miércoles, 27 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 7 "Su mejor amigo"

Su mejor amigo

    “Colocaba la trastienda cuando comenzaron a sonar las sirenas… Algo había pasado en la calle, y saldría para saber el qué. Como tantas otras navidades un accidente iba a traer unas fiestas no muy felices para alguna familia... Habían chocado un coche y una moto. Al menos el motorista llevaba puesto el caso y parecía que el impacto no había sido muy fuerte. Dos ambulancias habían llegado al lugar. Una atendía a los ocupantes del coche y la otra al motorista. Era un chico joven, y por más que le pedían que se calmase no podía estarse quieto.

    Cuando al fin le quitaron el casco comenzó a preguntar que cómo estaba el perro. ¿Perro? ¿Qué perro? Pensó. Alcanzó a oír que se había desviado al carril contrario para no atropellar a un cachorro, que no vio el coche que le venía de frente y chocaron, y al parecer su moto al salir despedida le había pasado por encima al animal. Sara miró a su alrededor. En el suelo, cerca del callejón vio unas manchas de sangre y pensó que el animal, herido y asustado se habría ido a refugiar allí.

    Se metió en el callejón, y al fondo, junto al cubo de basura encontró al perrito acurrucado y temblando... Aparentemente sólo tenía una pata herida, pero quien sabe como estaría por dentro. Se fijó más en el animal. Se acordó de que ese cachorrito llevaba unas semanas rondando la calle y que ella varias veces le había dado algo de comer. Sin pensárselo dos veces cerró la tienda, cogió al animal y fue en busca de una clínica veterinaria. Tuvo que esperar más de una hora a que la atendieran, pero envolvió al perrito en una manta y lo acariciaba y le hablaba para que se calmase.

    Cuando le tocó entrar puso el perrito sobre la mesa, y le contó al veterinario lo que le había pasado, y luego comenzó a examinarlo. Al cabo de un buen rato el veterinario le dijo que tendrían que operarle la pata, pero que del resto estaba bien. Le dijo que fuese a recogerlo el día de Navidad a primera hora.

    Pasaron los días y Sara fue a buscar al cachorrito. Tenía la patita entablillada, pero parecía mucho más feliz. El veterinario le dijo que todo había salido bien, pero que le quedaría para siempre una pequeña cojera, y que no podría correr como los demás perritos. Hasta ese momento Sara no se había parado a pensar en una cosa… ¿Qué iba a hacer con el cachorro? La verdad es que cuando lo vio herido sólo pensó en llevarlo a curarse, pero ¿y ahora?

    Se pasó buena parte del día pensándolo, mientras el perrito dormía acurrucado en la mantita en que Sara lo había envuelto. Al final, después de tanto pensar tomó una decisión. Cogió una caja, lo metió dentro y la cerró... Más tarde, en su casa, después de la cena, no podía dejar de pensar en el pobre perrito, metidito en aquella caja. Seguro que estaba muerto de miedo, pero no podía ser de otra forma...

    Todos se fueron al salón a tomar café con pastas. Era el día de Navidad y la casa estaba llena de gente y de alegría. El árbol resplandecía con todas sus luces y adornos. De pronto, un ruido sobresaltó a todo el mundo.

    -¿Qué ha sido eso?- preguntó Sara.
    -Viene del árbol mamá- se apresuró a contestar Antón, su hijo.
    -Pues ve a ver...

    Sara le sonrió a su hijo, que salió disparado directo hacia el árbol. Enseguida encontró una caja que se movía y que estaba calentita al tacto. Antón la abrió y se encontró con la dulce cara del cachorrito. Lo sacó de la caja, lo abrazó, lo achuchó y se lo enseñó a todo el mundo. Después se acercó a su madre.

    -Gracias mamá. Lo cuidaré mucho, mucho, te lo prometo. Pero dime, ¿qué le ha pasado en la patita?
    -Le han hecho daño y no tenía quien le cuidase... Entonces me acordé de ti y pensé que os podríais cuidar mutuamente y haceros compañía. Lo que pasa es que no podrá correr como los otros perritos por culpa de su herida, pero por lo demás será como los otros.
    -No importa mamá. Yo iré a su paso, y si se cansa lo llevaré en brazos. No importa que no pueda correr como los otros perritos. No me importa porque es “mi perro” y eso es lo único importante para mí.

    Antón jamás se separó de su perrito al que llamó “Veloz”. Y aunque no podía correr demasiado siempre que Antón le llamaba o le necesitaba Veloz estaba allí para ayudarle...”



    *Frase de Arena.

martes, 19 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 6 "Una y otra vez"

Una y otra vez

    Viernes 27 de Octubre.

    “El sábado comenzará todo otra vez... Y volveré a hacer lo mismo una y otra vez sin descanso. Ya no sé como escapar de aquí. Bueno, os lo contaré todo desde el principio. Mi nombre es Daniela y tengo 17 años. Y desde hace casi un año vivo condenada a vivir la misma semana. Sí, habéis oído bien.. Cada sábado a levantarme he retrocedido una semana y me veo obligada a continuar en este bucle que me está volviendo loca.

    Al principio trataba de salir como fuese. Pensé que habría  cometido algún error enorme que debía reparar antes de seguir adelante, pero pese a que me convertí en una persona modelo nada, sigo aquí. Luego perdí la esperanza y cada semana la vivo como un tormento. Además debo ser la única que se percata de lo que ocurre, porque más de una semana, al tratar de convencer a los demás de lo que pasaba he terminado en un centro psiquiátrico, pero no me preocupa, sé que el sábado estaré en mi cama, con mucho dolor de cabeza y una semana incierta por delante…

    Ahora que casi me he acostumbrado a esta locura procuro tomarla con diversión. ¿Cómo? Os preguntareis. Pues cada semana la vivo distinta. A veces soy la mejor hija del mundo, otras veces soy el mismísimo diablo, a veces regalo todas mis pertenencias a los más necesitados o mato a esa persona que me crucifica la vida. Nada importa lo que haga, porque todos los sábados amaneceré en mi cama, con mi gato al lado y el olor de las tortitas que prepara mi madre para desayunar. Os puedo asegurar que a mi corta edad ya lo he vivido absolutamente todo, no me queda nada por experimentar y eso me hace concebir la vida de otra forma. Puedo verme desde todas las perspectivas posibles sin el miedo a arruinar mi vida, con la claridad de que todo volverá a empezar. Y aunque parezca irónico, ese sábado que nunca llega, ese sábado que me quita el sueño y me acongoja es el día de mi cumpleaños.

    Llevo casi un año  de mi vida desperdiciado sin envejecer y sin cumplir un año más. ¿Qué será de mí si nunca se termina este sufrimiento? ¿Qué me espera?
¿Suicidio? Ya lo había pensado y no funciona. El maldito sábado vuelvo a estar en mi cama... Y esta carta que nadie leerá y que mañana desaparecerá para dar paso a otra semana infernal sin fin. Ya no sé  que más hacer y no encuentro ayuda ni solución... Recuerdo las discusiones que tenía con mi madre. No pierdas el tiempo, me decía, sólo hay un momento para hacer las cosas, no tendrás una segunda oportunidad.

    ¿Que no? ¡Ja!  Una segunda, una tercera, una cuarta... ¿Todas las oportunidades que yo quiera! Ahora recuerdo, no sin cierta ironía, la última bronca que tuve con ella. Me decía que al cumplir los 18 tendría más responsabilidades que asumir, que ya no sería una niña, que sería una adulta y que me tratarían como tal. Discutí con ella y luego, a solas en mi cuarto rogué no tener que cumplir los 18. No quería hacerlo, y por eso ahora estoy así. Por mi estupidez y mi egoísmo.

    Ahora… Ahora lo daría todo por poder cumplirlos, ¡aunque me desbordasen las responsabilidades! Bueno, voy a acostarme que me espera una semana muy dura. Mañana posiblemente este papel ya no esté aquí, y aunque me hubiese encantado compartir con alguien mis reflexiones no podrá ser.
   
    Sábado por la mañana.

    Aunque no sé muy bien como, los papeles siguen aquí. Igual que mi ya normal dolor de cabeza y el olor a tortitas de mi madre... Otra semana más atormentadora, pero ahora con testigo,  estas hojas que aunque no hablen me apoyan. Oigo ruido. Como siempre mi hermano pequeño viene a despertarme...


    ... ¡Todo ha cambiado! ¡No sé como pero ha cambiado! Hace un rato mi hermano y mis padres han entrado en mi habitación con una tarta enorme y cantando el cumpleaños feliz.. Cuando los he visto no he podido evitar ponerme a llorar de felicidad y mi madre, abrazándome me dijo:

    -Cualquiera diría que ayer no querías cumplir años.

    Ya ves, todo un año tratando de volver a donde estaba y sólo tenía que desear cumplir años, Juro que jamás se me ocurrirá pedir algo así. Celebraré todos y cada uno de mis cumpleaños y estaré agradecida por poder continuar con mi vida.”


    *Frase Anónima.

martes, 12 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 5 "Aquel mágico lugar"

Aquel mágico lugar

    "El sonido de los árboles me tranquiliza, pensó Iván, por eso decidió huir al bosque. Cuando llevaba un rato caminando llegó a la cascada. Aquel lugar le llenaba de paz. El sonido del agua, el ulular del viento en las copas de los árboles, todo aquel verde, el manantial... Huía del dolor. Huía de sus recuerdos. Huía de ella. Huía de si mismo... Había roto con su novia y todo a su alrededor era dolor. Sabía que ella sufriría y eso le hacía más daño, pero no podía continuar así. En aquel lugar se respiraba tanta paz... Lo había encontrado por casualidad, un día, huyendo de la realidad y del dolor, y desde aquel momento, siempre que se sentía oprimido o cuando necesitaba pensar iba por allí.

    Este día ni se había propuesto ir por allí, pero sus pies le llevaron hasta el lago, en el que tantas veces había llorado y al fin, encontrado paz y tranquilidad. Inmerso en sus pensamientos no se dio cuenta de que le observaban. Unos ojos curiosos no le dejaban ni un momento. Le miraban intensamente, sin perderse ni un sólo movimiento. Entonces Iván hizo lo de siempre. Se quitó la ropa y se introdujo en aquella agua tibia que le ayudaba a borrar todo el dolor de su corazón.

    Nadó en dirección a la cascada. Se puso debajo y según el agua caía sobre sus hombros las penas iban desapareciendo y haciéndose más y más pequeñas. En aquel momento tampoco vio como el agua se ondulaba en su dirección, ni la sombra que se acercaba a él sigilosamente. De repente algo rozó su pie. Se sintió intranquilo. A su alrededor no vio nada, pero distinguió una silueta en el agua a lo lejos. Se acercaba a él lentamente. Intentó nadar hacia la orilla, pero sus músculos no le respondían. Empezaba a tener verdadero pánico. Del agua y a su lado emergió la mujer más hermosa que jamás había visto. Sólo el hecho de verla le aliviaba la opresión que había sentido segundos antes.

    -¿Quién...? ¿Quién eres?- consiguió balbucear
    -Yo no tengo nombre, sólo existo porque tú así lo has querido.

    Diciendo esto se sumergió otra vez en el agua, dejando ver a medida que se introducía en el agua su esbelto cuerpo y su cola de pez... ¿Cola de pez? ¿Pero qué...? No podía ser. Tenía que ser una ilusión creada por su cerebro. Ella volvió a salir a su lado. Tenía los ojos verdes más hermosos que había visto en toda su vida, no podía dejar de verlos y perderse en su profundidad.

    -¿Quién o qué eres?
    -Tú me has creado. He nacido de todas esas lágrimas que has derramado en estas aguas. Estoy aquí porque tú me has dado vida. ¿Qué soy? Una sirena...
    -¡No puede ser! Las sirenas no existen.
    -Tócame- cogió su mano y la acarició- yo existo porque tú quieres que exista. - Estoy aquí para que todas tus penas desaparezcan de una vez por todas.
    -¿Cómo?
    -Sólo bésame. Todo quedará atrás. El dolor, la tristeza, las noches eternas... Serás feliz, no sentirás más este dolor que no te deja vivir.

    Sin pensarlo dos veces Iván la besó y su dolor desapareció para siempre con ella. Sintió como si un sueño muy profundo se apoderase de él, y se dejó arrastrar. Cuando despertó ya no estaba en el bosque entre los árboles, estaba en un hospital. Le dijeron que lo habían encontrado al borde de la cascada, con síntomas de hipotermia, pero que todo estaba bien ahora.

    Todo había sido un sueño, pero el dolor se había marchado de verdad, no estaba allí con él y eso le hacía feliz. Cuando le dieron el alta y salio del hospital encontró algo en su ropa... Un pequeño colgante de marfil, ¡el colgante que ella tenía al cuello! ¿Entonces...? No importaba, todo estaba bien ya.

    Muchas más veces volvió al lago, pero aunque no la volvió a ver sabía que ella estaba allí para sacarle todas las penas del corazón... Cuenta la leyenda que si derramas tus lágrimas en aquellas aguas y crees en ella, se aparece la sirena, que con su dulce canto se lleva toda la tristeza y la melancolía, dejando tras de si un remanso de paz en los corazones de todos aquellos que se acerquen por allí..."


    *Frase de Javier.

martes, 5 de diciembre de 2006

CuentaCuentos nº 4 "No quería regresar"

No quería regresar

    "Cierra los ojos por un momento. Sólo por un momento, para recuperarte... nada más...

    Esto es lo último que pensó Marcelo antes de caer en un profundo sueño. Acababa de tener un accidente con el coche, él y su novia. Aquella mañana se habían quedado dormidos, y para cuando despertaron  ya era muy tarde. Marcelo y Susana trabajaban en la misma oficina, así se habían conocido y enamorado. Salieron de casa a toda prisa y enfilaron la carretera que les llevaría al trabajo. Marcelo, que normalmente conducía con prudencia iba un poco más rápido de lo permitido. Cuando llegó a un cruce no pudo frenar a tiempo y otro coche les envistió lateralmente.

    -Cierra los ojos por un momento- se dijo.- Sólo un momento- y al cerrarlos la oscuridad se apoderó de su vida.

    Cuando al fin recobró la consciencia no sabía dónde se encontraba, pero se sentía liberado. Tenía una sensación agradable... A su espalda resonó una voz que lo sobresaltó.

    -Hola Marcelo, ¿qué haces aquí?

    Cuando se giró sólo vio a una niña muy pequeña que le miraba con ojos interrogativos.

    -¿Quién eres y cómo sabes mi nombre?

    Se fijó más atentamente en la niña y comprobó que de su espalda salían unas alas chiquitinas... ¡No podía ser! Estoy soñando, se dijo.

    -¿Que no ves que estamos en el limbo y yo soy un ángel?
    -¿Y qué hago aquí?
    -Recuerda Marcelo, recuerda. Has tenido un accidente de coche, has cerrado los ojos por un momento para huir del dolor y no los has vuelto a abrir.
    -¿Y Susana? ¿Está ella bien?
    -Sí, pero sufre mucho porque no vuelves a su lado. Se siente muy sola...
    -Lo siento, pero no quiero volver. Allí sólo encontraré sufrimientos y dolor. Aquí en cambio, todos es paz a mi alrededor.
    -Sí, pero piensa en todo lo que te pierdes si te quedas aquí. Susana no volverá a sonreír. No cumplirás tu promesa de casarte con ella antes de que acabe el año. Te quedan tantas cosas por vivir que es una pena que te quedes aquí.
    -Si tantas maravillas hay en el mundo, ¿qué haces tú aquí?
    -Esperar que llegue mi turno de ir a la tierra. Llevo mucho tiempo esperando una oportunidad y quiero que mi vida sea lo más feliz posible, y ya me queda poco para conseguirlo...
    -No pierdas el tiempo conmigo, no vale la pena. Mejor piensa en qué vas a hacer allí abajo. No todo es tan bonito y hay mucho dolor.
    -Pero merece la pena aunque sólo sea por sentir el aire en mis mejillas y mi pelo, conocer el amor, tener una familia.
    -Pero también hay cosas malas, y sufrirás mucho para poder conseguir unos pequeños momentos de alegría...
    -Ya, pero merece la pena. Si te quedas aquí no volverás a ver a tu familia, ni podrás formar una nueva. ¿Cómo crees que estará Susana? Se pasa las horas sentada al borde de tu cama esperando que reacciones y despiertes, No puedes hacerle esto.
    -Susana... la quiero tanto... no quiero que sufra, pero...
    -No hay peros... Desde que estás así no se separa de ti, apenas come, y no sale, está a punto de enfermar y no le es indicado...
    -No quiero que sufra...

    Todo empezó a dar vueltas y más vueltas. Sentía como si cayese en un enorme pozo sin fondo del que no podía escapar, dónde no tenía nada a lo que aferrarse...

    -No quiero que sufras Susana...

    Estas fueron las primeras palabras que Marcelo pronunció en semanas. La cara de Susana se iluminó, llamó al doctor y empezó a llorar... Cuando el doctor se fue Susana se acercó a su cama, y le cogió de la mano.

    -Marcelo, mi amor. Tengo algo importante que decirte. Estoy embarazada.

    Marcelo no sabía qué decir. Puso su mano sobre la barriga de Susana y comenzó a llorar. Aquel ángel tenía razón, si se hubiese quedado allí jamás habría sido tan feliz. No tardó mucho en recuperarse y cumplió su promesa. Se casó con Susana antes de que acabase el año y antes de que se notase el embarazo. Cuando supo que era una niña se acordó de aquella pequeña que tanto le había ayudado e insistió en ponerle de nombre Ángela.

    Con el nacimiento de su hija su vida dio un cambio radical, pero siempre le rodeaba la felicidad. Por causas del destino, o por lo que había vivido, a Marcelo, su hija Ángela se le parecía cada día más a aquella niña que le hizo abrir los ojos. En su quinto cumpleaños, tras apagar las velas de la tarta, Ángela abrazó a su padre y le dijo muy bajito al oído:

    -¿Ves cómo valía la pena vivir?

    Después le dio un beso y se alejó canturreando hacia sus amigos. Marcelo se quedó muy callado y pensativo, y aunque no volvió a hablar de aquello con Ángela, sabía que su hija le había ayudado a que pudiese verla crecer..."


    *Frase de Mj.