseguir algo. Limpiar a cambio de cena, desayuno y un lugar tranquilo donde pasar la noche, me parecía mucho más que un buen precio. Pude asearme con una tina de agua fría y después disfrutar de la 'cena' que entraba dentro de mi trato. Consistía en un par de bizcochos y un poco de leche caliente. No era gran cosa, pero al menos tenía algo que llevarme a la boca. Estaba cenando en aquel cuarto cuando escuché por primera vez el maullido del gato. Ni me acordaba de él. Estaba en el suelo, enroscado en mi chaqueta y parecía hambriento. Puse un poco de leche en el platillo de la taza y le añadí unos pedacitos de bizcocho. Se los comió con muchas ganas y yo hice lo mismo con mi cena.

    Después lo cogí en brazos, quería cerciorarme de que estaba bien y no tenía nada roto ni ninguna herida. Todo estaba bien y entonces me fijé en su cuello. Tenía un collar y de él colgaba una chapa. ¿Lo habían abandonado con su chapa identificativa? Por la parte delantera tenía grabado un dibujo. Representaba a un hombre mayor, calvo y con mucha barba, llevaba una túnica y un libro debajo de uno de los brazos y con el otro señalaba al cielo. Un dibujo un tanto inusual para una chapa de un gato. Y por detrás lo que supuse que era su nombre: Aristocles, que menudo nombre para un minino, y debajo una pequeña inscripción: 'Platón IV: República'.

    -¿Así que te llamas Aristocles? - dije mientras le aupaba y ponía su nariz contra mi nariz. - ¿Y que significa eso sobre Platón? No lo sabes verdad minino... Vamos a descansar.

    Al día siguiente esperé a que todo el mundo se hubiera ido del motel, lo limpié a fondo y después de recibir mi suculento desayuno, que constaba de exactamente lo mismo que la cena, me puse en marcha con la cabeza del pequeño Aristocles asomando por la parte superior de la chaqueta. No fueron días fáciles, me costó encontrar lugares decentes donde poder dormir y más de un día nos quedamos sin probar bocado. A mí me daba igual, pero me daba pena no poder ofrecerle nada al chiquitín para comer, porque maullaba con toda su alma cuando tenía hambre. 

    Había llegado a una 'Zona Segura', eran puntos donde la gente se reunía para estancias más largas. Tendría que buscarme un buen trabajo que me ofreciese estancia y comida para mí y para Aristocles. Así es como terminé trabajando como camarera en el restaurante de Julia Ramirez. Era una señora muy amable y me dio el trabajo sin dudarlo. Me ofrecía comida y un pequeño cuarto encima del restaurante, era una oferta irrechazable. Un día estaba yo en la parte de atrás del restaurante, durante mi descanso para la cena, jugando con Aristocles cuando Julia salió a tirar la basura. Me saludó y se echó a reír cuando vio que el gatito se había llevado tal susto al verla que había venido corriendo a esconderse detrás de mí.

    -¿Tienes un gato?
    -Sí, espero que no sea un problema... - dije mientras lo cogía en brazos para que se tranquilizase y Julia pudiera verlo.
    -No te preocupes, no pasa nada, me gustan los animales. Es muy asustadizo, ¿no?
    -La verdad que desde que le encontré no ha estado con ningún otro ser humano. Le habían abandonado y atado en una autopista esperando que alguien le atropellase, y supongo que no le tiene mucho aprecio a las personas.
    -Es un gato muy bonito, mi hermano tenía uno igual...
    -No sabía que tenías un hermano.
    -Murió. Bueno, más bien lo asesinaron.
    -¿Lo asesinaron? ¿Cuando comenzaron las revueltas?
    -Que va... Le mataron porque sabía demasiado. Tenía una solución para toda esta situación. Algo que nos permitiría volver a la vida que conocíamos, pero al 'Gran Dictador' no parecía interesarle esa solución y acabó con él.
    -Dios, eso es horrible.
    -Después de que apareciese muerto fui a su apartamento y estaba todo revuelto, se habían llevado todos sus papeles. Lo único que me quedó de él es este colgante.

    Se me heló la sangre en las venas al verlo. Por delante tenía el mismo dibujo del señor que tenía la de Aristocles. Por detrás era un poco diferente. Arriba ponía: el de la espalda ancha y debajo la incripción que ya me sonaba: 'Platón IV: República.' Aristocles maulló sacándome de mi trance. Durante unos segundos sopesé el si contarle o no a Julia lo del colgante y al final me decidí.

    -Julia, mira el colgante del gato.
    -Dios, es el gato de mi hermano. Debieron dejarlo allí cuando le mataron, para que muriese. ¡Qué irónico!
    -¿Irónico?
    -Sí, posiblemente cuando registraron su casa buscaban sus papeles sobre el modo de librarnos de esto y después abandonaron al gato sin saber que él es la respuesta.
    -¿Aristocles?
    -Sí, nunca me dijo dónde escondía los papeles, ni sobre qué trataban, pero siempre decía que el gato guardaba el secreto en...

    Entonces todo se volvió rojo por un instante, después Julia cayó al suelo. Pensé que se había desmayado, pero cuando me levanté para ayudarla pude ver el amasijo de sesos que antes había sido su cabeza y el charco de sangre que se estaba formando alrededor de su cuerpo. Alguien la había matado, quizá los mismos que habían matado a su hermano y que ahora podían saber lo de Aristocles y vendrían a por nosotros.

    Le cogí y salí de allí corriendo sin saber a dónde. Tenía miedo por mi vida y por la del pobre gato, ¿qué le harían si lo cogían? No podía contarles nada, seguro que le quitarían su colgante y luego le matarían, de todos modos, ya lo habían abandonado una vez... Corrí durante toda la noche y al amanecer encontré un hostal en el que refugiarnos hasta que llegase nuevamente la noche y poder huir al amparo de la oscuridad. Entré en la pequeña habitación. Comprobé y cerré todas las ventanas, bajé las persianas y corrí las cortinas. Ahora sabía que toda precaución era poca. Atranqué la puerta con una silla y después de haberlo comprobado todo por segunda vez me dejé caer rendida en la cama. El gato se subió también y se vino a acurrucarse a mi lado

    -Por hoy estaremos a salvo pequeño. Sé que no me entiendes y que posiblemente ni siquiera seas consciente del lío en el que estamos metidos ¿Y ahora qué? ¿Cuál es el pequeño secreto que escondes Aristocles?"


    *Frase de Angelical.

domingo, 1 de enero de 2012

CuentaCuentos nº 96 "Cosas de gatos"

Cosas de gatos

    "Ese gato tiene razón. Siempre la tiene y eso es justo lo que me saca de quicio. Todas sus ideas son aplaudidas y nadie las cuestiona. Las mías, por el contrario, acaban siendo ideas de bombero, todo el mundo termina enfadado o gritando y el resultado es siempre el mismo, me castigan.

    Todo el mundo adora a ese gato, bueno, todo el mundo menos yo. No consigo encontrarle nada bueno. Los demás dicen que son celos. Que no le soporto porque ha venido a ocupar mi lugar, pero se equivocan. ¿De qué voy a sentir yo celos? ¡Si no es más que un gato tonto! No sabe hacer nada productivo. Las tardes las pasa persiguiendo polillas, maullándoles a las gaviotas y pájaros que ve desde la ventana, tumbado delante de la estufa en invierno, tirado sobre las baldosas en verano...

    Y lo que más me revienta de él es cuando se pasea por la casa dando unos maullidos cortos mientras persigue una pelota que tiene un cascabel dentro. Pobre idiota, se debe pensar que puede sacarlo de ahí, pero no podrá. Pero es que hasta su estupidez les hace gracia, porque cuando lo ven haciendo alguna de sus tonterías le llaman y él sale corriendo hacia ellos (el muy pelota) y se les sube al regazo ronroneando, y poniendo su carita más dulce. Estoy convencida de que la cara tierna del "Gato de Shrek" es una copia barata de la cara de este gato bobalicón.

    Y ellos que se las dan de tan listos, no consigo entender como se dejan engañar así. Y tiene algo que me pone de mala leche sobre todas las cosas, y es su don especial para que yo parezca la culpable de todas las animaladas que hace: cuando aparece mi pienso tirado dentro del bebedero, cuando abre la puerta del armario y me incita a que me meta a echarme la siesta dentro, cuando aparezco "vestida" con una bolsa de la compra después de una pelea con él, cuando soltamos soltó la mampara de la ducha (mira que nos dieron bronca ese día...)

   En fin, que no son celos, simplemente es que miro por mi bienestar. Además, cada vez que tiene un plan, yo termino siempre mal parada. Lo que me hace ser muy desconfiada y que siempre esté vigilando mis espaldas... Cada vez que tengo a ese gato cerca, hace que se me ericen los pelos de la cola."


    *Mi frase.