lunes, 19 de marzo de 2012

CuentaCuentos nº 103 "Una mala elección"

Una mala elección

    "No estoy en peligro. Yo soy el peligro. Lástima que ellos no lo sepan... Me gustaría saber que hago aquí. Hace cinco horas estaba en una discoteca, con una amiga, se nos acercaron dos tíos con intenciones un poco turbias. De repente llegó la oscuridad y la nada. Después desperté aquí, en este sótano oscuro, tirada de cualquier modo sobre un colchón viejo lleno de manchas de sangre. Ni siquiera me ataron y ese fue su segundo error. El primero fue fijarse en mí. Quizá pensaron que yo era una víctima perfecta, una chica del montón, que no llama la atención. Nadie se daría cuenta de que había desaparecido hasta que ya fuese demasiado tarde. ¡Qué ilusos! Eso es precisamente lo que quiero. Que nadie se fije en mí, ser prácticamente invisible para la gente que me rodea, es el único modo de que nadie recuerde mi presencia allá a dónde voy.

    Hago un recorrido por el sótano. Es pequeño, lúgubre y húmedo. La casa no debe ser muy grande, quizá de dos plantas. Por el estado del colchón no es la primera vez que traen a alguien aquí y por la cantidad de sangre supongo que para esa persona la cosa no terminó muy bien. Si no soy la primera quiere decir que otras veces no les han pillado. Deben ser personas corrientes y su casa no debe ser gran cosa. Sé como piensa este tipo de gente, porque he pensado como ellos miles de veces. Subo los escalones que llevan hasta la puerta, pego la oreja y me quedo muy quieta, respirando lentamente para poder escuchar todo lo que sucede al otro lado. Escucho pasos, pero no están cerca, suenan muy amortiguados, seguramente están en el segundo piso. Mi respiración se convierte en un leve susurro nada más, mi corazón se ralentiza hasta casi no sentirlo en el pecho. Voces. Son dos personas, dos hombres. Discuten, no se ponen de acuerdo sobre quien tendrá el poder esta vez... Les ayudaré con la decisión: yo.

    Rebusco entre el moño de mi pelo, casi deshecho y encuentro una de las pinzas que lo sujetaban cuando salí de casa. Ni se han molestado en registrarme. Demasiado confiados. Acompaso mis movimientos a mi respiración. Meto la horquilla en el ojal de la puerta y tanteándola consigo hacer girar sus engranajes. Escucho como el pestillo cede, pero es un sonido tan suave que ellos no han podido oírlo. Lentamente giro el pomo y me preparo para que la luz me ciegue durante un instante... La cocina. ¡Tan predecible! El sótano da a la cocina, un lugar que puede proporcionar un sinfín de armas a alguien que necesite protección, o en mi caso algo con lo que atacar. Miro a mi alrededor pensando en qué puedo coger. Tengo varias opciones, algunas muy rápidas, pero esto es algo personal. Me han cogido y quieren hacerme daño, tengo todo el derecho del mundo a defenderme, sólo que no me limitaré simplemente a eso... Me decido por un cuchillo de cocina, pero no de esos grandes de la carne, sino uno de esos pequeños. Quiero que esto sea algo cercano, muy cercano. Me tomo unos segundos para pensar en lo que viene ahora. En mi cabeza se van sucediendo imágenes claras de lo que voy a hacer. El escenario y las caras de esos dos hombres son borrosos porque aún no les he visto, pero el resto, mis movimientos, lo que voy a decir, sus gritos... Todo eso está muy claro en mi cabeza.

    Siguen arriba, les oigo. Ya han tomado una decisión. Una pena que yo lo haya hecho antes. Salgo de la cocina y camino por un pasillo hacia las escaleras que dan al segundo piso. Subo peldaño a peldaño, saboreando cada momento, porque sé como va a terminar esto y esa visión me gusta, me reconforta. Lo único que me da pena es que estos dos no van a poder unirse a los demás. A los otros 15 hombres que están enterrados bajo mi garaje."


    *Frase de Aarón.