jueves, 24 de marzo de 2016

~Marta~

Era viernes y como siempre me tocaba trabajar. Era un caluroso día de verano y había aprovechado para ponerme un precioso vestido blanco estilo ibicenco que me sentaba de muerte. Iba apurada porque estaba con el tiempo justo, ya que tuve que parar en casa a recoger la mochila con la ropa para cambiarme, a mi jefe le daría algo si intento ponerme en mi puesto así vestida. Entré por la puerta cuando faltaban cinco minutos para abrir.

-¿Te parecen horas de llegar? -como siempre el jefe tan agradable-. Y aún tienes que cambiarte... No sé como no te he despedido aún.
-No lo haces porque sabes que mis tetas atraen muchos clientes -yo tampoco me cortaba un pelo-, y por suerte para ti, no me importa que me miren siempre y cuando tengan las manos quietas.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Que como tu amigo vuelva a intentar meterme mano solo va a tener futuro como castrati.
-La tigresa saca las garras...
-Ten cuidado no saque otra cosa.
-¿Como qué, preciosa? -dijo acercándose a mí más de lo que me gustaría.
-Otra demanda por acoso.
-Venga, venga, tranquila tigresa, que quiero que haya paz. Ve a cambiarte mientras tus compañeros te cubren un rato.

Entré en el vestuario y como ventaja de ser la última y llegar casi tarde lo tenía para mí sola. No es que me importara cambiarme con mis compañeros delante, pero para variar no estaba mal no andar rozándome con culos, tetas y rabos. Me saqué el vestido y rápidamente me enfundé los vaqueros negros, me encantaban, estaban llenos de descosidos y rotos por todos lados y yo le había añadido un encaje bordado en los más grandes, para no enseñar de más y también algunas cadenas colgando. Me quité el sujetador 'blanco angelical' y me puse el 'negro dama del infierno' con unas copas que levantaban mis pechos que no son excesivamente generosos y me hacían un escote todavía más sugerente. Cogí la camiseta y me la puse, me encantaba. Vista de frente parecía una camiseta negra normal, sin mangas, ajustada pero sin apretar demasiado y sobre el pecho izquierdo el nombre bordado en hilo "Tigresa". Pero lo mejor de la camiseta estaba detrás.
Me senté para calzarme las botas negras hasta la pantorrilla. Crucé los cordones entre los ganchos y quité una pequeña mancha que tenían en un lateral, estaba casi lista. Me maquillé rápidamente, sombra de ojos color chocolate con un buen difuminado y una buena cantidad de eye-liner que me conferían una mirada felina. Mientras me recogía la rebelde melena pelirroja en una trenza me giré para poder ver lo mejor de todo el conjunto en el espejo, era un ritual que hacía cada día que me tocaba turno. Miré por encima de mi hombro y desde el espejo el bordado de una tigresa albina me devolvió la mirada. Era espectacular. Me fascinaban esos animales y por eso no dudé cuando me preguntaron qué quería llevar bordado y cuál sería el nombre que utilizaría en el trabajo.
Salí y aunque sólo habían pasado quince minutos el local ya estaba lleno a medias, se notaba que iba a ser un día con mucho movimiento. Entré en mi zona, ya con el chip puesto y comencé a atender a los clientes, que a esta hora aún eran educados, se les entendía cuando hablaban y no trataban de echar un polvo en el baño con cualquier cosa que tuviera coño en un ratio de 5 metros a su alrededor.
Aunque os pueda parecer lo contrario me gusta mi trabajo. Me gusta servir copas y antes de empezar a trabajar aquí fui clienta durante muchísimos años. La música es muy buena, nada de reggaeton, ni baladas, ni moñadas de esas. Tampoco voy a decir que todo lo que sonaba aquí era heavy puro, pero sí que era música para bailar, para darlo todo y moverse hasta perder el sentido. Cuando supe que había una vacante rápidamente me presenté al puesto, sabía qué tipo de gente contrataban, abstenerse "blanditos" deberían haber añadido en el cartel, porque aquí no durarían ni dos horas pasado el ecuador etílico del 75€% de la clientela.
Evidentemente me dieron el trabajo, era justo lo que buscaban, una chica de buen ver sin pelos en la lengua, a la que no le importase ser objeto de deseo de miles de babosos, pero que sabe pararle los pies al primer gilipollas que se pone pesado, que os digo desde ya que son muchos, cada noche... Y allí estaba yo, entregada al arte de servir copas, cervezas, cubatas, combinados y chupitos, esquivando ya a los primeros cerdos de la noche, que esta vez se habían adelantado al menos una hora del horario previsto, pero a los que supe manejar sin problema,y entonces sentí que todo mi cuerpo se estremecía, así que levanté la vista...
Y ahí estaba él otra vez, con su camiseta negra ceñida, su chupa de cuero, sus pantalones pitillo del mismo color rotos por las rodillas y unas botas Newrock llenas de hebillas por encima de los bajos. Su pelo castaño hoy luce aún más salvaje, cayendo sobre sus hombros (estoy segura de que se ha despeinado sacándose el casco de la moto), y pude notar que se había rebajado la barba, que no es que le quedase mal como la llevaba, que a mí me gustan las barbas, aunque eso sí, bien cuidadas y para mi gusto en el momento que puedes hacerle trenzas en ella es el momento de tomar medidas. ¿Me habrá leído la mente? O eso o la ciencia infusa, ya que me ha estado evitando por todos los medios...
Había empezado a venir hacía un par de meses por el garito y desde el primer día me fijé en él. Aquella vez había pedido sus bebidas en otra de las barras, a la mía ni se acercó y me quedé con las ganas de verle de cerca y escuchar su voz. A la hora del cierre había interrogado a mis compañeros, ¿pero qué esperar de los hombres? Ni sabían de quién les hablaba, eso sí, preguntarles por tal rubia del tatuaje o cual morena de pechos grandes, para eso sí que andan vivos los cabrones.
A partir de esa empezó a ser un habitual de los fines de semana, pero siempre se ponía en la otra barra. Una noche conseguí que unos de mis compañeros me cambiase el puesto a cambio de hacerle de cebo con unas cuantas mujeres, vamos, lo que viene siendo que yo me presentaba primero y luego le presentaba a él, como un amigo caballeroso en el que podían confiar. ¡JA! Qué pérfida mentira y ellas que ingenuas por tragárselo, aunque a los hombres les gustan las mujeres que se lo tragan, ¿no?
Pues en lo que estaba, que conseguí ponerme en la barra en la que él solía pedir y ese día me hizo la cobra. Bueno, a mí no, a la barra. Se acercó como siempre y de repente hizo un quiebro y se fue a la que era la mía habitual. No sabía si darme de cabezazos en aquel mismo momento o dejarlo para otro momento con menos testigos. Estaba frustrada, enfadada y caliente. Sí, caliente. Porque solo con verle me encendía entera. Quizá por ese misterio que le rodeaba y que yo no podía desentrañar.
El fin de semana siguiente volví a mi barra y ¡adivinad qué! Correcto, premio, has acertado, volvió a su barra de siempre. ¿Pero qué jugarreta del destino era aquella? Estaba claro que algo muy malo había hecho yo para que el karma me estuviera jodiendo de esa forma. Y de repente un rayo de luz y esperanza. Yo estaba inclinada, cambiando un barril de cerveza y al levantarme y darme la vuelta le encontré mirando hacia donde había estado mi culo en pompa hacía unos segundos y antes de que pudiera disimular vi como se pasaba la lengua por los labios para terminar mordiéndose el labio inferior. Fue algo rápido, pero ahí estaba, lo había visto.
Supuse que a partir de ahí iría todo rodado, así que desde lejos empecé a insinuarme cada semana: miradas, gestos, poses… Pero nada, no me decía nada, no me daba ninguna señal. Para ser totalmente justas, ni se me había acercado simplemente. Ese día estaba especialmente sexy, ¿os había dicho ya que se había arreglado la barba?

—Ay por Dior, me encantaría que dejases mis muslos marcados y doloridos por el roce de tu barba...
—Como está hoy la tigresa... No tengo barba, pero también puedo dejar tus muslos marcados y doloridos —me dijo un cliente al que no había visto, pero que era un acosador habitual.
—Yo también puedo dejarte marca cariño —me incliné sobre la barra, apretando mis pechos contra ella para decirle algo al oído—, ¡la de mi puño en tu cara como no me dejes en paz!

Cogió su copa y se alejó corriendo, dejando su sitio a un nuevo cliente al que atendí tan tranquila porque ya había descargado parte de mi frustración sexual con aquel pobre diablo.

—¿Has visto? —mi compañera se acercó a mí para hablarme al oído—. Nueva perrita intentando conseguir tu hueso...
—¿Sí? —me giré para ver hacia donde él estaba con una de tantas mujeres que cada fin de semana trataban de conseguir algo con él—. Pobre ilusa, que lo intente, a ver si tiene más suerte que todas las demás.
—Es cierto, ¿le has visto salir  acompañado de aquí alguna vez?
—Pues la verdad es que no, y prefiero que siga siendo así.
—¿Sabes que podría ser...?
—Ni se te ocurra decirlo —la corté—. No tientes al destino diciendo la palabra, porque el karma me tiene muy jodida últimamente —mi compañera se había quedado muy seria—. Lo de muy jodida lo digo de forma figurada, porque hace que no hecho un buen polvo ni se sabe, yo creo que he debido revirginizarme o algo así... El otro día fui a depilarme y estoy por asegurar que la esteticista podía escuchar el eco de su voz rebotando en mi yermo páramo.
—Por favor, ¿podrías atenderme?
—Sí, un momento —dije sin girarme—. Y si he conseguido el milagro de la revirginización, a Dior pongo por testigo de que ese jodido melenas que lleva meses esquivándome va a ser el caballero andante y de brillante armadura que penetre con su larga, dura y enhiesta lanza mi gruta del placer para llevarse el divino tesoro que guardo para él.
—Joder, la tigresa está en pie de guerra.
—¡Sí! —empecé a girarme hacia el dueño de la voz impertinente—. ¿Algún problema amigo? —aunque en cuanto le vi (porque como habréis imaginado ya, era él), sonó más como <<algún popoblemma amiggggglllluuuu>>
—¡Ninguno! —levantó ambas manos como para demostrar que estaba en son de paz—. Te aseguro que no voy a blandir mi lanza en tu contra... —y soltó una carcajada profunda que lanzó llamaradas directamente sobre mi entrepierna.
—Sí, ese es el jodido problema —solté toda la rabia contenida en ese comentario, aunque lo dije más para mí que para él, pero sé que me escuchó por como abrió los ojos. Me giré hacia mi compañera—. Nena cúbreme, necesito tomar el aire o ten por seguro que este lugar se convertirá en el escenario de una masacre y algún día harán una peli de esto con un título como “Tigresa, Carrie 3”.

Salí de la barra en dirección al almacén, donde estaban los vestuarios, cogí la chupa que guardaba allí para los días de trabajo, también con mi nombre y el bordado y me asomé al despacho del jefe.

—Salgo a tomar el aire o terminaré matando a alguien esta noche, he dejado a Zoe a cargo de todo, no creo que sean más de diez o quince minutos.
—Vale, tómate ese respiro y vuelve dentro para seguir meneando esas tetas que me hacen ganar dinero.
—En serio... Tengo un abogado, ¿recuerdas? Se llama Manel, es el mismo que redactó el primer acuerdo para librarte de una demanda por acoso, ¿quieres que os vuelva a preparar una cita?
—Eres jodidamente un dolor de cabeza.
—¡Pero mis tetas te hacen ganar dinero! —dije mientras me meneaba para moverlas.
—¿Tú puedes hablar de ellas y decirlo y yo no?
—Son mías y puedo hacer lo que me plazca con ellas —vi como abría la boca y me adelanté—. Y solo por lo que has pensado y estabas a punto de decir, me tomaré media hora, gracias Luis.

Salí por una puerta del almacén, que conectaba con un callejón interior que usábamos para tirar la basura cuando cerrábamos al final de la noche, y digo noche por decir algo, porque siempre nos saludaba alguna beata camino de la misa, mientras se santiguaba y decía que rezaría por nuestras almas. Me dio la risa y me desahogué.

—Tienes una risa preciosa.

Me callé al momento y levanté la vista para encontrarle a él allí frente a mí. Había salido por la misma puerta que yo y se iba acercando poco a poco, como tanteando el humor que me gastaba en aquel momento y eso lo hacía un hombre sensato.

—Te vi muy alterada y quise asegurarme de que estarías bien. Me dijeron que podía salir por aquí para poder encontrarte.
—¿Por qué hoy?
—¿Perdona? —parecía confuso—. Creo que no te entiendo.
—Llevas meses viniendo por aquí —estaba ardiendo, porque su sola proximidad me calentaba todo el cuerpo—, meses en los que me has ignorado como si fuese invisible, meses en los que no he existido para ti... —hice una pausa—. Bueno, eso no es cierto, porque te tengo pillado mirándome más de una vez y sé que lo haces con lujuria. Lo sé bien porque yo te veo igual y tú lo sabes —me voy acercando a él poco a poco—. Eres perfectamente consciente de lo que me haces, de lo que tu presencia me provoca y no has hecho nada. Si no te intereso dímelo. No soy una niña pequeña que se vaya a romper por una negativa, no serías el primero ni el último en rechazarme, pero ten los cojones suficientes para decirlo. Para dejarme las cosas claras y que yo pueda pasar a otra cosa... No sé, por ejemplo a clavar alfileres en las partes nobles de un muñequito al que le pegaría una foto tuya a modo de cara.

Y de repente se me echó encima como una apisonadora antes de que pudiera ser consciente de lo que pasaba. Sus manos me cogieron por los muslos y me levantaron, pegándome a su cuerpo duro. Para no caerme me agarré a sus hombros que eran fuertes, más de lo que me esperaba. Me sentó sobre uno de los cubos de basura y di gracias porque anoche nos acordásemos de cerrar la tapa, porque sino imaginad el percal en estos momentos.
Una vez que me tuvo atrapada y sin escapatoria sus manos subieron por mi espalda apretándome contra él. Estaba tentada a decirle que no necesitábamos ningún juego previo más, que por lo que a mí respectaba podía sacársela e hincármela bien profundo, es más, se lo agradecería (¿os dais cuenta del poder que tiene sobre mí?). Sus manos llegaron hasta mi cuello y rodearon mi nuca. Una de ellas se enredó con mi pelo, al tiempo que mis manos habían volado desde sus hombros hasta la cintura de su pantalón, donde ya luchaban con la hebilla de su cinturón. Me dio un tirón de pelo, no me hizo daño, pero fue lo suficientemente firme para hacerme levantar la vista hacia él y perderme en sus increíbles ojos azules.

—No voy a follarte como a una cualquiera en un callejón —dijo pegando sus labios a los míos.
—¿Qué? —solté un grito ahogado.
—Que no te voy a follar —me miraba fijamente, tratando de adivinar si le había entendido—. Ni aquí, ni esta noche...
—Pero...
—Cuando eso suceda será bajo mis condiciones —pegó más su cuerpo al mío y pude notar su erección mientras se frotaba contra mí—. Quiero follarte como un animal durante horas, y voy a hacerlo, te lo aseguro, pero para eso necesito una serie de comodidades que aquí no tenemos.

Y sin decir nada más volvió a tirar de mi pelo, para obligarme a levantar aún más la cabeza y tomó posesión de mi boca con un gruñido animal que amenazaba con hacerme arder de un momento a otro, estaba segura de que en cualquier momento sería el ejemplo viviente de lo que llaman “combustión espontánea”. Su lengua se encontró con mis labios y los invadió por completo, sin pedir permiso, simplemente se hizo dueño y señor de todo a su paso.
Le rodeé por la cintura y ajusté mi cuerpo aún más al suyo, los roces me estaban matando y con un poco más de ayuda estaba segura de que podría sacar provecho. Notaba la fricción de su cuerpo contra el mío, cada vez más duro, cada vez más caliente, cada vez más cerca... Hasta que al final me dejé llevar, me separé de sus labios unos milímetros y me invadió el orgasmo más intenso de mi vida, acompañado de un gemido gutural que salía desde lo más profundo de mi ser.

—Espero que esto sea suficiente hasta que te pueda tener en mi cama y a mi merced —me besó una vez más, pero fue cálido, suave, sin urgencias.
—Ni siquiera sé tu nombre... —le dije mientras se separaba de mí, se estaba alejando y estaba segura de que se marchaba.
—No te preocupes tigresa, cuando llegue el momento sabrás que nombre gritar mientras te corras conmigo dentro de ti.



>>>>¿Continuará?<<<<

2 comentarios:

  1. Esas interrogaciones al final de la historia no me gustan un pelo! Espero que sí que continúe. Enhorabuena Jan

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, la historia vino así, de repente y no pude hacer más que escribirla. Ellos me dirán si quieren contar el resto...

      Eliminar

Siéntete libre de compartir tus impresiones de lo que has leído. Un Feedback nunca viene mal y siempre es bien recibido.